En aquellos tiempos, pocos les decían autos o automóviles, y hasta escaseaban quienes les nombraran carros, pues lo más común era llamarles máquinas a esos vehículos de propiedad privada que en la década de los 60 estaban agrupados en la ANCHAR, sigla que todavía hoy en muchos lugares es sinónimo de piquera de los choferes de alquiler.
El acrónimo está formado con las palabras Asociación Nacional de Choferes de Alquiler Revolucionarios, y a él pertenecía El Negro Tello, o simplemente Tello, un hombre de elevada estatura pero de movimientos lentos y hasta torpes entonces, contrario a como decían fue en su juventud.
Contaban sus conocidos que se ganaba la vida como desmochador de palmas, y lo hacía con una destreza increíble, luego de concluir una, desde ella se lanzaba hacia otra, en un acto que cualquier artista circense hubiera envidiado.
Un día decidió no continuar sus andanzas encima de las palmeras de los campos espirituanos de la zona de Guayos y Cabaiguán, y se convirtió en miembro de la ANCHAR, con una máquina que en la actualidad denominan almendrón.
Aunque por unos 15 kilómetros él y sus colegas cobraban unos centavos, el ómnibus que cubría esa ruta cobraba menos aún, por lo cual, cuando pasaba, dejaba desierta la piquera porque todos corrían hacia el transporte colectivo. Esa capacidad de dejar a los choferes de máquinas sin clientes hizo que le llamaran “cepillo”, que por donde pasara dejaba limpio el panorama de viajeros.
Durante aquellos lejanos tiempos, quienes hacían cola no eran los pasajeros, sino los choferes. No le tocaba el turno a Tello, pero cuando sus colegas vieron acercarse a una mujer que ocupaba el asiento de tres personas, le dijeron que se adelantara hasta ser el primero, pues ellos no estaban apurados.
Por supuesto, que sin dilación, la corpulenta fémina se sentó en la parte trasera del conductor que, resignado de esperar sin que apareciera otro cliente, decidió irse con una sola viajera que pesaba por varios. Mientras el tiempo transcurría, pasó el cepillo, y la única cliente desmontó sin que Tello se percatara, porque él no podía girar el cuello con facilidad.
Ante la risa de todos sus colegas, encendió el motor y salió. Al llegar a la piquera del ANCHAR de la capital de Sancti Spíritus, cuentan que, al preguntar y no obtener respuesta se bajó para poder mirar, y asombrado decía: ¿Cuándo fue que se bajó el pasajito que yo no la vi?
Los tiempos cambian. Siempre han cambiado, y continuarán cambiando. Lamentablemente, en estos años se necesitan más personas como Tello, que a pesar de todo, “dio la carrera”, como llamaban en aquellos momentos a efectuar un viaje.
Más de lo necesario abundan choferes como el conductor de motoneta privada que, en un trayecto desde de la Universidad Central de Las Villas Marta Abreu al centro de Santa Clara, conminó a bajar a una mujer gorda —apenas cubierta la cuarta parte del recorrido—, si no le abonaba el pasaje de dos viajeros. Indignada, la compatriota decidió no continuar el viaje con el detritus humano que conducía aquel medio de transporte.
israel
30/10/16 8:44
mi amigo chang , quiero que sepas que siempre leo tusarticulos, israel desde Canada.
Marta
24/10/16 10:01
Deliciosa aventura hacer entrenamiento de contorcionista en la Ruta 1 en el Parque Vidal a las 5 de la tarde.
Otra de motonetas:
Cola de apurados en la UCLV: 10 CUP
Cola normal: 5 CUP
Cuando inventaron al Diablo los cubanos estaban tostados por el sol, descansando en una tumbona.
senelio ceballos
22/10/16 13:05
JAJAJA..Paloma...yo tambien LES saludos desde Rusia...Chino te salio muy bien este articulo!!!
Paloma
21/10/16 16:05
Saludos estimado Chang. Delicioso su artículo de hoy... Qué tiempos aquellos... Buen fin de semana!
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