La televisión puede verse hasta a través de los teléfonos celulares, pero es una verdad de Perogrullo que no siempre fue así, y que antes de la actual profusión de marcas hubo años en que predominaba en Cuba el televisor Krim-218 y luego se le incorporó Caribe, ambos reproducían la imagen en blanco y negro.
Muchos guardan recuerdos de estos aparatos, y cada vez son menos los que tienen la oportunidad de conservar en su memoria los tiempos en que escaseaban quienes tuvieran los pesos necesarios para comprar uno. Todavía quedan septuagenarios y octogenarios que al ver los actuales artefactos pueden evocar que siendo niños y adolescentes hallaron otras actividades por no tener con qué ver un programa de televisión.
También quedan quienes tenían el único televisor del barrio o la cuadra, y lo compartían con los vecinos, no sin antes escuchar las advertencias de los mayores de que los muñequitos se quitaban si ponían un programa para adultos y había que estar en silencio.
Más abundantes eran quienes poseían radios. La situación era por el estilo, con la diferencia de que por no requerir imágenes, se podía escuchar desde las casas colindantes o del portal cuando se ponía a buen volumen y las puertas estaban abiertas.
Los televidentes y radioyentes comentaban y hacían debates sobre la calidad de lo que veían u oían, y nunca faltó algún aguafiestas que hacía la observación de que nada era real, y ponían ejemplos de exageraciones y escenas verdaderamente increíbles.
Por supuesto que las tiras del pellejo se las sacaban al acerado Superman. Tarzán tampoco escapaba de las críticas, y los ratones y gatos parlantes y voladores también eran señalados como mentiras.
Sin embargo, ni siquiera aquellos tan aparentemente apegados a lo real dejaban de disfrutar lo que llamaban falsedades y “paquetes”, como solían llamarse los cuentos que hacían quienes usaban todo tipo de fantasías para narrar supuestos hechos reales.
En el pobladito costero de Casilda, al sur de Sancti Spíritus, por aquella época, además de ser generalizada la carencia de televisores, había retraso escolar y analfabetismo, pero ya al entrar a la década de los 60 del siglo pasado, con la alfabetización y el nuevo sistema educacional, aumentaron los que pudimos enterarnos qué era la prosopopeya.
Se trata de una figura retórica de pensamiento que atribuye a los seres inanimados o abstractos características y cualidades propias de los seres animados; o a los seres irracionales actitudes propias de los racionales, como hacer hablar a personas muertas o ausentes.
También, en las recién terminadas teleclases se habló de la prosopopeya, y por el fácil acceso a la enseñanza escolar en Cuba, las mayorías comprenden perfectamente el comportamiento de la tormenta tropical Elsa cuando la meteoróloga Aylin Justiz dijo que ese fenómeno atmosférico estaba atormentado.
En un programa especial de la televisión, a propósito del meteoro, la especialista del Instituto de Meteorología explicó sin tecnicismos, con toda naturalidad, las características del escenario que impedían al ciclón tropical desarrollarse.
Fue difícil que alguien no entendiera cuando calificó a la tormenta de atormentada por su tendencia natural a organizarse y ganar en intensidad, sin poder lograrlo, durante todo su trayecto por las cercanías del archipiélago cubano.
Por si alguien desea ampliar más sobre la prosopopeya, puede hacerlo a través de este video:
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