Este es el inicio de apuntes para conformar un futuro Manual para colas y coleros, una idea concebida cuando recordábamos cómo Mario Fleitas López, Lesmes La Rosa Dunan y este redactor lográbamos reservar con extraordinaria facilidad en cuantos restaurantes habaneros se nos antojaran en el año 1971.
Por esa época había colas en las que los primeros en entrar podían haber pernoctado en la entrada del establecimiento, hasta que a alguien se le ocurrió establecer la posibilidad de solicitar telefónicamente las reservaciones.
No es difícil imaginar que con el escaso desarrollo de la telefonía en la época, conseguir el objetivo podía ser tan escabroso como tener que dormir en una cola o hacerla a sol y sereno e incluso bajo la lluvia.
Pues resulta que los tres fuimos asignados a trabajar en un evento internacional en cuya sala de prensa había un larga mesa llena de aparatos telefónicos que hicieron exclamar a Mario Fleitas, como si se tratara de un grito llamando al combate:
“¡A reservar! Vamos, qué esperan, llamen, llamen…”
Seguidamente impartió instrucciones: “en todos los teléfonos (eran más de 20) marquen todos los números menos el último y así copamos todas las posibilidades de comunicación y después dos de nosotros solo tiene que discar el último número, y otro va volviendo a poner el número…”
No entendimos bien, pero nos empujó hacia la mesa y nos mostraba prácticamente cómo proceder, e increíblemente en pocos minutos lográbamos todas las reservaciones hasta para amistades que le brindamos el servicio durante los escasos días que sesionó el evento.
Conclusión: en el tema de lograr algo que escasea, todo parece indicar que dentro llevamos una bestia cuyo instinto es el de ganar una competencia por conseguir el objetivo.
Otra conclusión: esa bestia hay que controlarla.
Aunque ya queda poco espacio, ahora comenzamos los apuntes que prometemos ir incrementando en la medida en que también los amables lectores aporten elementos.
A pesar de la aversión que alguien pueda tener hacia el hecho de hacer cola, lo cierto es que significa una muestra de disciplina social que cada cual ocupe un lugar según vaya llegando, y no sea algo llamado molote o molotera donde los más fuertes imponen su condición para ganar ventaja.
La autodisciplina suele ponerse de manifiesto en aquellos casos en que alguien con posibilidades toma la iniciativa de hacer una lista con los nombres, apellidos y carné de identidad, o confecciona tickets para garantizar el respeto al orden en la cola.
También puede suceder que el establecimiento disponga un empleado para organizar las colas, y aunque parezca raro, muy extraño, también está dentro de las probabilidades (escasas) de que los administrativos intervengan para organizar el trabajo de modo que el servicio se preste con calidad.
Pero como que esa bestia puede despertarse dentro del interior de los que están en la fila o dirigen las unidades de prestación de servicio o trabajan en ellas, las colas no transcurren según esas normas descritas en párrafos anteriores sino que como un monstruo de mil cabezas, convierten esa manera de esperar en un lucrativo negocio.
Con la participación de los lectores, tenemos el propósito de continuar este tema y que necesariamente no tiene que ser un viernes tras otro, sino que intercalaremos otros asuntos como los tratados en el foro de discusión de esta revista digital que en estos momentos invita a debatir y responder la encuesta de si le ha sido útil la APK Móvil Web Urbanos sobre el transporte urbano en la capital.
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