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martes, 19 de agosto de 2025

La sapiorruleta de mi amiga especial

De lo que fue y ya no es, pero malogra lo que ha estado siendo…

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 18/08/2025
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La sapiorruleta de mi amiga especial
Según mi amiga, defender la persistencia de ese no-ser masoquista es lealtad a sí misma, y es más importante que la cacareada fidelidad a los otros (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Tengo una amiga a la que amo en grado ultra y ella lo sabe bien. En otras vidas debimos ser una pareja muy pasional, o lo seremos en alguna próxima, pero en esta tocó amarla sin entrega física, y aún así con un je-ne-se-qois que no inspiran otras amistades de muchas décadas.  

Tengo permiso para decir su nombre, pero no lo haré porque esta historia va de una tercera persona, cuyas cualidades aprecio, aunque me incordie su papel en este novelón.

Mi amiga es una mujer ferozmente fiel. Al menos eso cree ella. A pesar de tener un currículum bien cargadito en el área Colchones (y pastos, y literas, y barcos…) suele alardear de que jamás ha simultaneado dos relaciones, ni ha “tirado al aire” ninguna de sus preciosas canas.

Cuando da un Sí (o lo obtiene), cierra las puertas de su cuerpo a cualquier otra exploración. Hasta que vuelva a sentirse soltera, disponible y juguetona. Lo que la sexología llama una monógama secuencial: vive cada enredo como si fuera eterno, y luego apaga velas sin arrepentimiento ni depresión.

Por cierto, esta amiga-amante es sapiosexual: a ella no la condicionan el físico, la edad, el nivel, la geografía, el carácter o el sexo biológico de quien elige para compartir su erotismo, sino su poder de comunicación.

Aunque mira con recelo a la gente complicada, si la convencen de que ese compromiso no andaba bien desde antes o no hay peligro de que se rompa por culpa suya, puede hacer la excepción y dar el paso de lo virtual a lo carnal… Eso si la persona le gusta muchísimo, porque no con cualquiera se alebresta en ese camino a medias tintas sin convivir.

A mi ver, ya ese es un primer argumento para cuestionar su concepto de fidelidad, que no es de doble vía absoluta. ¡Y hay más! (Enseguida llego a la inmencionable, paciencia).

Para M, la palabra es suficiente: le dices que no hay nadie en tu vida y ella no anda hurgando si es verdad ni se mete en casa ajena a olisquear almohadas. Lo que ve es lo que es, y te recibe en su vida a verdades abiertas.

Su fórmula de fidelidad incluye transparencia absoluta sobre su propio pasado, y aunque a mi ver eso es buenísimo como principio, ya perdió varias parejas por esa razón. O mejor dicho, por UNA razón en particular.

¡Imagínate! Si al hablar de alguien los ojos le brillan de manera especial, es inevitable comparar circunstancias, y no todas las hierbas tienen el coraje de florecer junto a un baobab, no por su sombra, sino por la manera en que acapara el espacio bajo tierra a su alrededor.

Cierto que el árbol de mi amiga dejó de crecer hace casi una década, pero sus raíces son aún poderosas y dañinas, por más que no quiera verlo en toda su dimensión. En su imaginario no hay nada erótico en el chateo con esa ex porque son firmes sus intenciones de no traicionar a quien tiene a su lado (a veces literalmente, en la misma cama) pero sigue priorizando cultivar esa herida no cerrada: le dedica tiempo, emociones, audacia verbal… y aún si se disgusta, su rostro brilla y su pulso se acelera, como un adicto al juego que va perdiendo todo y no sabe cuándo dejar de arriesgar.  

Según Jorge, esa actitud es secuela de la inesperada ruptura, porque aquel baobab la hirió en su fibra más sensible cuando traicionó un pilar clave de su vida y además intentó insultar su inteligencia, cosa terrible para una sapiosexual.

Se entiende, claro, es muy humano… solo que ¡¿hasta cuándo?! Luego de la fase de indignación toca abrir los ojos, cerrar duelo y pasar página. ¿Cuál es el sentido de gastar años en ese vaivén, si se han negado a ser amantes y tampoco pueden sostener una amistad normal? Mientras tanto, las relaciones reales se resienten sin entender cómo alguien tan especial sigue enganchada en ese pin de fascinación/sufrimiento, dispuesta a arrastrarles en su ola de ambigüedad literaria.

¡Hasta yo, que la amo a otro nivel, me mortifico con sus apuestas en esa ruleta tóxica de nunca acabar!

Y no lo hacen por ignorancia: ambas pueden presumir de un intelecto de altos quilates y un lenguaje de ensueño. Tampoco es esperanza, porque esos ríos no coincidirán de nuevo en un único cauce (¿Miedo a empañar la leyenda? La memoria del cuerpo es engañosa. Tema para otra crónica).

¿Qué queda entonces de lo que ya no será? Roña, deuda, ejercicio de poder, mutua dependencia emocional, vicio, engatusamiento… y muchas discusiones al estilo arjonero de “Fuiste tú…”. Todo virtual, claro, porque cuando coinciden frente a frente ¡ni se miran!

Según mi amiga, defender la persistencia de ese no-ser masoquista es lealtad a sí misma, y es más importante que la cacareada fidelidad a los otros… no traicionada, dice ella, porque lo hace a la cara y sin remordimientos. Y que sufra quien daba sufrir, ¡incluyéndola a ella misma!


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...


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