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domingo, 22 de diciembre de 2024

La palma de la mano

un blog de Luis Sexto Sánchez

Quién te puso ahí, de pie, Carlos Aguirre

Mientras en Bayona se preguntaron durante decenios quién era el cubano muerto de manera tan increíble, en La Habana muchos preguntan aún, quién es el joven del pedestal del parque…

Luis Sexto Sánchez
en Exclusivo 24/11/2012
6 comentarios
parque-carlos-aguirre
Parque Carlos Aguirre, dedicado a un joven criollo muerto de manera tan increíble.

Los diarios de Bayona salieron el lunes pregonando una noticia que los editores aseguraban que impactaría a un público amodorrado por la laxitud del domingo, presente aún en el regusto del alcohol, en el estropeado estómago de cenas pesadas y tardías, o el rescoldo aun caliente de una jornada campestre.

Pero ninguno de los reporteros más avezados esa ciudad francesa logró hallar la dramaturgia para exponer el hecho como en un aletazo imaginativo capaz de superar los escasos datos de la tragedia.

Contaron la historia de un modo que realzaba a la casualidad como el instrumento más a mano de la muerte. Unos segundos después de que el matador empujara el arma que le propiciaría la gloria, el cubano Carlos Federico Aguirre Sánchez se enfrentó al minuto final de su existencia, mientras veía culminar una corrida de aquella tarde, sentado en la silla que no le pertenecía. Desde entonces los habitantes de la usualmente apacible ciudad solo supieron lo mínimo de un acontecimiento nunca antes y quizás nunca después ocurrido en la plaza de toros de Bayona, ni posiblemente en ningún otro lugar.

Mientras en Bayona se preguntaron durante decenios -hasta que este cronista se los reveló- quién era el cubano muerto de manera tan increíble, en La Habana muchos transeúntes preguntan todavía: Qué destino te puso ahí, de cuerpo entero, tan joven y con palabras tan enigmáticas en el pedestal del parque que conocemos con tu nombre sin saber quién eres, Carlitos Aguirre…

Cruz Sevilla Iznaga creció oyendo hablar de Carlos Aguirre; pasó los años de infancia en Villa Carlitos, en la calle de San Rafael casi esquina a la entonces llamada Ronda, donde su madre trabajaba como doméstica de confianza, casi familiar, porque su padre, sargento del Ejército Libertador, había sido en la guerra ayudante del coronel Charles Aguirre y Santiuste.

Cuando lo conocí, Cruz vivía frente al parque, a un costado del estadio universitario. Luego de contar un resumen de cuanto cree saber, me condujo hasta la calle que olvida su nombre de Carlitos Aguirre, para continuar siendo Ronda. Tomó la acera que bordea el muro de la Universidad, unos metros más allá de la curva frente al estadio universitario; se detuvo; buscó con la vista en el pavimento y me aseguró: “Yo vi echar esta acera. Qué dice ahí.” Cruz 1939. “Esa, dijo, soy yo, y en ese año la construyeron. Yo tenía l5.”

De aquellos años le quedó a Cruz una frustración: no haber conocido conscientemente a Carlitos, porque cuando el joven subía despaciosamente las escaleras o las bajaba para ir a la universidad, vestido con un traje que le ceñía el cuerpo endeble, fino, ella gateaba por el mármol de la sala emitiendo sonidos con los dientes apretados.

Sí conoció al padre, coronel del Ejército Libertador, que en 1901 -año en que nació su único hijo- era capitán del puerto de La Habana y más adelante, de 1911 a 1912, fue jefe de la policía de la capital. Y por más datos definitorios, en mayo de 1916 fue condenado a tres años de prisión por disparar contra Generoso Canal. El indulto lo recibió en noviembre de 19l8.

Cruz también conoció a la madre, Fredesvinda Sánchez, hermana de María Luisa, esposa del italiano coronel del Ejército Libertador Orestes Ferrara, cuya ejecutoria política discurrió en el Partido Liberal, y en la diplomacia al servicio de Machado y más tarde, como ministro de Estado del tirano. Culto y cínico. También rico con mañas inconfesables. Su casa, el hoy Museo Napoleónico, colindaba, por la parte trasera, con el palacete ecléctico de Charles Aguirre, su concuño, llamado Villa Carlitos, ubicado en San Rafael y Ronda y que actualmente, en agudo proceso de destrucción, alberga a varias familias.

Parque Carlos Aguirre.

Carlitos Aguirre había nacido en 1901 y falleció 1923. Y ante la prematura e insólita muerte del hijo, el padre erigió el parque y encargó al escultor italiano Nicolin que fundiera el bronce con el cual perpetuar la memoria del joven, en traje fino y de pie. En ese hecho, que el cronista no ha logrado confirmar en papeles, más que un halo maldito, perdura incorrupta una historia de amor paterno, una decisión de señor poderoso que intentó eternizar el breve paso del hijo con la supervivencia del nombre y la figura. Es comprensible. Y si en el cementerio, sobre el panteón de los Sánchez-Ferrara sólo la jardinera conserva una escueta mención: “A Carlitos, sus padres”, en el parque la devoción familiar fue más prolija y elocuente. En el pedestal de la estatua, una inscripción ya apenas legible, advierte: “Tempranamente arrancado de la vida por inconcebible tragedia cuando era ejemplo a la juventud y la mente vigorosa y fuerte voluntad eran presagios de indescriptible grandeza.”

¿Exageración, irreprimible amor trocado en palabras insensatas? Hojeé el expediente universitario de Carlitos Federico Aguirre y Sánchez. Fue un alumno eminente. Matriculó en la facultad de Derecho a los 17 años, y el seis de julio de 1923 se le expidió el diploma de doctor en derecho civil. La generalidad de las asignaturas muestra el cuño de sobresaliente, con premios. Uno de sus profesores definió su vida como “el breve esfuerzo de una mente electa”.

El premio por sus méritos estudiantiles consistió en un viaje por Europa. El 2 de septiembre, en la plaza de toros de Bayona, el matador se disponía a concluir la faena. Los espectadores callaron. Casi se escuchaban los bufidos del toro. Sus pesuñas delanteras ahuecaban el suelo.

El torero alineó la espada a la altura de sus ojos.

El arma, delgada y puntiaguda temblaba en el aire ante de ir hacia el blanco.

En las gradas, Carlitos Aguirre se levantó y cedió su asiento a la joven norteamericana que lo acompañaba.

Ella había dicho: “Me molesta el sol…”

La espada entró en la testuz del toro.

Carlitos ocupó el puesto de la señorita Straus.

La bestia sacudió la cabeza…

El hierro se desprendió como si un arco tan tenso como la cólera la hubiese disparado. Y desde su nueva posición, segundos antes de morir, Carlos Federico Aguirre y Sánchez permaneció alelado, mirando aquel proyectil que en el rebrillar de su parábola sintonizaba el pecho del joven, entre miles de cuerpos suspendidos en un grito de sorpresa y miedo.

Creyente en el destino, según confesó en un libro de viajes publicado hacia sus veinte años, presumiblemente comprendió, como en un golpe de aire, que el nuevo asiento le había sido destinado por inexplicables engarces de las acciones humanas, sin que ya nada pudiese alterar la orbita de un recorrido que se escurriría con su sangre...


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Luis Sexto Sánchez

Periodista de oficio y de alma. Maestro de generaciones. Premio Nacional de Periodismo José Marti por la obra de la vida. Autor de la columna "La Palma de la Mano" en Cubahora.

Se han publicado 6 comentarios


Pentapolín
 17/9/22 1:28

Muchas gracias por darme ese relato de contexto. Recién hoy, casi a luz de crepúsculo, me detuve frente a la estatua y leí entre las ya desgastadas letras inscriptas en la tarja, el nombre del malogrado joven reseñado: Carlos Federico Aguirre Sánchez. Ese momento de contemplación fue de esos momentos que me confirman lo real maravilloso, lo mítico, yacente en nuestra cotidianidad. Conversar con la tradición.... Con la ancestralidad que late entre nosotros... Con la vida humana en la memoria...

Michel Porcheron
 9/8/17 10:44

Buenas,

Descubri el tema leyendo el articulo de Luis Sexto en Juventud Rebelde,(2003 ?).

Trabajaba como periodista en el Granma Internacional del director Gabriel Molina

Una precision: Carlos  Aguirre murio en la plaza de toros de Bayona (Bayonne) en...el extremo suroeste de Francia (Pais Vasco), situado cerca de la frontera con Espana. 

Saludos, Michel Porcheron ,   

Nureya
 26/11/12 10:27

Siempre los artículos de Luis Sexto, me obligan a comentar. !!Excelente crónica!!!! Nunca había oído nada al respecto y he pasado por el Parque algunas veces, aunque no deteniéndome en los detalles.

Rosa C. Báez
 24/11/12 18:10

En mis andanzas como especialista en completamiento del patrimonio bibliográfico, en la BNJM, tuve ocasion de conocer este caso, en un libro sobre Ferrara que ojee brevemente mientras trabajaba, y me impresionó la historia.... (A tal punto que uso casi sin recordar su orige, y de forma irónica para aquellos que tienen un momento de lucidez en medio de su mediocridad, de los que siempre decia "el breve esfuerzo de una mente electa"... Gracias por traer la historia a colación y además conectar el parque a la historia, cosa que no conocía

Dania
 24/11/12 8:40

Como siempre, en cada entrega suya siempre aprendemos algo nuevo. Interesante crónica. Hermosa manera de escribir.

Arístides Lima Castillo
 24/11/12 8:15

Compañero Sexto, gracias por traernos esta página, magistralmente escrita, que al fin me hace conocer quién fue Carlos Aguirre.

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