La derrota podía ser predecible, pero la goleada jamás. Alemania no tuvo piedad ni sintió respeto por los pentacampeones y les humilló en su propia casa. El marcador parecía el de un partido de beisbol, y no de fútbol.
Brasil no existió en el campo, y cuando quiso asomar la cabeza, se topó con un Neuer inmenso y la pésima efectividad de sus delanteros.
Antes de la media hora, la suerte estaba echada. 0-5. Brasil acusaba la ausencia de Thiago Silva y Neymar, de Dios y todos los santos que no ayudaron a conseguir el título en suelo patrio. La maldición es una realidad, el Maracanazo no es solo un capítulo negro de la Historia del fútbol brasileño. La canarinha no gana en casa.
La superioridad de Alemania es imposible de explicar. En unos minutos, la verdeamarelha desapareció, dejó de existir para convertirse en una selección de niños, donde los errores eran lo más natural del mundo. Los germanos no habían jugado así en ningún encuentro, ni siquiera ante los portugueses. Se tuvieron que remontar ante Ghana, derrotaron por la mínima a los Estados Unidos en un juego complicado, necesitaron de la prórroga para doblegar a Argelia y Francia no les fue nada fácil. ¿Cómo marcaron de pronto siete goles? La única respuesta posible son los nervios de Brasil.
Sí, Schurrle, Müller, Klose, todos son excelentes goleadores, pero hasta qué punto fueron desequilibrantes los teutones y dónde comenzaba la fragilidad de los brasileños. Si Neymar hubiese estado en la cancha, el partido hubiese sido el mismo. La gran ausencia fue la de Silva, él era la piedra angular, junto a David Luiz, del equipo. La solvencia defensiva se basaba en esos dos pilares, y si uno se ausenta, el otro se desmorona. Cosas del fútbol.
Pero lo real es que Brasil, por primera vez en su historia, recibe más de cinco goles. El Maracanazo no pasa de ser un mal trago, comparado con lo ocurrido en el Mineirao. Scolari recibió justo castigo por su fútbol rácano, por sus planteamientos conservadores, por conformar un equipo alrededor de un astro, por convocar a un portero que no tenía lugar, por tantas barbaridades que condujeron, lentamente, al desgaste sicológico de un equipo que nunca se sintió cómodo en el campo, a excepción de la goleada ante Camerún.
Para colmo, Klose supera a Ronaldo jugando frente a su selección. El fenómeno es desplazado por el ariete alemán. Su gol fue el que provocó el desequilibrio, la debacle. Cuando remató el rechace de Julio César, Brasil se vino abajo y sufría los peores cinco minutos de su historia futbolística.
Fue tal la vergüenza que si Holanda o Argentina pierden hoy 5-0, no habría tal sorpresa, y siempre quedaría la tranquilidad de no haber encajado siete como Brasil.
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