Las voces de Chernóbil

“¿De qué trata este libro? ¿Por qué lo he escrito?” se pregunta Svetlana Alexievich en su libro “Voces de Chernóbil”. A lo que responde con esta sentencia: “Este libro no trata sobre Chernóbil, sino sobre el mundo de Chernóbil. (…) Escribo y recojo la cotidianidad de los sentimientos, los pensamientos y las palabras. La vida de lo ordinario en unas gentes corrientes.”

Pero, ¿cómo captar lo que apenas la humanidad llega a comprender?, esa catástrofe nuclear, que los que la vivieron en carne propia no podían explicarse…

 Antes del libro ya se habían escrito miles de página sobre el suceso, lo reconoce la propia autora, sin embargo ella va más allá de las causas y las consecuencias, a través de desgarradores testimonios cuenta cómo fue y lo qué significó una de las mayores tragedias del siglo XX.

“Chernóbil para ellos no era una metáfora ni un símbolo, era su casa”, explica Alexievich, periodista y escritora bielorrusa.  

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“En mitad de la noche oí un ruido. Gritos. Miré por la ventana. Él me vio: —Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Volveré pronto.

No vi la explosión. Solo las llamas. Todo parecía iluminado. El cielo entero…

Unas llamas altas. Y hollín. Un calor horroroso.”  

Liudmila Ignatenko, esposa del bombero fallecido Vasili Ignatenko (fragmento del libro)

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Durante casi veinte años de rigurosa investigación la escritora recopiló testimonios de científicos, extrabajadores de la central, médicos, residentes ilegales en zonas prohibidas, soldados; todos involucrados de una manera u otra con Chernóbil.

En la URSS estaban preparados psicológicamente para la guerra, la habían sufrido, pero no esperaron nunca luchar con el enemigo invisible de la radiación, que amenazó la vida no solo en Prípiat y sus alrededores, sino del mundo (se registraron niveles elevados de radiación en Europa y las emisiones llegaron hasta lugares tan distantes como China, India y Japón)

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“Salí por la mañana al jardín y noté que me faltaba algo, cierto sonido familiar. No había ni una abeja. ¡No se oía a ni una abeja! ¡Ni una!  Qué es esto? ¿Qué pasa? Tampoco al segundo día levantaron el vuelo. Ni al tercero. Luego nos informaron de que en la central nuclear se había producido una avería, y la central está aquí al lado. Pero durante mucho tiempo no supimos nada. Las abejas se habían dado cuenta, pero nosotros no. Ahora, si noto algo raro, me fijaré en ellas. En ellas está la vida”.

Apicultor de la zona (Fragmento del libro)

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Todo parecía normal antes del incendio, nadie sospechaba lo que iba a acontecer y de repente muchos tuvieron que abandonar sus hogares a causa de la radiación, otros insistirían en quedarse, muchos perderían la salud y la vida. Su mundo conocido ya no lo era más.

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“Yo me había metido en casa y no salía; la verdad es que no me encerré con llave. Llamaron unos soldados: « ¿Qué, abuela, está lista?» . Y yo les dije: « ¿Qué, me vais a atar de pies y manos, vais a sacarme a la fuerza?». Los chicos se quedaron callados y, al rato, se fueron. Eran tan jovencitos. ¡Unos críos!”

Zinaída Yevdokímovna Kovalenka, residente en la zona prohibida  (Fragmento del libro)

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“Ya no hay respuestas en el pasado. Antes siempre las había, pero hoy no las hay. A mí me destruye el futuro, no el pasado”

PIOTR S., psicólogo (Fragmento del libro)

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