"Abraza la incertidumbre". Encontré la frase mientras navegaba por ese mar proceloso que son las redes sociales, y la guardé para mí.
Quizás hace unos cinco años, cuando la maternidad no había entrado en mi realidad, esa simple oración me hubiera pasado desapercibida; porque si bien en toda existencia son esenciales las capacidades de improvisar y adaptarse, cuando se tienen hijos se tornan imprescindibles, si se quiere ser feliz.
Ocuparse de todas las necesidades vitales de otro ser humano es una tarea compleja siempre, pero es inobjetable que quien tiende al perfeccionismo o a la organización meticulosa, lo pasa peor.
Criar a un niño supone asumir que dependen de él los horarios propios de sueño o alimentación, de estudio, de trabajo, o de recreación. Y, por tanto, hacer planes es como tirar una moneda al cielo y cruzar los dedos.
He perdido la cuenta de cuántas veces, desde que soy madre, he cancelado planes porque mis hijos se enfermaron o no trabajó el círculo infantil.
- Consulte además: Casa tomada
Al principio, eso me causaba tristeza y enojo, porque quedaba mal con otras personas o porque simplemente de verdad quería participar en ese proyecto, estar en esa clase o tener aquella oportunidad.
Lloré, me molesté, perdí matrículas, dejé cosas a medio acabar; y, poco a poco, aprendí a abrazar la incertidumbre: entendí que no importa tanto el título final de un curso, y sí recibir la mayor cantidad de conocimientos que pudiese; que los demás deben entender que mi ritmo profesional debe adaptarse a mis hijos, y no al revés, y que si no lo hacen la culpa no es mía; cambié a un trabajo más acorde a mis realidades; y me relajé.
Que no se puede hoy, ya se podrá. Los niños no van a ser niños siempre, y no debo esperar a que se vayan de casa para ser feliz. Al contrario, los disfruto, atesoro momentos, y aprendo a adaptarme a lo que venga.
No deja de ser estresante por momentos; sin embargo, todo fluye cuando entendemos que no hay que ser la mejor en todo, sino simplemente disfrutar todo lo que se es.
- Consulte además: Supermami
En estos días de vacaciones, cuando hacemos malabares para darles experiencias inolvidables, no fallar en el trabajo, tener la casa limpia y no morir de calor, ayuda pararse, respirar, y aprender a amar un poco el caos, la falta de planes, y hasta los sustos que implica la maternidad.
Abrazar la incertidumbre es un poco como abrazarnos nosotras mismas. El orden, con medida, para que no nos asfixie. A fin de cuentas, la infancia es el reino de la improvisación, de la originalidad, y por esos predios andamos, de puntillas y nuevamente, cuando vivimos el privilegio de amparar otras vidas. Como dice una amiga querida, los jueguetes no son reguero.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.