Según algunos estudios, la cantidad de tiempo que se dedica a la conversación en el seno de las familias se ha reducido dramáticamente en los últimos años; sobre todo entre padres e hijos. Tiene que ver en buena medida con el móvil y su presencia constante, que aísla a los sujetos en burbujas impenetrables.
Una casa sin conversación dista de ser un hogar. Debería ser ese el sitio donde más a gusto nos sintamos, donde podamos contar sin tapujos cómo nos fue el día; así como las alegrías, miedos y esperanzas que nos sostienen, sin temor a ser juzgados. Comunicarse es una forma de amar, escuchar es un acto de amor.
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No podemos aspirar a que nuestros hijos conversen con nosotros si jamás estamos disponibles para hacerlo, o si solo los interrogamos sin decirles jamás nada de lo que nos pasa cuando no nos ven.
Son importantes los ritos, mirarse a los ojos, sentarse a la mesa, compartir aficiones y espacios de ocio. No solo se sientan así bases sólidas para el futuro, sino que se viven momentos hermosos gracias a esos diálogos disparatados que solo la niñez puede protagonizar y que aseguran carcajadas salvadoras.
- Consulte además: Diálogos
Esta es la segunda entrega de los diálogos que mi hija y mi hijo me regalan, y que guardo como testimonio de felicidad:
- EL PIROPO
–Mamá…
–Dime.
–Eres la mamá más linda que he tenido.
- FRENTE FRÍO I
–Mamá, tengo que pedirte una cosa.
–¿Qué, mi amor?
–Cuando tengas dinerito, por favor, cómprame una corbata, tengo el cuello frío.
- FRENTE FRÍO II
–Mamiti, yo conozco otra forma de bañarse.
–A ver, ¿cuál?
–El baño inglés.
– ¿Y cómo es ese?
–La cara nada más.
–Pero, ¿quién te enseño eso?
–Mi abuela.
- VIAJE A LA SELVA
–Mami, dice la seño que me tienes que llevar a la selva.
–¿Cómo?
–Sí, dijo que las mamás y los papás nos tenían que llevar a la selva.
–¿Y por qué?
–Estábamos viendo láminas de animales y dijo que nos tenían que llevar a la selva, donde hay muchos para ver, que era una tarea
–Hijito, ¿la seño no habrá dicho que fuéramos al zoológico?
–Bueno... ah, sí, era eso.
- OLIMPIADAS
–Mamá, tienes un pulóver y un shorts rojos, igual que esa muchacha.
–Es verdad. ¿Qué tú crees si empiezo a correr así?
–No puedes, mamiti.
–¿Por qué, hijo?
–Porque ya te vas a poner un poco viejita.
- LA PESADILLA
–Hermano, tuve un sueño feo
–¿Qué soñaste?
–Había un hombre malo con un cuchillo que entraba a una casa, yo estaba allí y me quería atacar.
–¿Y por qué no me avisaste para yo defenderte?
–Ay, chico, yo pude sola.
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