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sábado, 23 de noviembre de 2024

Nuestras mentes como bolsos repletos

El exceso de carga mental es un mal invisible pero latente, causado por la responsabilidad perenne de planificar, organizar y tomar decisiones referentes a la vida familiar...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 09/12/2022
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Carga mental
La carga mental es invisible, pero determinante. (Ilustración: P&G)

Justo esta mañana, mientras iba camino al trabajo, mi mente no dejaba de pensar en la lista de tareas del día: terminar la columna para Cubahora, chequear el plan de trabajo de la semana próxima, hacer la planificación editorial de fin de año, recoger a los niños del círculo a tiempo, sacar el picadillo para que se descongele, hervir las habichuelas, lavar los zapatos que me quiero poner mañana, darle la miel de abeja a Amalia para la tos, regar las plantas…

Casi todos los días el ritmo es el mismo, voy a cien kilómetros por hora, y he optado por descargar todos esos pendientes en una agenda, para no sentir que mi cabeza es un bolso atestado de cosas, y que algo se me perderá en un bolsillo.

Mi caso no es una excepción y ni siquiera de los más graves; dicen los especialistas que el estrés tiene género, y se debe a un mal invisible, que sufrimos la mayoría de las mujeres, y mucho más, las madres: la carga mental.

El término viene del ámbito laboral, y la sicología lo ha asumido para describir la “serie de tensiones provocadas en una persona por las exigencias del esfuerzo emocional y mental en un ambiente determinado”.

Parece complejo, pero resulta muy sencillo de percibir cuando nombramos esa sobrecarga molesta, que nos impide “desconectarnos” aunque sea un ratico: la carga mental es la responsabilidad perenne de planificar, organizar y tomar decisiones referentes a la vida familiar.

Puede que tengamos una pareja que cocina, lava, organiza, hace compras… pero la carga mental saca su oreja peluda cuando lo hace luego de que se lo pedimos directamente; es decir, es nuestra la responsabilidad de recordar que la ropa está sucia, que hace falta tenderla o doblarla, o que ya se acabaron las viandas.

Una encuesta realizada en España por la marca de productos para el hogar, Procter & Gamble, reveló que en ese país “tres de cada cuatro  mujeres sufre carga mental, aunque un 40% de ellas desconoce el concepto y el 45% nunca ha hablado con nadie de este asunto”.

Por otra parte “el 63% de las mamás españolas afirman que todos los días tienen en mente un listado infinito de cosas por hacer, frente al 25% de padres que experimentan esta misma sensación”.

“Un 87% de las madres se pintan como las principales responsables de que todo fluya adecuadamente en la casa, y un 69% reconoce que sus parejas colaboran, pero que hace falta pedírselo.

“Los hijos perciben también de forma inconsciente esta desigualdad de tareas; ya que solo un 12% de los padres afirman que son las personas de referencia para las necesidades diarias de sus hijos, frente al 70% de las madres. Otro dato curioso es que solo el 14% de los padres están en el chat del colegio, frente al 65% de las mamás”.

Me atrevo a decir que en Cuba sucede de forma muy parecida. Como dice la sicóloga Violeta Alcocer “el problema está en que hay una falta de conciencia absoluta respecto a esta cuestión”.

Repartir la carga mental entre todos los miembros de la familia viene a ser la última barrera para romper con las desigualdades de género al interior de los hogares.

Los hombres, en su mayoría, no han sido educados para asumir esas responsabilidades como suyas; por eso, aunque hayan racionalizado lo injusto de sus privilegios, sus subconscientes aún creen que “ayudan”. 

De ahí que sean tan necesarias las “masculinidades betas”, aquellas que también sientan malestar si el piso está sucio o decidan que es hora de cambiar la ropa de cama.

Mientras ese futuro mejor llega –y buena parte de su forja nos corresponde a las madres del hoy–una buena estrategia para romper el doble rol de jefa del hogar y empleada doméstica es compartir los distintos acápites de la vida diaria entre la familia, y que cada uno sea responsable no solo de su ejecución sino también de la estrategia (quien lava debe decidir qué día hacerlo, cómo, con qué detergente; el que compra debe estar pendiente de lo que hay y lo que no, etc).

Claro que no es cosa sencilla, hay que saber además delegar, soltar, y eso nos cuesta mucho a nosotras, educadas para ser administradoras del hogar, y esclavas de esa administración.

La última vez que mi pareja me preguntó “qué cocino”, le respondí: “no me traslades tu carga mental”, y me fui a limpiar, que era mi parte del acuerdo de ese día. Lo malo es que ya se aprendió el término y cuando le pregunto si frijoles negros o arroz amarillo, me responde de la misma forma.

Pero chistes aparte, no me quejo, la equidad supone libertad. Deconstruyéndome a mí misma, no vigilo por encima de su hombro cuánta azúcar le echa al dulce, ni la forma en que tiende la ropa. Y así voy soltando peso, y mis pensamientos encuentran espacio entre tanto pendiente.

La carga mental aplasta. Y más aún si debemos conciliar los ámbitos familiar y profesional, pero ese es tema para otro comentario.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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