En una de mis terapéuticas compras de trapos, caí en una tienda repleta de enormes bultos de ropa reciclada. Habituado a los percheros, me quedé un tanto dubitativo antes de obedecer a la señora que con empatía me dijo: “Niño dale, bucea ahí a ver que encuentras”. Así que me hice espacio entre los demás que intentaban hallar lo mismo que yo, pero antes, una pieza en buen estado y literalmente en talla. Como todo lo encontrado me satisfizo, desde entonces soy un gran asiduo.
En otra de mis pesquisas textiles tuve de vecina entre las perchas a una muchacha cuya cara de acto de repudio no había manera de quitarle. Le repitió más de dos veces al amigo que iba con ella, “Ay Dios mío, qué pérdida del glamour, yo aquí”. La miré como se mira a un cruce de sapo con tenca, lo siento, puedo ser muy despectivo con la gente falsa, es algo que no está en mí.
Recordé inevitablemente a Samantha Jones, una de las protagonistas de Sex and the City, quien no pudo resistir comprar una cartera falsa de Fendi, a pesar de ser una exponente verdadera de lo glamoroso, y ni qué decir de Carrie Bradshaw, estrella de la misma serie, que gastaba el sueldo en zapatos carísimos, pero terminaba combinándolo con vestidos baratos y de segunda mano, para obtener un maravilloso resultado. Y sin embargo ellas, que eran iconos de belleza, seducción y moda, no sentían que perdían ese glamour que esta muchacha pujaba en la modesta pero imprescindible tienda.
Desde hace unos años, este tipo de adquisición de prendas de vestir ha sido la salvadora de las necesidades de la mayoría de los cubanos, pues es la única opción estatal que ofrece la posibilidad de comprar a precios que no resulten burlescos, si se tiene en cuenta el salario medio de la población trabajadora.
Es cierto que a veces la calidad no es la mejor, pero cuando bien se bucea en los bultos de ropas, bien se encuentran cosas interesantes. Eso sí, hay que estar preparados para visitar a la costurera, pues no es muy fácil encontrar ropa entallada, o al menos, que quede a la medida. Hay que entender que esta ropa es donada por países donde los índices de obesidad son muy elevados (por razones conocidas y que no vienen al caso explicar) y donde por lo general, son mucho más altos que nosotros.
Lo cierto es, que a precios relativamente módicos, usted puede encontrarse en muy buen estado, y a veces hasta con la etiqueta original, camisas, pantalones y pulóveres de Oscar de la Renta, Tommy Hilfiger, Aeropostale, Ralph Lauren, hasta vestidos de Gloria Vandervill, Gap, Alexander McQueen, Banana Republic, entre otras reconocidas y siempre bienvenidas marcas.
Hay cubanos y cubanas, que al tener acceso a ciertas ofertas de élite, se dan el criticable lujo de mofarse, o ridiculizar a quienes en su intento de lucir bien, se compran sus prendas en la reciclada. Sucede que la honorable Chanel dijo una vez; “no es la ropa, es el estilo”, y he visto personas que con atuendos sencillos, han sabido resaltar y causar admiración muy por encima de quienes intentan ostentar con combinaciones aparatosas, que al cabo solo denotan grandes ingresos, pero falta de clase. Y vamos a hablar claro, incluso en los momentos de gran apogeo del espíritu proletario en Cuba, siempre se admiró a una mujer bien vestida, o a un hombre elegante.
El quid de la moda está en innovar, lo dicen los mismos que la imponen. Y la reciclada ha ayudado a despertar nuestro carácter innovador. ¿Quién no se ha encontrado un pantalón irresistible que no le quede? Entonces lo compra y lo lleva a la costurera para sacar de ahí un pescador, o chorpán, o un simple chor que nada tiene que ver con la prenda original. Igual sucede con vestidos, blusas, camisas, pulóveres, etc.
Eso es fashion, lo reformador, porque si Prada es capaz de sacar a la pasarela faldas sin dobladillo, así, con hilos salientes y todo; si Carrie Bradshaw en Sex and the City, es capaz de ponerse un cinto de collar y verse elegante; y la Top Shop se atreve a sacar ropa llena de huecos como mordidas por cucarachas, ¿por qué nosotros no vamos a inventarnos nuestra ropa según nos guste, y según se pueda?
Lo esencial es saber vestirse de acuerdo a las medidas del cuerpo, la ocasión, el horario, y el estilo propio, si se tiene. Estar limpio y bien combinado para causar buena impresión, ya lo dice la frase “no hay segundas oportunidades para causar una primera buena impresión”.
Dejémonos de absurdos esnobismos, esos sí no nos quedan bien. No hay razones para burlarse de la ropa reciclada ni de sus seguidores, al contrario, merecemos cumplidos. Debemos sentirnos suertudos de no vivir esclavizados de la moda, por no estar en un contexto donde eso es esencial para escalar puestos, incluso más que la propia inteligencia y la capacidad.
En Cuba le llamamos reciclada, en otros países “Second Hand”, o “Segunda Mano”, de todos modos, es una opción válida y para nada denigrante.
Me pongo de ejemplo ahora, pues mis amistades siempre han celebrado mi forma de vestir, que si me veo elegante, que si me veo con swing, que si qué toca’o, etc. La mayoría de mi ropa es traída del extranjero, a través de la reciclada, obvio, y al que se atreve a ponerme carita extraña cuando se lo digo, con orgullo le respondo:
-De la reciclada ¿y qué?
Amanda
13/5/21 18:53
Me gustaría que me dieran la dirección de varias recicladas
Yanay
13/9/17 16:51
Hola, me ha gustado mucho tu artículo, quisiera saber en que tiendas del centro de La Habana, sacan ropas recicladas.
Gracias
princes
6/6/14 15:22
5points for you!!!!, este tema de la ropa de second hand, es cierto todooooooooo lo que dices a mi me encanta bucear entre esta ropa lastima que casi siempre lo mejor ya etse reservado a alguien
Mercy
1/3/14 10:50
Mi blaiser negro de cuello chino, super..lo compré en ropa reciclada.
Landy Linares
1/3/14 9:39
Yo tampoco me preocupa por si es reciclada o no. Si la ropa me gusta a mi, es suficiente
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