Las energías renovables desde hace mucho tiempo dejaron de ser una utopía. El inminente peligro de la desaparición de los combustibles fósiles, unido a los disímiles problemas medioambientales, ha posibilitado que el uso de las energías más limpias hoy no sea solo una alternativa, sino una solución.
Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), alrededor del 40 por ciento de las importaciones cubanas en 2011 tuvieron fines energéticos. A pesar de que en la Isla se han trazado diversas estrategias para reducir el consumo de electricidad, el panorama mundial no puede negarse y la realidad es que los precios del petróleo son cada vez más altos.
La búsqueda de un recurso factible para satisfacer las necesidades energéticas de la isla caribeña se torna una prioridad. La biomasa, generada a partir de los residuos de la industria forestal, la agricultura y los desechos urbanos, se convierte en una opción, debido a las condiciones que posee el país.
La experiencia cubana en cuanto al uso de esta tecnología comenzó con la utilización del bagazo de la caña de azúcar como un segundo combustible en los centrales azucareros. Sin embargo, otras alternativas son exploradas y puestas en marcha.
“El uso de la cáscara de arroz como combustible dentro de la misma industria es un mecanismo viable que abarata el costo y mejora la calidad de los granos a la hora del secado artificial”, expresó a Cubahora Oscar Jiménez, especialista del Centro de Gestión de la Información y Desarrollo de la Energía (Cubaenergía).
“Mediante este proceso es posible sustituir todo el diesel y la electricidad que se consume en la producción arrocera, además de aportar kilowatts a la red eléctrica nacional”, añadió el experto.
La utilización de los residuos de los bosques y plantaciones para la generación pudiera ser una elección aceptada, debido al potencial que posee la Isla en esta área. Sin embargo, la explotación actual de este recurso se ha concentrado en sistemas de combustión generalmente de muy baja eficiencia, como es el caso de los hornos para la producción de ladrillos y otros materiales refractarios.
No obstante, en el poblado de Cocodrilo, de la Isla de la Juventud, se encuentra funcionando una planta eléctrica por gasificación de biomasa forestal. Además, están en proceso de adquisición dos estaciones de igual tecnología que se instalarían en Santiago de Cuba.
Entre los cubanos, el marabú es una planta que no goza de simpatía, ya que siempre ha sido considerada un serio obstáculo para el desarrollo ganadero, agrícola y forestal; sin embargo, pudiera ofrecer algunas ventajas.
Un estudio realizado en el año 2009 por el Grupo Nacional de Biomasa Forestal y Orgánica demostró que el marabú representa el 51,2 por ciento de la biomasa disponible en el país.
“Actualmente se emplea esta planta en la producción de carbón, incluso se exporta a países como Inglaterra para convertirlo en carbón activado”, afirmó a Cubahora Iraida Oviedo, especialista de Cubaenergía.
Oviedo agregó que, debido a la calidad de su madera y a la gran disponibilidad actual y futura, se vuelve necesario proyectar diferentes formas de uso, como pueden ser la producción de tableros, el comercio de astillas, pellets y la producción de energía.
“El futuro energético cubano podría estar en manos del marabú. En algunos países europeos, como Suecia, poseen plantas eléctricas que funcionan a partir de la gasificación de este arbusto”, opinó Jiménez.
A Cuba le falta mucho por hacer e investigar en el campo de la biomasa. Afortunadamente, los primeros pasos ya están dados.
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