Con vientos de más de 485Km/h, los tornados se encuentran entre las fuerzas más destructivas de la naturaleza. Si bien se desconoce exactamente cómo es que se forma este fenómeno, existen ciertas condiciones que le dan origen.
Los tornados se han observado en todos los continentes excepto en la Antártida, pero ciertos lugares del planeta, como el llamado “Corredor de Tornados” (zona estadounidense que se extiende desde Texas al norte de Kansas y los estados vecinos de la región de las Grandes Llanuras), son más propensos a experimentar este tipo de eventos.
Estos lugares cuentan con los ingredientes necesarios para formar un tornado: grandes cantidades de aire cálido, húmedo y cercano al suelo, inestabilidad atmosférica y frentes de aire verticales que al colisionar impulsan el aire húmedo hacia arriba. Cuando el aire cálido a poca altura entra en contacto con el aire frío elevado, se provoca una interacción inestable que da origen a una supercélula; un tipo de tormenta con un duradero remolino de aire ascendente.
No todas las supercélulas resultan en tornados. Los científicos creen que cuando dos corrientes de viento en oposición viajan a velocidades distintas, el aire entre ellas rota alrededor de un eje horizontal. Si uno de los extremos de esta columna de aire se ve atrapado en la corriente ascendente de la supercélula, se inclina verticalmente formando una nube de embudo.
La energía ascendente continua de la supercélulas alarga la nube de embudo y provoca que el túnel apriete y acelere. Cuando la extremidad de la nube de embudo finalmente toca el suelo, se convierte en un tornado.
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