El ADN permitiría "predecir" la esperanza de vida de una persona. Ello se desprende de una investigación liderada desde la Universidad de Edimburgo por Peter K. Joshi y su equipo, donde también participaron investigadores de otros centros de Reino Unido, Suiza, Estonia, Suiza, China y Estados Unidos.
En el estudio, publicado por la revista eLife, los científicos secuenciaron la información contenida en los genes de 500.000 voluntarios con el objeto de obtener su huella genética. El análisis combinado de los resultados obtenidos de los participantes junto con datos genéticos y de longevidad de sus progenitores identificó variaciones en 12 regiones del genoma humano, que participarían en el proceso de envejecimiento. De modo interesante, 5 de ellas nunca antes se habían asociado con la esperanza de vida.
Asimismo, algunas de estas variantes correlacionaron con mayor riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer, patologías cardiovasculares o desarrollar ciertos tipos de cáncer ligados al tabaquismo; afecciones conocidas por su gravedad y potencial mortal.
Así pues, la presencia o ausencia de dichas variaciones genéticas permitió a Joshi y sus colaboradores otorgar una puntuación a cada participante. De acuerdo con los resultados, el 10 por ciento de los sujetos con mayor cantidad de puntos presentó mayor probabilidad de sobrevivir en 5 años a la media de la población. En cambio, la esperanza de vida se redujo, también un lustro, en aquellos voluntarios con menor calificación.
La complejidad del proceso de envejecimiento, inherente a la vida, dificulta discernir sus posibles causas. Los investigadores lamentan que, a pesar de la cantidad de datos analizados, su trabajo no identificó posibles genes capaces de influenciar de forma directa la velocidad a la que el organismo entra en declive.
A pesar de lo interesante del hallazgo, los autores destacan que para "leer" la esperanza de vida de una persona a través de su ADN será necesario realizar nuevos experimentos, con mayor número de sujetos, que permitan afinar la técnica. La identificación de nuevas regiones permitirá mejorar la precisión del método. Aun así, concluyen que la influencia de factores no genéticos no debe despreciarse.
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