domingo, 22 de septiembre de 2024

2013, fue cine y mucho más

Cuando hagamos la cuenta regresiva el 31 de diciembre de los momentos culturales, habrá muchos recuerdos alegres y otros que no los fueron tanto...

Roselí Rojo Posada en Exclusivo 28/12/2013
1 comentarios
Anna Karenina, compañia de teatro ruso
El XV Festival de Teatro de La Habana lo inauguró el Teatro Estatal Académico ruso con Anna Karenina

El 2014 está casi a la vuelta de la esquina. Ya no queda tiempo para más en este año que voló ante nuestros ojos. Pero eso sí, muchos momentos alegres podremos recordar cuando hagamos la cuenta regresiva el 31 de diciembre, muchos recuerdos alegres… y también otros que no lo fueron tanto.

El Festival del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL) una vez más removió las calles y cines de la ciudad. Todo comenzó, como de costumbre, en el Carlos Marx con una gala que emocionó a no pocos. Fueron horas de una genuina y natural cubanidad, en las que el teatro se hizo eco de parlamentos de Elpidio Valdés, Vampiros en la Habana, más Vampiros en la Habana y algunos filminutos.

Esa fue la antesala coral, honorario que recibió Juan Padrón, dedicado por el padre de la animación cubana a otro grande de ese arte que este año nos dijo adiós físicamente, Tulio Raggi. ¿Quién no recordará sus animados de El negrito cimarrón, La calabacita o los que dirigió de Elpidio Valdés? Su fuerte inspiración onírica, casi colindante con el terror, marcó a generaciones de niños de esa forma sublime y anónima en que suelen trabajar los que hacen arte para los más pequeños.

Luego, en esa misma noche, las imágenes de Alfredo Guevara y Daniel Díaz Torres hicieron resonar la sala. El público anfitrión y también el extranjero reconocieron la entrega de estos dos hombres amantes del cine; el uno como fundador y fuerza motriz del FNCL y el otro, cámara en mano, con películas como Alicia en el pueblo de maravillas o su más reciente La película de Ana.

Como peculiaridades de esta 35 edición del FNCL, no podemos olvidar la presencia del reconocido actor brasileño Lázaro Ramos. El público cubano lo cuenta como uno más de los galanes que ha pasado por la televisión cubana en el espacio de la telenovela. Recientemente lo pudimos ver en Insensato Corazón. Para muchos, verlo allí, asiduamente, en la Sala 1 del cine Infanta fue todo un acontecimiento. No faltaron días en los que dos o tres cegados por la oscuridad tropezaron con Ramos en la escalera de la Sala 1, porque a veces cuando se copaban los asientos del jurado, él no tenía reparos en compartir un pedacito de escalera con el público nacional. En la salida del cine, de forma cariñosa pero insistente, al pobre Ramos lo acosaban miles de camaritas y señoras que querían retratarse, hacían colas incluso (nosotros tan propensos a ese método) con tal de llevarse un recuerdo. Y Ramos, en todo momento, probó ser un artista de la sencillez y la paciencia.

Quizás ese mismo entusiasmo y amor por lo nacional fue lo que provocó que una película menor como Boccacerías habaneras, de Arturo Soto, se alzara con el Coral de la popularidad. Habrá que esperar a que la retrasmitan en el circuito nacional para tomarle el pulso a ese entusiasmo inicial.

Y mientras andaba en los cines el tren del Festival, algunos decidieron darse un salto hasta el Teatro Lázaro Peña para reencontrarse con el cantante salvadoreño Álvaro Torres en su tercera visita al país. Este artista, directa o indirectamente, ha acompañado a muchos durante parte o casi toda nuestra vida. Sin exageraciones, pero ¿cuántos de nosotros por elección o por ósmosis no conocemos y cantamos canciones como Chiquita mía, o esa que dice más o menos así “Este corazón que inspira, que escribe con nostalgia y con melancolía…” Todos esos recuerdos llenaron el presente de aquellas noches en el Lázaro Peña.

Muchos fueron los comentarios, las expectativas y el público que movió la versión de Ana Karenina de una compañía rusa que nos visitó a finales de octubre durante el Festival de Teatro de la Habana. La pregunta que algunos repetían semanas antes del estreno, ¿qué solución darán a la cuestión del idioma? Las respuestas, por su puesto, fueron tan variopintas como somos nosotros mismos los cubanos. Algunos comentaron la posibilidad de incluir una pantalla con los subtítulos, otros explicaban que lo importante era permearse del espíritu ruso y en ese sentido la lengua era fundamental; incluso se llegó a afirmar que de seguro seguían la tendencia de mezclar los dos idiomas, de manera que algo se nos pegara. ¿Cuál no sería la sorpresa para aquellos que, una vez sentados en el Mella durante el estreno de la obra, vieron que el espectáculo apostaba solo por el lenguaje corporal? La experiencia valió la pena, pocas oportunidades tenemos de vivir, a todo color, la cultura rusa y, en especial, la visión que sus artistas tienen de los clásicos.

Por supuesto, durante el Festival de Teatro sobraron los momentos para acercarnos a los clásicos cubanos. Contamos con la reposición de Aire Frío, de Virgilio Piñera por Argos Teatro, Antígona, de Yerandy Fleites por la compañía matancera El Portazo y Antigonón, de Rogelio Orizondo a cargo de Teatro el Público, estos últimos textos de las voces más jóvenes de las Tablas cubanas.

A pocos días del término del Festival, recibimos la noticia de la muerte de Abelardo Estorino, uno de los autores más ingeniosos del teatro cubano. Y, precisamente, como en su dramaturgia conviven los pasados con los presentes, el hoy con el ayer, podremos seguir contándolo los años venideros entre aquellos que nunca nos abandonan.

En lo personal, conservo una imagen feliz del maestro, de cuando por azares de esta pequeña Habana, compartimos butacas cercanas en el Trianón. Como toda admiradora que soy de su obra, me permití espiarlo, hacer de él mi propio espectáculo, y como admiradora me admiraba de verlo reír y responder vivamente a las provocaciones que siempre lanza una puesta de Carlos Díaz. Y cuando en un momento le pidieron que bailara, no dudó, y parecía a flor de piel la juventud eterna del alma.

Se nos fue también este año Teresita Fernández. Ella supo igualmente asegurarse de que su despedida no estuviera acompañada de dolor. ¿Cómo no sentirla viva y alegrarse tras escuchar Mi gatico Vinagrito o su versión de Dame la mano y danzaremos? Ella será la eterna cómplice de nuestra primera formación moral, de nuestro primer sentido del bien, que tan fuerte impregnaba en sus canciones; si la infancia cubana tuviera voz, sería ella.


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Roselí Rojo Posada

Se han publicado 1 comentarios


ALECO
 29/12/13 12:30

MUY TRISTE LA MUERTE DE TERESITA, A MI TAMBIEN ME DOLIO COMO A ROSELÍ. MUCHAS GRACIAS.

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