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jueves, 28 de noviembre de 2024

El Paria de la poesía

No clavetea los techos para cerrar el paso a las estrellas, porque el poeta es el Paria, el marginal con la cabeza llena de grillos, montes y viejos arcoíris heridos cuando alguien asesina a la belleza...

Julio Cesar Sánchez Guerra en Exclusivo 19/03/2023
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Poesía
El viejo trovador, el poeta, abre un surco a las palabras; hunde el sustantivo donde canta una semilla que se refugia en el aroma, la niñez, el amor y la muerte.

El poeta no rompe el surco en la tierra; no siembra cañas para poner el azúcar sobre la mesa, ni asegura el techo para que la lluvia no empape a las sillas de la casa.

El viejo trovador, el poeta, abre un surco a las palabras; hunde el sustantivondonde canta una semilla que se refugia en el aroma, la niñez, el amor y la muerte.

No siembra la semilla  de ojos duros que caen en la herida de la tierra, pero sabe que en los pequeños silencios se esconde  la vida, la alborada,  el pájaro  que ya se posa sobre la rama sin nombre,  para despertar al monte con pedacitos de músicas; el poeta descose la luz.

No clavetea los techos para cerrar el paso a las estrellas, porque el poeta es el Paria, el marginal con la cabeza llena de grillos, montes y viejos arcoíris heridos cuando alguien asesina a la belleza.

Los obreros sudan la gota gorda llenando los barcos con la cosecha del año, y el poeta, el trovador, Alberto Tosca, abraza la guitarra, y suda la calentura de un dolor:

“Calca una sonrisa con la nube / y el cristal miel vitral  / no haces mal, corre a amar / tu lugar frente al mar. / Paria,  / no estrujes más tus noches /  olvida los derroches / la guitarra fue a parir…”

 Mientras la hormiga, carga el trozo de pan para el hambre del invierno, la cigarra eleva un canto que se eleva  alegre y  verde por las hojas, y rompe el silencio de la muerte. Por eso el poeta, el Paria,  hace el más absurdo de los pedidos:

“Trágate un pedazo de sol fresco,/ corre al huerto, siembra un gesto/ de cristal medio azuloso / no duermas en el reposo. / Móntate desnudo sobre el cuerpo / limpio y fresco de palomas/ que abandonas en el aire /por si no te quiere nadie/ Paria, / desbroza el horizonte / el cielo sobre el monte /la alborada va detrás…”

Tragarse un pedazo de sol fresco, como el  caballo de Aquiles Nazoa, que se alimentaba de jardines, llenarse las venas de cierta claridad para  atravesar la noche y encaramarse en las manos alzadas de la tierra.

Dirán que el poeta no sirve para morder  a una montaña, pero alivia la mordida que cae sobre el hijo encadenado de los dioses. Hay otro pan que nos llovizna desde el cielo: La música entra por la ventana y llega hasta el oído de un ser vencido, y algo se levanta en el último refugio de las almas.

Ahora  es tan difícil fijar la atención en un atardecer; en estos tiempos  las lucecitas de la escena caben en las manos y Narciso se multiplica en el derroche de  los selfies que mueren ahogados por el precoz nacimiento de otra fama.

En estos días en que las flores artificiales pretenden derrotar el aroma de una rosa; ahora que los abrazos mueren por sobredosis de distancias, “desde la poesía nos negamos a rendirnos” Y más allá de Vallejo o Neruda, mi madre, a la sombra de la muerte y un algarrobo, echa agua a los helechos; tampoco mi fe se irá  porque mantiene las alas  pegadas a mi amor.

Por eso, “Paria, / agárrate a las nubes /  observa como sube / tu arcoíris de cristal./ ¡Paria!”

Agárrate a las nubes que no tienen fecha de nacimientos, ellas esconden la lluvia, la risa, la tormenta, el animal  que salva el agua en la vigilia de la luna;  la luna que  cae, rota en los charquitos de la memoria.  Arrímate a la fiesta de la palabra que  el verso, es otro parto de la luz. Y la guitarra fue a parir, desbroza el horizonte, la belleza respira, y nos salva.


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Julio Cesar Sánchez Guerra

Pinero de corazón. Pilonero de nacimiento. Cubano 100 por ciento. También vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Practicante ferviente de la fe martiana. Apasionado por la historia, la filosofía y la poesía.


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