Rubén Darío Salazar ha dedicado más de la mitad de su vida al teatro, en especial al trabajo para niños. A los títeres lo une cierto delirio. Esas “figurillas”, a las que le insufla vida sobre el escenario, forman parte de la familia que ha creado con tanto esmero. Sus personajes resultan caleidoscópicos, como las historias que recrea. Desde hace mucho, Rubén ha dejado su impronta en los tabloncillos cubanos.
“Las representaciones escénicas, desde antaño, tienen como principal objetivo entretener, divertir o sacar alguna lagrimilla, llamar la atención. Si eso no ocurre, seguramente no tendrá ningún sentido dedicarse a esa profesión; debe suceder esa magia o química singular que produce el diálogo entre artistas y espectadores. El teatro es un modo de vida.
“Ahora, si además de entretener y de ser un modo de ganarse el sustento para enfrentar la cotidianidad, uno se plantea hacer un teatro de arte, entonces estamos hablando de algo mucho más comprometido, que lleva una responsabilidad y una entrega del cuerpo, el alma y el cerebro. Ese es el teatro que me interesa hacer, el que me enseñaron a crear y pensar en las aulas del Instituto Superior de Arte.
“Si es como en mi caso, que incluye el teatro para niños, niñas y jóvenes, con especialidad en títeres, necesariamente no solo puede estar enfocado en pasarla bien, sino en hacer del espectador una persona mejor, a través del texto, la música, los movimientos danzarios, los diseños y la interpretación”, confesó.
Desde la investigación ha puesto en valor la obra de importantes compañías y titiriteros cubanos. ¿Puede decirse que existe en Cuba una tradición del espectáculo con títeres?
A cualquier trabajo teatral profesional debe antecederlo una investigación, una búsqueda de razones, dudas y certezas que le aporten a la labor escénica una fuerza útil y necesaria.
Mi acercamiento al trabajo de los hermanos Camejo y Pepe Carril, desde el surgimiento en 1949 del Guiñol Titiritero de los Hermanos Camejo hasta la creación del Teatro Nacional de Guiñol(TNG) en 1963 y su extensión hasta 1971, fue antepuesto por otras investigaciones y preocupaciones acerca de la historia titiritera cubana, que no solo cuenta con ellos, aunque sobre sus creaciones descanse una parte fundamental.
Si se entiende la tradición como la herencia que nos dejaron personalidades como Modesto Centeno, Beba Farías, Nancy Delbert, María Antonia Fariñas, Dora Carvajal, Carucha y Pepe Camejo, Pepe Carril, Luis Interián o Roberto Fernández, por solo mencionar algunos nombres pioneros, entonces hay que reconocer que tenemos más de 70 años de una tradición titiritera que nada ni nadie ha podido detener.
¿Cuánto ha bebido su quehacer de ese proceso de investigación dedicado a buscar la historia y evolución del títere cubano?
De las investigaciones realizadas desde Teatro de Las Estaciones nacen las puestas en escena protagonizadas por Pelusín del Monte, títere nacional de Cuba, a partir de la dramaturgia de Dora Alonso, una autora imprescindible si de creación para los infantes se trata.
El rescate para los retablos de un ballet para muñecos como La caja de los juguetes, de Claude Debussy, o el concierto didáctico Pedro y el Lobo, de Serguei Prokofiev, nos llevaron a investigaciones posteriores sobre nuestro patrimonio sonoro y a crear montajes sobre Bola de Nieve, María Teresa Vera, Benny Moré, el Trío Matamoros, hasta la realización de espectáculos con música de Teresita Fernández, Bárbara Llanes o William Vivanco.
Los textos de Martí, de Lorca, del titiritero argentino Javier Villafañe, de René Fernández, responden a una preocupación e investigación sobre la dramaturgia titiritera clásica y contemporánea para infantes y adultos que llega hasta dramaturgos como Norge Espinosa y María Laura Germán. Quien no indaga o explora sobre su profesión poco o nada podrá aportar. Existimos sobre las huellas que otros y otras ya anduvieron.
El Teatro Nacional de Guiñol ha celebrado, recientemente, sus 60 años de fundado…
El TNG llegó a los 60 años de su fundación, y de seguro seguirá cumpliendo 70, 80 y más. Necesitamos que acabe de reabrirse con las condiciones tecnológicas adecuadas para que las celebraciones no sean solo un asunto de fechas, historia, sino de realidad artística. Necesitamos que el Guiñol se convierta en el espacio teatral estable para el público infantil y adulto que ama el teatro de figuras, y del cual hace ya casi una década no disfruta porque permanece cerrado.
Las seis décadas fueron celebradas virtualmente, en las redes y en televisión nacional. El programa de presentaciones artísticas presenciales por el aniversario del TNG respondió a una convocatoria que lancé a través del Centro Cubano de la Unima y tuvieron lugar en toda Cuba, en el mes de marzo pasado.
Ahora mismo, cuando se menciona al TNG, estamos hablando de un espacio en reconstrucción, bien adelantado, pero no concluido. Desde 2019 —después del fallecimiento del maestro Armando Morales, el único fundador de la institución en 1963 que allí quedaba— se decidió pensar al TNG no como una compañía, sino como un lugar para presentar obras de teatro de figuras nacionales e internacionales, con un poderoso vínculo a nivel pedagógico, teórico y práctico (conferencias, talleres, festivales, publicaciones, producciones escénicas, etc…).
Tanto Teatro de las Estaciones como el Guiñolconforman la vanguardia del espectáculo con figuras. ¿Cuál es el estado actual del teatro para niños en Cuba?
Teatro de Las Estaciones es un nieto legítimo, como muchas agrupaciones titiriteras del país, del Teatro Nacional de Guiñol. Nuestros padres fueron los grupos formados por los maestros de esa institución, entre 1961 y 1963, por toda la isla. Ellos constituyeron una vanguardia artística, que aún hoy es difícil de superar.
Estar a la vanguardia es una responsabilidad mayúscula. Vanguardia significa evolución, progreso, desarrollo, vitalidad. El TNG se volvió un clásico, significa una parte imprescindible de nuestra historia cultural y teatral. Nos toca a todos los grupos titiriteros en activo ir tras ese ejemplo, tratar de superarlo para entregarles a nuestros hijos los mejores recuerdos junto a las mejores herramientas técnicas, artísticas y éticas.
El teatro, el arte en general, se parece a su tiempo, a lo que se vive a diario. Hacerlo de espaldas a las cuestiones socioeconómicas, ideológicas y culturales es hacer un teatro de vitrina, que puede ser hermoso y perfectamente hecho, pero muerto.
El teatro de títeres cubano de la actualidad vive una situación de emergencia. Por arriba del trabajo artístico también pasó, como una ola destructora, la pandemia y sus consecuencias en todos los sentidos. Es necesario pensarlo con sus verdaderas circunstancias, adecuarlo, sin que pierda su esencia y sus mayores valores, para trabajar de una forma renovada, útil, inclusiva, retadora. La necesidad del teatro debe pasar por encima de juegos tecnológicos, móviles y películas 3D, que sea una necesidad imperiosa y contundente. Es una aspiración inmensa, lo sé, pero los teatristas siempre hemos sido unos sobrevivientes; eso también se hereda y se transmite de generación en generación. En ello pongo mi fe.
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