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lunes, 25 de noviembre de 2024

Giacomo Casanova fue mucho más que contumaz seductor

El brioso individuo que cautivó a 132 damas fue un auténtico erudito del Siglo de las Luces...

Luis Úbeda en Exclusivo 16/06/2012
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Giacomo Casanova
Actualmente, muchos intentan reeditar su hazaña, pero cada vez es más difícil.

Ingeniero, violinista, filólogo, escritor de comedias y autor de ciencia ficción, matemático, químico, geógrafo... Fundador de la lotería nacional francesa en 1762, espía al servicio del rey Luis XV y viajero empedernido que recorrió toda Europa y compartió con personajes de grueso calibre.

Entre cortes y salones, Giacomo Casanova devino testigo excepcional de momentos estelares en la historia de Occidente. Tanto es así que reseñó sus encuentros con Rousseau, Voltaire, Madame de Pompadour, Catalina II de Rusia, Benjamín Franklin, Federico II de Prusia, Wolfgang Amadeus Mozart…

Teatro de Praga, 29 de octubre de 1787. Estreno de El libertino castigado o Don Juan (en italiano, Il dissoluto punito ossia il Don Giovanni), un drama jocoso en dos actos con música de Wolfgang Amadeus Mozart y libreto de Lorenzo da Ponte. Nuestro personaje transita por sus 62 abriles y cuenta la leyenda que estuvo presente en el estreno de la ópera, e incluso que intervino directamente en la redacción del libreto, ya que era amigo personal de Da Ponte, quien lo había presentado al genial compositor.

Aclarado entonces que fue mucho más que contumaz seductor, como lo muestran folletines, libros más o menos veraces y filmes, regodeándose todos en sus aventuras con damas de las más altas esferas de la época, al extremo que desde entonces y hasta hoy, su apellido es prototipo de amante y aventurero.

LA LEYENDA HACE SUS PININOS

Giacomo Girolamo Casanova nació el 2 de abril de 1725 en esa romántica Venecia que han cantado y cantan los poetas, hijo de los comediantes Gaetano Casanova y Zaretta Farussi. El primero falleció cuando Giacomo solo tenía ocho años. Su habilidad intelectual debutó muy temprano, gracias a la educación eclesiástica impartida por el abad Gozzi. Casi adolescente tradujo un pentámetro latino y después realizó tesis sobre Derecho Civil y Derecho Canónico. Del senador veneciano Malipiero recibió los primeros barruntos de filosofía y ciencia; mas la relación se iría a pique cuando el jovenzuelo (apenas 18 años) sedujo a la favorita del venerable anciano, la cantante Teresa.

Quizá con ánimo de enfriar sus impulsos amorosos, Zaretta lo lleva a Roma para que entre al servicio del Cardenal Acquaviva; tiene 21 años y viste la sotana de fraile. Pero puede más su apetito de aventuras que termina por colgar el hábito e inicia su primer periplo europeo, que lo llevará a Corfú y Constantinopla. Regresa a Venecia para ser violinista, pero también “colgará” el instrumento poco después.

Gracias al parque cultural acumulado en sus andanzas, se presenta como médico ante el patricio veneciano Matteo Bragadin y, ¡milagros de la ciencia!, lo cura de un reciente infarto. Agradecido, Bragadin le da una fuerte suma de dinero e introduce en los misterios de la magia y la cábala, lo cual llega a oídos de la Santa Inquisición obligándolo a poner tierra de por medio. De 1749 a 1752 recorre Milán, Cremona, Cesena, Parma, de nuevo Milán, Génova, Lyon, París y Dresde.

Regresa a Venecia en 1753 y, en 1755 es arrestado y encarcelado en los Piombi, o prisión de los 'Plomos'. Un año más tarde escapa audazmente en compañía de un monje que conoce en las hasta entonces invulnerables mazmorras de la Inquisición y se “esfuma” durante 18 años. Recala en París, donde se codea con Luis XV, Madame de Pompadour y otros persones de la corte, ganando la confianza de la realeza gala al punto de actuar como espía a partir de 1757. Sin embargo, sus “inquietas artes” renacen con ímpetu en la figura de un fraude textil seguido de la falsificación de letras de cambio, todo lo cual le aconsejan volver a poner “tierra de por medio”.

CHEVALIER DE SEINGALT

A esta altura de la vida, rondando ya los 35 años de edad, Giacomo Casanova precisa un toque de distinción… un alter ego con título nobiliario. A partir de entonces se hará nombrar Chevalier de Seingalt. En 1760 reaparece en Zurich, dicen que haciendo penitencia en una abadía; más adelante el papa Clemente XIII lo condecora en Roma; luego se presenta en la corte prusiana de Federico el Grande y este, fascinado por su leyenda, le ofrece el mando de los cadetes del ejército.

En San Petersburgo conoce a Catalina la Grande; en Polonia elabora una historia acerca de la violencia política en ese país, en Madrid concibe un plan para que suizos y alemanes allí residentes formen una colonia en Sierra Morena, y en 1786, en Barcelona, cumple 42 días de arresto por un affaire con la esposa del Capitán General de la plaza.

La aguja de su brújula lo guía nuevamente a Italia, donde se suceden nuevos escarceos amatorios y en Nápoles visita por segunda ocasión a su hija, Leonilda, casada con un noble masón por el cual Casanova tiene gran simpatía, ya que él también lo era. Cuentan que este le rogó que preñara a su esposa (sin saber que era su padre) pues él estaba gravemente afectado por la gota; y siguen contando que durante las semanas que allí vivió, estuvo con una de las doncellas, de nuevo con Lucrezia —madre de Leonilda- e incluso con esta…

En 1771 Casanova tradujo La Ilíada de Homero y de nuevo viaja a Venecia, no sin antes haber cumplido una misión a favor de la ciudad para poder regresar.

Pero al cabo de varios años de paz, una venganza lo lanza nuevamente al exilio. En 1783 comienza otro tour partiendo de Viena, para ir después a Bolzano, Augsburgo, Aquisgrán, Spa, París, de nuevo Viena, Dresde, Berlín, Praga… Dos años más tarde entabla amistad con el conde de Waldstein, aficionado a la masonería, y este le ofrece hacerse cargo de la biblioteca de Duchcov, en la actual República Checa, donde fallece el 4 de junio de 1798. Tenía 73 años cumplidos y le restaron 27 por relatar todos sus avatares.

En el prólogo de sus memorias dejó sentado: “Comienzo declarando al lector que, en todo cuanto he hecho en el curso de mi vida, bueno o malo, estoy seguro de haber merecido elogios y censuras, y que, por tanto, debo creerme libre.”


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Luis Úbeda


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