lunes, 16 de septiembre de 2024

Heras, entre el pupitre y la pared

Es tan difícil entrevistar al escritor Eduardo Heras León, que no puedo distinguir si es real o es ficción estar frente a él...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 14/08/2012
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Eduardo Heras León, fundador del Taller Literario "Onelio Jorge Cardoso".

Es difícil entrevistar al escritor Eduardo Heras León. Al menos, para mí lo es. En un minuto se produce una muda del nivel de realidad, que me impide distinguir si es real o es ficción estar frente a él, con decenas de preguntas en mi mente. En ese momento, no me siento periodista, lo confieso, sino su alumna, y es entonces que la objetividad imprescindible en mi profesión desaparece sin que yo pueda evitarlo.

Por suerte en la última clase de nuestro Curso de Técnicas Narrativas este año en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, todos nos volvimos periodistas. Las preguntas, oportunas, encontraron en él rápidas respuestas y yo llené papeles con el temor de que se diera cuenta.

Heras nació en el Cerro, y su formación inicial estuvo en el magisterio, como maestro normalista. Por eso no puede negar que “pocas cosas me satisfacen más que esto, el intercambio con los jóvenes en un aula. Me siento más vivo, me enriquezco…Esa es mi vocación primaria”.

Desde que comenzó a escribir —y no ha dejado de hacerlo—nos han llegado muchos cuentos, incluso en épocas complejas, en las que La guerra tuvo seis nombres y Los pasos sobre la hierba, provocaron intensos debates. Hoy son alrededor de cincuenta y conforman el libro Cuentos completos, recién editado en la Feria del Libro de Santo Domingo y presentado por los escritores Reynaldo González y Ariel Cantero en la Casa de la Federación Estudiantil Universitaria en la Noche de los Libros, el pasado julio.

¿Quién fue su crítico?, le preguntó el primero en colocarlo entre el pupitre y la pared.

—Ambrosio Fornet, sin dudas. Tan cercano a nuestra generación, tan inmensa su capacidad analítica….

Profe, ¿y por qué no una novela?

—Sí, sí, la hay. Tiene más de doscientas páginas, pero aún está inconclusa. Siempre encuentro un pretexto para no seguir escribiéndola. Tiene mucho de mí, ¿saben?, se remonta a los años 50, cuando un grupo de jóvenes estudia Magisterio en la Escuela Normal, y luego de muchos años de graduados, deciden encontrarse para ponerse al día en sus vidas…Pero imagínense, muchos me piden que escriba mis memorias, pues han sido tantas las personalidades que he conocido y las vivencias que he tenido…Otros demandan de mí un libro de presentaciones, en el que reúna todas las que he hecho. ¿Sería un buen proyecto, verdad?

Desborda humildad este hombre, a quien tanta gente ha querido arrimarse, en busca de esa magna sombra que te escudriña cada detalle, te aconseja cómo mejorar tus textos, cómo lograr en ellos más verosimilitud y originalidad, y aún así te recuerda que, en la literatura como en todo, debes estar abierto a todo criterio pero pensar con cabeza propia.

UNA ESCUELA, UN MUNDO

Hace casi quince años sembró la semilla del Centro Onelio, esa institución en la que se forman a nuevos escritores, ya con talento e intelecto, pero con necesidad de conocer y dominar las técnicas narrativas. Muchos se oponen a esta idea, pero lo cierto es que más de 800 jóvenes han pasado por allí, refiere Heras, algunos de los cuales son excelentes escritores, otros son asesores literarios y todos, por suerte, son buenos lectores, en la medida en que se enfrentan a un texto, y sin perder el placer de leerlo, pueden sumergirse en él y comprenderlo mejor. Un logro indiscutible, sobre todo en esta era en la que el hábito de leer es cada vez menos frecuente.

Muchas angustias ha padecido el centro, reconoce, desde el punto de vista material y económico. También muchos detractores y obstáculos han debido sortear Heras y su dulce Ivonne, quien es el alma noble del proyecto. Hasta hace poco tiempo, en que tiene su sede en 5ta. y 20, en el municipio capitalino de Playa, los encuentros tuvieron que hacerse en disímiles lugares, entre ellos, la propia casa de Heras.

“Algún día tendrá que escribirse la historia del Centro Onelio, en el que he puesto todo mi empeño, junto a un grupo de escritores que aman la literatura y comparten la idea de su existencia. Después de su paso por aquí, cada uno de sus éxitos es nuestro también”.

Siempre alguien va más allá, como queriendo tocar las fibras más íntimas del escritor y el hombre.

¿De dónde han venido las influencias mayores en su literatura?

Heras alza las cejas. “Es difícil —contesta...Medita nuevamente…No, no tanto…

“Pues bien, en una época Hemingway, sin dudas; en otra, Vargas Llosa. Desde el punto de vista del dominio de la técnica, Julio Córtazar y Juan Rulfo…Abelardo Castillo, no puedo dejar de mencionarlo, y claro, como todo el que empieza, Horacio Quiroga…”

Apuntábamos veloces cada nombre, porque nada mejor que seguir sus pasos…

“No, no hagan eso, cada uno sabe de dónde nutrirse, y al final, se encontrará a sí mismo”.

Con certeza, cada una de sus enseñanzas en las clases, cada una de sus “magistrales” lecturas, esas que permiten que todo cuento gane un premio luego de ser leído por él, y todas sus sugerencias harán de quienes gozamos del privilegio de ser sus alumnos, seres distintos, pues amaremos más la literatura e, inspirados en él, que nos hizo amarla más, intentaremos también hacerla.

No puede ser de otra manera, luego de que el último día, el “oficial”, nos llamara “entrañables amigos” y no ya “queridos alumnos”, nos confesara que era un día triste, aunque debía ser alegre, y nos regalara un abrazo antes de convidarnos: Ahora, ¡A escribir!


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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