La ciudad de San Carlos de Matanzas, junto a Santiago de Cuba y La Habana, es uno de los troncos fundamentales de la cultura musical cubana. Fue fundada en 1693, hace 330 años, después de un proceso administrativo iniciado en 1681, momento que definió la necesidad de poblar y defender uno de los principales enclaves estratégicos para el control territorial y marítimo del occidente cubano.
EL DANZÓN
El danzón, que alimentó y se fundió con muchos de los ritmos más triunfadores de Cuba: danzón-mambo (nuevo ritmo), mambo a lo Dámaso Pérez Prado y chachachá, tuvo su paladín en el compositor matancero Miguel Faílde y Pérez, aunque dicho baile se conocía extraoficialmente desde años atrás por las distintas giras que ofrecía la orquesta del músico, y porque el danzón ya venía desarrollándose. Considerado el “baile nacional”, tiene la herencia de la contradanza, la habanera, la danza criolla.
Por una nieta de Miguel Faílde, Aurora Gómez Faílde, se conoce que fue en la ciudad de Matanzas, en el año 1878, en la casa de los Condes de Lunas —específicamente en la Quinta Luna (callejón de Gumá, entre San Gabriel y Capricho)—, donde se ensayó e interpretó el danzón por primera vez.
Miguel Faílde lo presenta oficialmente en el Club de Matanzas (después Liceo de Matanzas), con la obra “Las alturas de Simpson”[1]. Fue cuando Bellido de Luna, dueño de la quinta, celebraba el día de Santa Aurora, en una fiesta que empezó el 13 de agosto y duró una semana.
A ese primer número, le siguieron “La bollera”, “La malagueña”, “Los tirabuzones”, “Los hijos de Querina”, “Para La Habana me voy”, “La diosa japonesa”, “Cuba libre”, y otros. Faílde no era solo un compositor de danzones; también de danzas, valses, pasodobles, marchas, así como de instrumentaciones para bandas.
El danzón se escribe en compás de 2/4 (dos por cuatro) y consta de tres partes llamadas paseo o introducción, un primer trío (de clarinete), segundo trío (de violines) y un tercer trío (de metales) de sabor muy popular con ritmo marcado y pegajoso.
Comienza con una introducción de ocho compases, que se repite para hacer un total de dieciséis antes de entrar en la llamada parte del clarinete. La primera parte es más movida que la segunda. Luego vuelve nuevamente a la introducción, que sirve de pretexto como de puente, y se pasa al cierre de los metales en la típica o en los violines en las charangas. Su longitud es de treinta y dos compases, volviendo a la introducción repetida. Pasamos al último tiempo, que participa casi siempre del movimiento más acelerado del son o la rumba. (Eliseo Grenet)
Con la composición de cuatro danzones en 1877, Faílde conforma un danzón más lento, instituido definitivamente.
A fines del tercer cuarto del siglo XIX, la danza se baila consecuentemente como baile de parejas, y este fenómeno comenzó a tener impacto en los músicos acompañantes. La música veloz y ligera de las primeras danzas resultaba demasiado rápida e incómoda para un baile de parejas; de ahí que fuera menester un cambio.
El resultado fue el danzón, un baile más lento, instituido definidamente por Miguel Faílde con la composición de cuatro danzones en 1877. Faílde logra que al escucharlo los bailadores marquen el compás de manera inconsciente, obligándolos a “echar un pie”.
Faílde es parte de ese paso de la danza al danzón que decidió el futuro de ese ritmo y le aportó más de lo que podemos imaginar, pues constituye un motivo de verdadera seducción musical. De esa manera, los bailadores podían marcar pasos cortos, deslizados y contoneos del cuerpo. Posteriormente pasa a los salones de baile exclusivamente, y es considerado como “baile de salón”.
Todo ello, que parece sencillo, imperceptible, es de enorme importancia cuando se toma en cuenta que, en música, los ligeros cambios son verdaderos logros que pueden causar hasta una revolución musical.
El danzón o habanera estaba formado por veinte parejas con arcos y ramos de flores y era cantado por todas las parejas. Para este baile llamado danzón se le pidió a un músico muy joven llamado Miguel Faílde el escribir una música ad hoc. A Miguelito, como era conocido, mientras hacía la música para este baile se le ocurrió la idea de crear lo que más tarde sería nuestro baile nacional. El aristocrático danzón.
LA RUMBA
En la rumba Matanzas también tiene participación, junto a La Habana. En Addis Abeba, Etiopía, el 30 de noviembre del 2016, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró la rumba cubana Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Cuba es una potencia rítmica. Posee muchos géneros musicales. La rumba es uno de las más cercanos a la raíz africana. Quizás no fue creada en los barracones de esclavos, necesitaba un clima más apropiado; pero la música se gesta, se cocina en el alma y la mente de los hombres, donde la sangre bulle.
La savia le viene de los conjuros negros, de aquellos tiempos en que subvertían el orden, transgredían el poder de los colonizadores. Los mitos siguieron sosteniendo la esencia rítmica, los relatos, las parábolas, las fábulas, los cantos y bailes a la manera de sus orígenes. Todo ese mundo maravilloso, ese significado que solo ellos conocían, viene del África milenaria.
Entre Matanzas y La Habana se cuenta una larga lista de rumberos y grupos de percusionistas que crean una fiesta de tambores para mantener viva la llama de la rumba auténtica.
EL MAMBO
El mambo, como ya sabemos, es un ritmo colectivo (entre Matanzas-Santiago de Cuba-La Habana), que parte de inicios del siglo XX; apoyado por músicos geniales como José Urfé, Arsenio Rodríguez (de Matanzas con familia de Güines, La Habana), Arcaño junto a los hermanos López “Cachao”. Pero, es Dámaso Pérez Prado quien sintetiza, culmina el género musical y lo hace internacional como un gran fenómeno y boom mundial.
De mi libro Cuba: La Isla de la música, tomo una lista de algunos de los músicos más reconocidos de Matanzas:
Miguel Faílde; Ethiel Faílde; Aniceto Díaz; Los Muñequitos de Matanzas; Pérez Prado; La Sonora Matancera; Lira Matancera, Gloria Matancera; José White; Arsenio Rodríguez; Senén Suárez; Frank Domínguez; Gerardo Portillo Scull; Gerardo Portillo Sierra “Portillito”; Francisco Aguabella; Amaranto; Ángel Barani; Félix Cárdenas; Alejandro Falcón; José Claro Fumero; Blanca Rosa Gil; Gloria Matancera; Celina González; Joseíto González; Paquito Hechevarría; Chicho Ibáñez; Ernestina Lecuona; Guido López Gavilán; Jesús López, Malanga; Rogelio Martínez Furé; Nilo Menéndez; Ninón Mondéjar; Lázaro Morúa; Leoncio Morúa; Eduardo Elio Hernández, “El Chino de Los Zafiros”; Fernando Mulen; El Noro; Nuestra América; Miguel Ojeda; Isaac Oviedo; Enrique Padrón; Osvaldo Rodríguez; Rafael Somavilla; Barbarito Torres; Belisario López, Tata Pereira, Carlos Querol; Pablito Quevedo; Severino Ramos; Gilberto Valdés; Gilberto Valladares; Vilma Valle.
Notas:
[1] Barrio popular de Matanzas
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