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lunes, 25 de noviembre de 2024

Las vidas de Juan Ramón Jiménez (+Audio)

Clásico y profano, el poeta de Moguer sigue ofreciendo vida medio siglo después de muerto...

Justo Planas Cabreja en Exclusivo 29/05/2012
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Platero y YO - 02
"Platero y yo" del premio nobel de literatura Juan Ramón Jiménez.

Con las décadas, y muy a pesar de todos después de muerto, Juan Ramón Jiménez ha ido renunciando a su aura de redactor rebelde para convertirse en clásico, para tornarse canon de buena y correcta escritura. ¿Quién dice que los muertos no cambian, que no se les rescribe?

En todas las escuelas primarias, o al menos en las mejores, se enseña el español, uno adquiere por primera vez gusto por las palabras, escuchando la gramática limpísima, la voz pausada y académica del Juan Ramón Jiménez de Platero y yo. Se trata, claro está, de pasajes bien filtrados de este libro, filtrados según la RAE monárquica.

Incluso los profesores de método escolástico reconocen que el poeta de Moguer sabía administrar los puntos y las comas de su texto como lo haría el propio Dios. Y cuando hablaba sobre la naturaleza y la vestía con verbos y adjetivos era como si ella misma se los eligiera entre el océano de palabras de nuestro idioma.

Así escribía Juan Ramón Jiménez y así quieren recordarlo algunos, y dejar como en otra dimensión que no le pertenecía su “relijión” con jota, su “setiembre” sin pe, y su “escelentísimo” sin la excelencia de la equis. Los maestros no quieren enseñarles a sus alumnos esa nueva ortografía porque sería como invitarlos a que desobedezcan las leyes que otros decidieron por ellos, sería hacerles comprender que las cosas (y las palabras) se hacen (escriben) de una forma porque así lo decidieron algunos, en ocasiones muy pocos; pero que todo podría ser diferente si ellos lo quieren así.

Sin embargo, algo de esa iconoclasia de Juan Ramón Jiménez se nos contagia a través de los textos previamente esterilizados que leemos de su autoría en la escuela. Nos basta con escuchar un párrafo suyo para saber que así, y no de otra forma, se escribe bien... pero, además, nos quedamos con parte de su comprensión poética del mundo, o más allá... ¿Qué es eso de “comunismo poético”?

Él responde: “es muy sencillo de pensamiento y de práctica: Cada país debe constituirse y administrarse ‘poéticamente’ con arreglo a su propio, profundo y bello carácter popular”. Y cuando habla de carácter y pueblo, la naturaleza de cada nación, sus animales, sus niños y sus locos son los sabios mayores, así los ve Juan Ramón Jiménez en su Platero... y así en sus versos.

Es comprensible entonces que tuviera que marchar de España durante la Guerra Civil, en 1936. Y que muriera en Puerto Rico. Recorrió el mundo con su poesía y su esposa Zenobia Camprubí Aymar, que fueron lo mismo para él. La guerra y el amor cambiaron la forma en que escribía... y haber conocido el mar también, esa criatura con la que conversan sus versos tanto tanto.

Y como pasa con todos los hombres del mundo (o casi) vagó buscando en cada ciudad del planeta un pedazo de su infancia en Moguer, su pueblo de niñez. Y como ocurre con (casi) todos los grandes poetas, cada ciudad del mundo tiene de Moguer el pedazo que él inmortalizó en su Platero..., en sus versos... “Te llevaré Moguer a todos los lugares y a todos los tiempos, serás por mí, pobre pueblo mío, a despecho de los logreros, inmortal”.

Dos años después de que su esposa fuera derrotada por un cáncer que los atormentó media vida, a dos años también de recibir el Premio Nobel de Literatura, Juan Ramón Jiménez murió, el 29 de mayo de 1958. Nos quedan, sin embargo, además del agua clara de su obra, unas palabras que guardamos cerca los de esta Isla: “¡Cuantas veces, en todas mis vidas, con motivos gratos o lamentables, pacíficos o absurdos, he pensado profundamente en La Habana, en Cuba!”.


Primera edición de Platero y Yo.


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Justo Planas Cabreja

Periodista que aborda temas culturales, especificamente cine y literatura. Recibió el II Premio de Ensayo “José Juan Arrom” por el trabajo “El reverso mítico de Elpidio Valdés”.


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