Los gatos, las máscaras, las sombras

Ha asombrado, conmovido, enfurecido a los televidentes atentos a su decursar los domingos por Cubavisión y esas reaciones intensas son fruto de la profundidad de enfoque, diversidad de matices y la contundencia de historias de la violencia sobre el ser femenino desde la infancia hasta la ancianidad, y la veracidad artística, no sólo como sustento conceptual, también por el apego creativo a los recursos audivisuales.

Con guión y dirección de Elena Palacios, acompañada de un equipo de realización particularmente certero, esta serie producida por la Televisión Cubana es una muestra significativa de los resultados que pueden lograrse, cuando, como acostumbra esta significativa realizadora, hay objetivos bien delimitados para convertir un tema, por duro que sea en disfrute estético.

La fotografia y la banda sonora han sido capitales en esta obra audiovisual como parte integral del discurso dramatúrgico y las intencionalidades de la narrativa de cada capítulo, de cada personaje, de cada historia.

El elenco ha sido otro elemento consolidarizador del buen efecto de la serie porque las actuaciones, sustentadas en un sólido diseño de personajes, han propiciados interpretaciones memorables, como la de Ana Gloria Bouden en la anciana viuda, incomprendida por su familia, la de Laura Moros, como la atribulada esposa de un.pintor, la de Brayan Jardines, como la trans Chelo, por citar tres ejemplos de mujeres en tres contextos familiares y sociales diferentes, agredidas por distintas expresiones de violencia.

Los gatos, las máscaras, las sombras tiene muchas aristas, muchos mensajes sutiles, muchas evidencias de la complejidad misma de los seres humanos, de la sociedad y los universos familiares, factores sobre los que se debe reparar para poder apreciar con mayor hondura los valores que distinguen esta serie a la manera de Elena Palacios, que sabe rodearse  de profesionales de sensibilidad y efectividad para mantener su sello creativo.