Yo, que pensaba en una blanca senda florida,/ donde esconder mi vida bajo el azul de un sueño,/ hoy pese a la inocencia de aquel dorado empeño,/ muero estudiando leyes para vivir la vida./ Y en vez de una alegría musical de cantares,/ o de la blanca senda constelada de flores,/ aumentan mis nostalgias solemnes profesores/ y aulas llenas de alumnos alegres y vulgares.
Publicaba el entonces estudiante de Derecho de la Universidad de La Habana, Nicolás Guillén, en el primer número de la revista universitaria Alma Mater —aquel que circuló en noviembre de 1922—. Las páginas del magacín servían de tribuna a la lírica del neófito bardo camagüeyano quien, en Al margen de mis libros de estudios, comparte la historia de un joven que se veía obligado a formarse en una profesión que no le gustaba pero le garantizaba un futuro económico.
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En el texto poético se perciben rastros de la obstinación que lo llevó a abandonar la carrera y regresar a su terruño natal. Periodista, diplomático y activista político sería en su camino posterior y, sobre todo, concretaría esa combustión interna que lo habitaba en forma de poesía.
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¡Yambambó, yambambé!/ Repica el congo solongo,/ repica el negro bien negro;/ congo solongo del Songo/ baila yambó sobre un pie.
Mamatomba,/ serembe cuserembá./ El negro canta y se ajuma./ el negro se ajuma y canta,/ el negro canta y se va./ Acuememe serembó./ aé;/ yambó,/ aé/ Tamba, tamba, tamba, tamba./ tamba del negro que tumba;/ tumba del negro, caramba,/ caramba, que el negro tumba:/ ¡yamba, yambó, yambambé!
Canto negro constituye una de las obras de su impronta que engrosan la llamada poesía negra; el intento de mostrar la Cuba mestiza; de validar desde lo cultural esa otredad invisibilizada en la gran narrativa histórica de la isla, o que es mostrada desde lo peyorativo, desde lo subyacente.
En el auto prólogo de Sóngoro cosongo, texto de 1931, el autor deja clara la intencionalidad de su poética: “No ignoro, desde luego, que estos versos les repugnan a muchas personas, porque ellos tratan asuntos de los negros del pueblo. No me importa. O mejor dicho: me alegra. Eso quiere decir que espíritus tan puntiagudos no están incluidos en mi temario lírico. Son gentes buenas, además. Han arribado penosamente a la aristocracia desde la cocina, y tiemblan en cuanto ven un caldero”.
Esta línea creativa de Guillén tiene un valor politico inestimable; en ella, la poesía se reafirma, también, como una expresión artística de profundo compromiso social.
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De qué callada manera/ se me adentra usted sonriendo,/ como si fuera la primavera !/ ¡Yo, muriendo!/ Y de qué modo sutil/ me derramo en la camisa/ todas las flores de abril/ ¿Quién le dijo que yo era/ risa siempre, nunca llanto,/ como si fuera/ la primavera?/ ¡No soy tanto!/ En cambio, ¡Qué espiritual/ que usted me brinde una rosa/ de su rosal principal!/ De que callada manera/ se me/ adentra usted sonriendo,/ como si fuera la primavera/ ¡Yo, muriendo!
A Canción, rebautizada como De que callada manera, Pablo —Milanés — le puso su voz. Frente a un público eufórico, allá por el año 1989, explicaba el cantautor que el poema hecho ahora tema musical ha sido incorporado de forma reciente a su repertorio. En la clausura de una gira por los barrios habaneros la gente grita, y los versos del Poeta Nacional cubano se meten en la piel, impulsados por la tesitura de Pablo.
- Consulte además: Mestizaje, cubanía, Guillén
En YouTube, el video de ese día casi ronda las 190 mil reproducciones. “Grande poeta, grande canción. Música de verdad”, “Excelente arreglo. No cabe duda”, junto a estrofas del verso se leen algunos de estos comentarios.
De que callada manera ha sido —y es— cantada por desconocidos artistas porteños y españoles, por populares intérpretes de la mayor de las Antillas y por figuras de la música internacional de la talla de Ana Belén.
El amor que todo lo obnubila con su energía inevitable irradia en estos versos de Guillén; la pieza refleja ese sentimiento que cala en la epidermis y se mete dentro de los huesos, como la humedad de abril y todo lo que allí florece. Es una concatenación de palabras en función de construir un mensaje sublime y tormentoso, especialidad de los bardos.
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“A pesar de que a los poetas los quieren conducir a algún lugar, el poeta en realidad finge no conocer lo que ya sabe”, apuntaba el escritor italiano Cesare Pavese; podríamos decir, entonces, que las vertientes de la obra “guillenística” impregnan a la cultura cubana de valores por él ya conocidos y poco estimados en algunos momentos de nuestra historia Patria.
Guillén supo apostar por elllos, y por las riquezas de un mestizaje étnico propicio en saberes y representaciones culturales. Su poesía es un crisol que regresa siempre para ponerle amor y sabor a nuestra cotidianidad.
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