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martes, 5 de noviembre de 2024

Se equivocó la paloma

Rafael Alberti tuvo una vida pletórica en amistades de grandes artistas de su época y produjo una poesía tan genuina como prolífera...

Diany Castaños González en Exclusivo 29/10/2014
1 comentarios

Rafael Alberti —el último poeta de la Generación del 27— tuvo una vida pletórica en amistades de grandes artistas de su época; vivió importantes hechos históricos; produjo una poesía tan genuina como prolífera que, además, atravesó disímiles temas, y logró profundizar y salir airosa en cada uno de ellos. Guió su vida por la máxima de la calidad: tuvo pocos amores, pero se entregó a ellos con devoción.

De muchacho abandonó la escuela porque quería dedicar todo su tiempo a la pintura. Terminó colaborando con revistas de vanguardia, donde se sumergió para siempre en el mundo literario. Aunque la pintura no lo abandonaría nunca, son sus pasos en la poesía quienes lo hicieron trascender en el tiempo.

Fue amigo de Federico García Lorca, de Dalí y de Buñuel. Marcado por circunstancias funestas —Alberti nació en 1903, en España, y sufrió a plenitud la Guerra Civil Española— padeció la muerte de Lorca: una de las consecuencias de la guerra.

“Federico”

Voy por la calle del Pinar

Para verte en la Residencia.

Llamo a la puerta de tu cuarto.

Tú no estás.

Federico.

Tú te reías como nadie.

Decías tú todas tus cosas

Como ya nadie las dirá.

Voy a verte a la Residencia.

Tú no estás.

Federico.

Por estos montes del Aniene

Tus olivos trepando van.

Llamo a sus ramas con el aire.

Tú sí estás.

La sensibilidad de Alberti para la poesía le era un lastre para los asuntos puntuales de la cotidianidad. Como muchos escritores, no contaba con conocimiento de cómo manejar el dinero, ni mucho menos las responsabilidades de un hogar. Para eso estaba su esposa, la escritora —por suerte, mujer pragmática— María Teresa de León. Cuando triunfó el franquismo en España, se marchó con ella a Argentina, y allá, en Buenos Aires, tuvo a su única hija, Aitana.

Aún en el exilio su poesía refleja los ecos de la guerra civil. A la obra que realizó en este periodo él mismo la llamó “poesía civil”. De ella comentó: “Antes mi poesía estaba al servicio de unos pocos. Hoy no. Lo que me impulsa a ella es la misma razón que mueve a los obreros y a los campesinos, o sea, una razón revolucionaria”.

Esta poesía civil, comprometida y de denuncia, —la parte de su obra más difundida—, hizo que el arte poético del siglo pasado, cansado ya de ritmos y cadencias armónicos, caminara directo hacia la vanguardia.

Pero, además de sus valores literarios, los textos de esta etapa de la vida de Alberti aportan algo insuperable al acervo universal, y es su condición de ser testigos de la época. Uno de los poemas más bellos de esta etapa es Se equivocó la paloma, cuya versión musicalizada es ampliamente conocida en el mundo hispano:

Se equivocaba.

Por ir al norte, fue al sur.

Creyó que el trigo era agua.

Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;

Que la noche, la mañana.

Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;

Que el calor, la nevada.

Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;

Que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.

Tú, en la cumbre de una rama).

Con el paso del tiempo, y con el extravío de la memoria de María Teresa León, Alberti, necesitado siempre de una compañía que le curara el desasosiego en el que solía caer, a ratos, su personalidad, se entregó a un nuevo amor, (su segundo matrimonio). Ella se llamó María Asunción Mateo.

Pero nunca dejó de reconocer la impronta que en su vida dejó María Teresa de León. Tanto la madre de su hija como María Asunción Mateo le otorgaron a Alberti esa seguridad pragmática que él tanto necesitaba. El poeta a menudo caía en el desánimo, y necesitaba el apoyo de sus parejas para que lo impulsaran hacia delante.

En su poemario Arboleda perdida escribió: “...me han acompañado, en momentos muy distintos de mi vida, María Teresa y María Asunción. Ellas, con esa sabio entereza que sólo poseen las mujeres, han sido los auténticos ángeles en momentos muy distintos de mi vida”.

“El Ángel Bueno”

Vino el que yo quería

el que yo llamaba.

No aquel que barre cielos sin defensas.

luceros sin cabañas,

lunas sin patria,

nieves.

Nieves de esas caídas de una mano,

un nombre,

un sueño,

una frente.

No aquel que a sus cabellos

ató la muerte.

El que yo quería.

Sin arañar los aires,

sin herir hojas ni mover cristales.

Aquel que a sus cabellos

ató el silencio.

Para sin lastimarme,

cavar una ribera de luz dulce en mi pecho

y hacerme el alma navegable.

Alberti fue un poeta con una variedad de registros muy rica. Con su muerte, pocos meses antes del año 2000, se rompió el último vínculo vivo entre los autores históricos y los poetas contemporáneos, ya que su obra manifestó buena parte de la evolución del género lírico en lengua castellana entre los años ´20 y ´60 del siglo pasado.


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Diany Castaños González

A aquella muchacha le gustaba acostarse soñando imposibles, hasta que despertó una mañana segura que, durante la noche, había dormido apoyando su cabeza sobre el ombligo de Adán.

Se han publicado 1 comentarios


Dorti
 4/11/14 21:40

muy interesante yo no sabia nada de esto

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