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jueves, 28 de noviembre de 2024

Teresa Melo y el velo de la noche

Teresa Melo se ha ido  a una región poética donde seguirá siendo esencia...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 31/01/2023
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Teresa Melo
Teresa nos recuerda que el poeta no solo tiene el deber de escribir, sino de vivir en la poesía, lo cual implica la búsqueda de un horizonte social de justicia y desvelo por los demás (Foto: Cubadebate).

Nunca nos vimos personalmente, pero sí hablamos por redes sociales. Coincidí con ella en muchos puntos, diferimos en otros, debatimos en cuanto a varias cuestiones de nuestra cultura. Recuerdo una vez cuando me contaba cómo en su provincia había ciertos espacios donde su poesía enfrentaba escollos para abrirse paso. Teresa era una mujer que escribía y por ello tuvo la capacidad de imprimirle a la vida ese sello de sensibilidad y grandeza propio de los mejores autores consagrados al arte de versificar, que no es solo escribir versos. Su deceso nos sorprende, pues la hacíamos sentada en su sillón, escribiendo, o en las redes sociales, siempre enfrascada en los debates, en las polémicas de la cultura, en cualquier frente de la lucha real y simbólica. La Melo, como le decíamos, tuvo una impronta en la creación nacional y no solo por la belleza de su literatura, sino por el amor con que hablaba sobre nuestra Isla, por la entrega a las causas sociales que iban más allá del escritorio, de la pluma o del ordenador. Era un ser de ideas que estremecen y que nos acompañan.

Ella nos recuerda que el poeta no solo tiene el deber de escribir, sino de vivir en la poesía, lo cual implica la búsqueda de un horizonte social de justicia y desvelo por los demás. Nunca la vi quejarse, sino que a pesar de los escollos su respuesta era obrar, emprender, hacer de la existencia un reservorio de belleza. Desde su oriental provincia, las ideas de la Melo emanaban hacia todo el país y era inevitable contar con sus criterios, tenerla ahí  para coincidir o para diferir. Era sin dudas una voz auténtica y capaz de influenciar en las cuestiones nacionales, era un eco patrio en un rincón de este verde territorio en medio del mar Caribe. Cuando llegó la noticia de su fallecimiento, no vimos, ni aún en los detractores, un exabrupto. Entre el silencio, el dolor y la admiración, la gente lleva su nombre en los labios. Teresa transita en la historia de la poesía entre el legado de otros grandes y hace de su tiempo un sitio mejor para todos, una existencia más sana y hermosa, más vívida y luminosa.

Teresa Melo no pasará al olvido, sino que la tendremos siempre en lo más hondo de nuestra cultura, como esa savia de conocimientos, de experiencia, de instituciones que pudieron contar con su palabra directriz. No hay más gozo que el de una existencia que ha sido de lujo por sus aportes, por su comportamiento y su ejemplo. No basta solo con los versos, también hay que implicarse. Y ello lo hizo desde el tesón y la fuerza de los que quieren una patria con todos y para el bien de todos. Por ello, quizás, su partida ocurre a pocos días de conmemorar la llegada del Maestro el 28 de enero. Una y otra figura son las dos caras de un mismo fenómeno, el de la nación que posee en los poetas sus más finas expresiones de genio y compromiso.

No solo vamos a decir lo que sentimos ahora en este momento póstumo, sino cada vez que oigamos sus versos, declamemos sus palabras, cada vez que seamos capaces de asumir sus compromisos con lo más luminoso de la vida y del arte. Porque más allá de posicionamientos, los escritos de esta autora poseen un peso en sí mismos y un valor, una huella en la cultura cubana y un aporte. Teresa Melo se sostiene en el parnaso de los que cultivan la belleza. No requiere de defensas, ni de presentaciones, mucho menos de podios. Ha merecido todo eso y más, sin que nadie se tenga que mover de su asiento. Lo ganó a verso limpio, con el golpe de teclado y la chispa de la razón, con el movimiento de las manos y la voz limpia y suave de quien sabe amar.

Cuba posee una tradición de poetisas y escritoras que se han comprometido con causas políticas, incluso que dieron su obra y vida a cambio de un pedacito de soberanía para su tierra. No debería sorprendernos el caso de la Melo. Más aún, ella estaba consciente de que descendió de esa estirpe de mujeres. En sus versos iban el ansia libertaria y el deseo de igualdad, el gusto generoso y el cariño de un ser inmenso. No solo vamos a extrañar que ella polemice, que nos discuta mil veces una idea, que debatamos hasta tarde en la noche; sino que su sello esté presente en nuestra prensa, en los espacios públicos, en cuanta oportunidad existe para construir una opinión decente y acorde con los tiempos, en consonancia con el hallazgo de tiempos mejores.

Teresa es ese retrato de la mujer que se implica en el cambio, que es activa siempre y se coloca por encima de las circunstancias. Su marea de versos es la del Apóstol, un alud de maravilla que nos dice acerca de la grandeza de las artes cubanas. Ella es también el Heredia que añoraba la limpia esencia de Cuba frente a las cataratas, el Casal que soñó con regiones ignotas, pero que hizo aquí una obra que lo trasciende, el Lezama que tuvo la osadía de una Isla infinita, la Fina que escuchaba caer el agua como si ello fuese una premonición de épocas mágicas y sanadoras. Teresa bebió de esas hilachas de identidad, supo hacerse su camino y nos espera con una sonrisa.

La patria ha tirado sobre su cuerpo un velo que le da lustre y dignidad. Es el ritual que precede a los viajes de los grandes. En ese decursar, venimos nosotros a rendirle un homenaje. Somos los de siempre, los que debatíamos con ella en las redes, los que leímos sus versos. Aquí hemos de quedar por ahora los que seguimos en el universo finito y material. Teresa, en cambio, va con la certeza de haber sido mucho más que una mujer que escribe. En ese viaje hacia la verdad trascendente, la poesía se torna un acertijo, una marca del genio y de la dicha.Los versos serán la única vía para acercarnos a la autora, para seguirla conociendo, para aprehender su esencia polémica. Si bien con ello nos es suficiente, extrañaremos al ser físico, ese que hacía sonar su teclado en las noches, ya fuera con urgencia o con la calma de una madre.
Teresa Melo se ha ido  a una región poética donde seguirá siendo esencia. No es una imagen literaria, sino la convicción de quienes la leímos con respeto. Ha cumplido con la honestidad intelectual de su época, ha sido una creadora de sueños. Más que una artista, supo sostener lo más duro y hermoso de un tiempo con la fuerza de su pluma y la intensidad de quien nada teme.A mí me queda la deuda de haberla visto frente a frente, de haber viajado hasta su Santiago de Cuba o invitarla a mi San Juan de los Remedios. Nada importa, cuando se ha tenido el goce de conocer su palabra.
Hay imágenes sencillas que encierran la totalidad de un mundo y  Teresa es una de esas, a pesar del velo de la noche que pareciera ceñirla.  

 


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 1 comentarios


Jose wilson
 7/2/23 21:46

No conocía a Teresa Meló ni su poesia.Gracias Mauricio por presentarme con tus palabras hermosas a Teresa y hacerla a partir de ahora, que estudiaré su obra. mi compañera de viaje.

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