domingo, 22 de septiembre de 2024

Tres temas propios de la contemporaneidad

Los filmes Tatuaje, Jirafas y La reconstrucción acapararon la atención de los amantes al séptimo arte en el 35 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano...

Pedro Antonio García Fernández en Exclusivo 14/12/2013
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reconstrucción
La reconstrucción, del argentino Juan Esteban Taratuto, despertó la atención del público habanero.

Homofobia y fascismo, o lo que es lo mismo, la persecución a homosexuales por las dictaduras militares en los años de la Operación Condor; los problemas de una joven generación hoy; la alienación y soledad que sumen a otra que envejece, son temas que priorizan los cineastas de nuestra América.

Ejemplo de ello son los largometrajes Tatuaje, del brasileño Hilton Lacerda; Jirafas, del cubano Enrique Álvarez y La reconstrucción, del argentino Juan Esteban Taratuto, la primera concursante como Ópera Prima en el 35º Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, las restantes en la categoría de Ficción.

Tatuaje(2013) trata sobre el romance de un actor de cabaret y un soldado en pleno régimen fascista en Brasil (1979). El actor dirige un grupo teatral que defiende su identidad homosexual y la utiliza además como forma de rebeldía ante el totalitarismo imperante en el país.

Sus obras, mediante sarcasmos, aguijonean la hipocresía de una sociedad y la desfachatez de un gobierno que pisotea los derechos humanos. No necesitamos decir que un público numeroso, no solo de homosexuales, sino de artistas e intelectuales desafectos al régimen, acude a disfrutar sus funciones.

De este modo, la cinta pretende ser una denuncia a una época convulsa y un canto a la libertad, según declaró su realizador. A la vez, es un híbrido de musical, comedia dramática y filme erótico. Pero no cuaja como obra artística.

Lamentablemente el mensaje del filme no es aprehendido por los distintos públicos. Los problemas con el ritmo (ese talón de Aquiles del cine de nuestra América) se agravan con secuencias gratuitas. Para colmo algunos números musicales son como para olvidar. Y la secuencia final, poco imaginativa.

Jirafas (2012) es el penúltimo largometraje del realizador cubano Enrique Álvarez (La ola, Miradas, Marina). Posteriormente, en el año en que vivimos, culminó Venecia, el cual no hemos visto. Junto con Bocaccerías habaneras, de Arturo Sotto, comentada ya en Cubahora, constituía la representación cubana en Ficción.

Al principio, puede pensarse en un drama kafkiano, cuando Tania, interpretada por Olivia Manrufo (actriz del popular programa de la TV Vivir del cuento), halla a Lía (Claudia Muñiz), semidesnuda en la cocina del apartamento que le dejó su tío, y el marido de esta, Manuel (Yasmani Guerrero) pretende botarla de la casa.

Luego los tres deciden (o no les queda más remedio que decidir) vivir bajo el mismo techo, algo belicosos en un principio, poco a poco amigables, según corre el metraje. Ya el espectador ve venir un predecible desarrollo, a lo Viridiana de Luis Buñuel.

El filme transcurre, soslayemos el complemento directo. Y entre malas palabras y desnudos (Claudia Muñiz, como siempre usa poca ropa o ninguna, para delicia de este comentarista y el público masculino), viene una secuencia de improvisación actoral, ciclón incluido, con la varilla demasiado alta para los intérpretes.

Y cuando parecía que arribábamos al paraíso made in Habana Vieja, un verdadero menage a trois (romance entre tres) como gusta a los franceses (ellas con él, ellas a la vez), llega para fastidiarnos el panorama la serpiente, un inspector personificado por Mario Guerra, quien los ha declarado ilegales.

Jirafas no es un filme tan malo, como lo ha pintado cierta crítica, ni tan bueno, como quisieran los fans de Kike Álvarez. Hay un desnivel en la actuación, pues se nota que las muchachas tienen más kilometraje en la escena que el varón. ¿Y Mario Guerra? Como siempre, eficaz.

Diego Peretti no es Carlos Gardel. Pero cada día actúa mejor. Si en Wakola se ve contenido por la mano de Lucía Puenzo, en La reconstrucción apela a todo su arsenal interpretativo, apoyado por el realizador Juan Esteban Taratuto (Sos vos, sos yo; Un novio para mi mujer), de quien ha devenido su actor fetiche.

Aquí encarna a un obrero del sector del petróleo en el sur argentino. Vive como un ermitaño (luego conoceremos que es así desde que falleció su esposa), en una casa sin luz eléctrica. Sobrevive alimentándose de las liebres que caza o a base de laterías. Apenas sabe de su hijo, quien reside en Buenos Aires.

Ante la muerte de un amigo, que deja mujer y dos hijas, tiene que hacerse de esa familia, despedazada por el dolor. El convivir sobre todo con las niñas cambia su vida. ¿O debemos decir mejor: la reconstruye?

La soledad de la viudez, la alienación de una generación que envejece separada de sus hijos por razones puramente económicas (la contemporaneidad obliga a los jóvenes a emigrar, ya sea a la capital, ya sea al extranjero), pocas veces ha sido abordada en forma de obra artística como lo hace Taratuto.

Peretti logra una de las mejores actuaciones que este periodista ha visto en el 35º Festival y de no existir la de Àlex Brendemühl como el Mengele de Wakola, lo daba como favorito para el coral de mejor actor. Alfredo Casero y Claudia Fontán también tienen buenos desempeños en los papeles del amigo y la viuda de este.

Filme de buena factura, no me extrañaría que La reconstrucción se agencia varios corales en la noche de las premiaciones.

 


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Pedro Antonio García Fernández

Periodista apasionado por la investigación histórica, abierto al debate de los comentaristas.


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