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jueves, 26 de diciembre de 2024

2013: duras pruebas para Venezuela

El año 2013 ha sido uno de los más complejos para el proceso revolucionario venezolano, pero también mostró la madurez del pueblo ya con una mirada de pertenencia a la Revolución Bolivariana y la soberanía nacional...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 27/12/2013
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El pueblo bolivariano en marcha
El pueblo considera a Maduro como la continuidad de las ideas políticas y sociales de Chávez.

Durante el año 2013 Venezuela sufrió duras pruebas, quizás la más difícil de todas fue la muerte de su líder político Hugo Chávez, una de las figuras más importantes no solo para su país sino para América Latina, por cuya integración luchó durante sus 14 años de mandato. Para la oposición venezolana y para Estados Unidos, la pérdida física de Chávez, un hombre que con la verdad arrastró tras sí las grandes masas nacionales, también resultaría en la desaparición de la Revolución Bolivariana y el retroceso histórico causado por el retorno de un régimen derechista.

Difícil han sido estos meses para el pueblo que solo ahora se va habituando a no compartir con Chávez en las localidades del país y las tribunas públicas en una empatía espiritual que quizás sea irrepetible para siempre. Una población que lo reeligió en febrero del 2013, cuando apenas le quedaba un mes de vida luego de casi dos años de lucha contra el cáncer.

Para la derecha venezolana, que tiene su líder en el multimillonario Henrique Capriles —dos veces derrotado por el líder bolivariano en elecciones presidenciales—, el camino hacia el Palacio de Miraflores quedaba expedito con su fallecimiento. Al menos eso pensó entonces.

Chávez dejó como su sucesor político, y de manera pública lo dijo cuando ya sabía que iba a morir, a su canciller Nicolás Maduro, un hombre de 50 años procedente de la clase obrera cuyas cualidades de amor por el pueblo, honradez e inteligencia le merecieron tal responsabilidad histórica.

Un mes después de la pérdida de quien fuera el orientador, comunicador y figura más importante de las ideas integracionistas y unitarias de América Latina y el Caribe, Maduro se candidateó a los comicios convocados para el 14 de abril, teniendo a Capriles como principal rival.

Maduro ganó, pero lo hizo por un estrecho margen de 300 000 votos, lo cual motivó una de las ofensivas de la contrarrevolución venezolanas más fuertes de los últimos años. El día 15 se reportaban desde distintos puntos venezolanos varios sabotajes, ataques a chavistas, con un saldo de 11 muertos y decenas de heridos, en un intento de golpe de Estado que fracasó por la falta de apoyo de la ciudadanía y de las Fuerzas Armadas.

LA CONTRARREVOLUCIÓN NO SE DETUVO

El desamparo espiritual en que quedó el pueblo de Venezuela, junto a un cambio presidencial y de gabinete en poco tiempo influyó de manera indiscutible en la aceleración de los planes destructivos de la derecha nacional y regional, —siempre bajo la guía de la Embajada estadounidense— los medios de comunicación masiva en manos de la oligarquía y el empresariado asociado a los grandes capitales.

Ese grupo, organizado y poderoso, lanzó su artillería pesada contra la Revolución Bolivariana con varias formas de guerra interna (el llamado golpe blando) que contempló desde planes demostrados de magnicidio contra Maduro por sicarios procedentes de Colombia, la usura, especulación, la escasez de productos de primera necesidad, la corrupción, sabotajes a las plantas de energía eléctrica. El gobierno se vio obligado a expulsar este año a dos diplomáticos de Estados Unidos acreditados en Caracas ante la comprobación de sus reuniones con líderes opositores.

Capriles, por su parte, viajó a Colombia en varias ocasiones para reunirse con empresarios venezolanos allí asilados, y con el Zar de la derecha en América Latina, el expresidente de ese país, Álvaro Uribe, además de otras naciones aliadas al gigante norteño.

LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA PASA A LA OFENSIVA

Luego de su asunción, el presidente Maduro anunció la instauración del gobierno de calle con su presencia y la de sus ministros en todas las localidades de Venezuela para que el pueblo expresara libremente sus preocupaciones, denunciara a los corruptos, dijera sus necesidades.

Esa retroalimentación con los gobiernos estaduales y municipales le permitió un intercambio democrático con la población, la misma que constituye el principal motor impulsor del Plan de la Patria, un proyecto redactado de puño y letra por Chávez, quien dejó ese legado a su pueblo hasta el 2019, y que constituye el programa de desarrollo del actual Ejecutivo. Hay que recordar que solo tres de los 24 estados del país están en manos opositoras. 

Ante una gran masa alicaída ante los desmanes derechistas y la presunta pasividad del gobierno, Maduro le dio la vuelta a la tuerca. Desde el 6 de noviembre pasado, luego de meses de sufrimiento para el pueblo venezolano por el artificial desabastecimiento creado por el empresariado, la Revolución Bolivariana, dirigida por un comando cívico-militar, pasó a la ofensiva luego de que el Parlamento Nacional entregara al Mandatario la Ley Habilitante que le permite dictar decretos con rango y valor de ley. 

Es en este complejo contexto, en casi un año de acelerada guerra económica y psicológica, la población venezolana se creció ante las carencias y así como echó abajo las estanterías y resolvió sus necesidades materiales, también participó en paz y con alegría en las elecciones para elegir 335 alcaldes y mil concejales.

Contrariamente a lo que pensaban los laboratorios de guerra psicológica de Estados Unidos y sus títeres venezolanos, el pueblo respondió al Gobierno confiando en la capacidad de Maduro para golpear sin contemplaciones a la burguesía especuladora, ahora con el instrumento adicional de la Ley Habilitante.

Para eliminar —aunque todavía no de manera definitiva— la guerra económica existente, y en un primer instante aliviar las penurias de la población, ordenó que todos los comercios privados fueran intervenidos por civiles y militares para verificar los precios de las facturaciones y las de las ventas al público; detectar la sobrefacturación (compraban al gobierno el dólar por 6,35 bolívares y vendían los productos hasta con un mil por ciento de ganancias) y situarles en su verdadero costo.

Aparecieron las mercancías escondidas en almacenes por el empresariado divergente, se redujeron los precios a un grado de justeza, y en paz y con gran satisfacción las familias no solo adquirieron lo imprescindible sino que pudieron adquirir miles de efectos electrodomésticos a su valor real. Las explosiones de compras se deben también a que la gran mayoría de los venezolanos posee un poder adquisitivo muy superior al de una década atrás.

La afectación psicológica que esa irregular situación trajo al pueblo ya ha ido menguando, porque los decretos llegaron para quedarse, y mientras empresarios honestos siguen la línea de la Revolución, otros que desobedecen las leyes fueron detenidos de manera momentánea.

También Maduro adoptó la medida de reducir el costo del alquiler de los espacios comerciales, a 250 bolívares el metro cuadrado, lo cual motiva a los pequeños empresarios a reducir los precios, ya que ahora paga menos a los especuladores de las inmobiliarias.

LA PATADA A LA DERECHA

Maduro es un hombre inteligente, que ha sabido en estos meses ganarse la confianza de la población que en un principio trató de compararlo e incluso igualarlo con Chávez. Son dos figuras diferentes, unidos en lo político y lo espiritual, pero cada uno con su método para un fin común: la sobrevivencia y fortaleza de la Revolución.

El nuevo mandatario enfrenta ataques poderosos de la oligarquía de derecha que, no puede olvidarse, recibió el respaldo en las urnas de casi siete millones de personas en las presidenciales de este año.

La formulación política de Maduro, su llamado a la unidad y la conciliación, que no significa debilidad de manera alguna, ha dejado maltrecha a la derecha, desunida y discordante, sin un líder efectivo y comprometido. Tras cinco elecciones nacionales en 18 meses, los dirigentes derechistas están obligados a redefinir su concepto de acción política sin el respaldo de un contexto electoral, ya que no habrá comicios durante casi dos años.

El pasado mes, el gobierno bolivariano se anotó un tremendo éxito cuando ganó 255 alcaldías y la mayoría de los concejales en las asambleas municipales.

Capriles, con su habitual prepotencia, anunció de antemano que los comicios eran un plebiscito para Maduro. “O el gobierno cambia, o el pueblo le pasará por encima”, señaló el jefe de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) en la campaña. Luego ni siquiera habló, ya que la considerada consulta popular se les volvió en contra al ganar solo 75 alcaldías, aunque varias de ellas de suma importancia.

Para alcanzar el gran consenso nacional, el chavismo tiene que centrarse también en atraer al casi 40 por ciento de ciudadanos que votó en su contra en las municipales, la mayoría de ellos ricos o de la clase media, esta última también beneficiada por la Revolución.

Las elecciones demostraron, además, que el pueblo revolucionario considera a Maduro como la continuidad de las ideas políticas y sociales de Chávez, puestas en práctica con su estilo personal.

Con su firmeza supo transformar un momento crítico en una victoria, al menos momentánea, y que le brinda nuevos aires para gobernar, sigue aplicando decretos para barrer con las variantes de la guerra, y comprometió a los nuevos alcaldes y los gobernadores chavistas y a la población a cumplir el Plan de la Patria.

Al igual que su predecesor, el Mandatario llama de manera continua a la unidad y trata de ponerla en práctica no solo entre el chavismo y sus aliados sino también contra sus enemigos políticos, y en un gesto poco común los invitó a sumarse al proyecto gubernamental.

Pocos días después de conocerse el escrutinio y tras reunirse con los alcaldes de la alianza Polo Patriótico, cuyo liderazgo recae en el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), convocó a los 75 opositores al Palacio de Miraflores bajo tres condiciones: Tenían que aceptarlo como Presidente, tenían que respetar la Constitución Nacional, y tenían que cumplir el programa gubernamental Plan de la Patria.

Los derechistas —menos su líder Capriles— asistieron junto a los tres gobernadores de igual ideología y conversaron con Maduro durante cuatro horas en un encuentro que analistas calificaron de histórico.

El presidente y su gabinete junto a las Fuerzas Armadas Bolivarianas han integrado un comando defensivo de la Revolución Bolivariana que impide la concreción, a pesar de la ayuda que reciben tanto dentro como fuera de Venezuela, de los planes desestabilizadores que podrían destruir un futuro esplendoroso para la patria del Libertador Simón Bolívar.

Ahora comienza el 2014, otro período crucial en el desarrollo y afianzamiento de la Revolución Bolivariana que tiene como propósito fundamental poner en ejecución el Plan de la Patria, con la continuidad de misiones sociales y el comienzo de otras.

Sin embargo, el gobierno debe sacar lecciones de esta etapa que marca el inicio de otra, quizás de confrontaciones entre una derecha derrotada y una Revolución que lucha contra los demonios para salir adelante. La Revolución y el PSUV no pueden dormirse en los laureles.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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