jueves, 19 de septiembre de 2024

Andanadas de prepotencia

A ciento ochenta años de la ocupación de las Malvinas, Londres insiste en su papel de potencia colonial...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 09/01/2013
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Malvinas Islas
Argentina continúa la lucha por la devolución de las islas Malvinas.

Lo confirmó hace apenas unos días el gobierno británico cuando, en ocasión de un siglo y ocho decenios de su sonada incursión militar en el Atlántico Sur, volvió a negar toda posibilidad de un debate responsable en torno al reclamo argentino de plena soberanía sobre el archipiélago malvinense.

Y esta vez el pretexto de Albión no pudo ser más desajustado, al proclamar el “derecho de los malvinenses a vivir como súbditos británicos” y el “respeto” de las autoridades del Támesis a semejante prerrogativa.

Desde luego, se trata de una historia poco creíble en boca de la que fuera una de las grandes potencias expansionistas y conquistadoras de todos los tiempos, justo a costa de pueblos considerados inferiores e incapaces por semejantes “defensores” de los derechos humanos.

Habría que preguntarle a hindúes, afganos, iraquíes, africanos de raza negra, antillanos, asiáticos de la cuenca del Pacífico y, desde luego, a los primeros pobladores de las Malvinas, si semejante diatriba resulta objetivamente válida.

Lo cierto es que el drama en torno a las Malvinas devino de la conquista armada en enero de 1833 de aquellos territorios, que entonces eran conocidos como un emporio pesquero, un seguro punto de recalo y abastecimiento para naves que transitaban los procelosos mares del Sur, y una de las puertas a la Antártida.

Londres no hizo entonces otra cosa que aplicar sus fórmulas prepotentes de siempre, esta vez contra la aún débil e inexperta República Argentina.

Por demás, con el paso de los años otros incentivos nada humanitarios, por cierto, hacen que Gran Bretaña se desentienda de todo reclamo oficial de Buenos Aires.

Junto a sus grandes riquezas pesqueras y a la posición estratégica de las Malvinas en el desolado sur del Atlántico de cara al casquete polar austral, se suma ahora el descubrimiento de importantes yacimientos de hidrocarburos que Gran Bretaña ha comenzado a explotar haciendo incluso caso omiso a protocolos y normativas establecidas en ese sentido en conjunto con las autoridades bonaerenses.

Y por si fuera poco, y para “cuidar” los intereses del viejo imperio, no cesa el despliegue de armas de todo tipo en el Archipiélago, como pretendida advertencia de que no serán admitidos intentos de reconquista como el desatado en 1980 por la dictadura militar aposentada entonces en la Casa Rosada, y que luego de setenta y cuatro días de desiguales combates terminó con la derrota de las fuerzas de asalto llegadas del cercano continente.

Sin embargo, lo cierto es que a estas alturas Londres sólo se apoya en la ley de la fuerza, ya no solo contra la paciente lucha diplomática y política de las actuales autoridades argentinas, sino además frente el criterio mayoritario del planeta, opuesto a perpetuar por más tiempo los desgajamientos territoriales violentos de ayer y de hoy.

De hecho, la mayoría de las naciones del orbe reconoce la justeza del reclamo argentino frente a la soberbia británica, una solidaridad y un apoyo que se hacen mucho más fuertes y activos entre los pueblos tercermundistas reunidos en el Movimiento de Países No Alineados, por ejemplo, así como entre las naciones que conforman el sur del hemisferio americano.

En este último caso, entidades como la Unión de Naciones del Sur, UNASUR, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, ALBA, y la recién surgida Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, se muestran unánimes en defensa de la soberanía argentina sobre las Malvinas, al tiempo que han sido decisivas en la aprobación por diferentes mecanismos de la ONU de resoluciones especiales encaminadas a instar a Gran Bretaña a la búsqueda de un entendimiento razonable con Buenos Aires.

De manera que si bien por ahora el fantasma colonial todavía es capaz de alzar la voz, es evidente el desgaste político y moral de una maquinaria gubernamental que insiste en imponer en estos nuevos tiempos universales la fórmula de pillaje pirata y despojo abusivo de la que el “imperio inglés” tiene mucho que contar.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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