Las elecciones a la presidencia de Austria despertaron el interés internacional cuando se conoció el 25 de abril de 2016 el favorable resultado alcanzado en la primera vuelta por Norbert Hofer, del ultraderechista y nacionalista Partido de la Libertad de Austria (FPO). Hofer recibió el 35 % de los votos, el mejor resultado histórico. Fuerzas tradicionales de la política como la socialdemocracia y los socialistas quedaban muy mal parados y sin posibilidades.
En segunda posición se situaba el “independiente” Alexander Van der Bellen, del Partido Verde, que obtuvo el 21 %. El balance de esa consulta electoral desató la euforia triunfalista de las fuerzas nacionalistas de derecha. La consideraron una victoria histórica. Las fuerzas políticas que habían dominado el escenario político desde finales de la Segunda Guerra Mundial quedaron perplejas.
El liderazgo político de la Unión Europea expresó preocupación, ya que el FPO está caracterizado como “euroescéptico” y “antiinmigrante”. El lema de campaña fue “Austria primero” (semejante al de Donald Trup en Estados Unidos). Obviamente, tal política es contraría a las propias bases de la Unión Europea y rechaza el carácter supranacional de decisiones políticas importantes, como resulta en la actualidad el problema migratorio.
Los cómputos de la primera consulta electoral no definieron ganador pero auguraban una victoria arrolladora de la ultraderecha en la segunda vuelta. Ello ha tenido repercusiones en la política interna austriaca e impactos más o menos indirectos en toda la UE.
Partidos derechistas en países claves como Alemania y Francia —Marine Le Pen y el Frente Nacional—, pero también en Dinamarca, Finlandia, Grecia, Italia, Hungría y Suiza, han recibido un mayor respaldo popular y por ello pretenden capitalizar la situación.
Debido a esos resultados se tuvo que ir a una segunda vuelta, pactada para el domingo 22 de mayo. Al llegar la tarde de ese día, la población pendiente de los cómputos observaba un “empate técnico”. El momento no podía haber sido más dramático. Habría que esperar a la inclusión de aproximadamente 750 000 votos realizados por la vía del correo postal al día siguiente para determinar el ganador.
Al caer la tarde del lunes 23 de mayo se conoció la victoria de Alexander Van der Bellen: 50,3% por 49,7% para su contrincante. Ese triunfo por margen tan apretado señala el ascenso de las fuerzas antiinmigrantes y nacionalistas, y una división política del país en dos mitades casi idénticas. Por lo tanto, de algún modo las tensiones socioeconómicas y las migratorias tendrán que ser tenidas en cuenta por todo el espectro político dentro de Austria, e incluso por Bruselas. El éxito de Van der Bellen, al filo de la navaja, despeja las mayores preocupaciones en cuanto un viraje más profundo y conflictivo para las relaciones dentro de la UE, pero no es el fin de la historia en este sentido.
Las primeras declaraciones del ganador y el perdedor así lo confirmaron. Alexander Van der Bellen afirmó que era momento de “unir las dos mitades” y esperaba que todos consideraran después, como resultado de su gestión, que les iba bien y sus hijos tenían un futuro mejor.
Por su parte, el perdedor se dirigió a sus seguidores mediante un mensaje en su página de Facebook donde afirmaba que los resultados alcanzados son “una inversión para el futuro”.
¿Por qué se expresa el problema con tanta fuerza en Austria? ¿Cuáles son las causas grosso modo de esos resultados?
Obviamente, la crisis económica y su secuela y el creciente flujo migratorio descontrolado están detrás de todo eso. Se trata de un problema de la UE reflejado con mayor intensidad en Austria, por su posición geográfica en el centro de Europa y el tamaño y escaso dinamismo económico, pero la causa primigenia está en el intervencionismo continuado de las políticas de Estados Unidos y de países de la Unión Europea en conflictos en el Medio Oriente, que genera enormes masas de refugiados. Veamos algunos datos y situaciones.
Austria está en el paso de los flujos migratorios provenientes del Sur y Este, una parte de ellos tratando de llegar a Alemania u otros países y mercados mayores. Austria tiene fronteras con Alemania, Liechtenstein República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Serbia, Hungría e Italia.
La economía ha tenido en los últimos años resultados desalentadores. El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en el 2015 fue de 0,7 % en 2015, casi un estancamiento, y se proyecta 1,4 % para el 2016. El desempleo ha aumentado de 4,9 % en 2012 a 6,2 % en 2016 (datos del Fondo Monetario Internacional).
El impacto del creciente y casi descontrolado flujo de inmigrantes acrecienta la presión sobre el pequeño país europeo. El número de personas que buscan asilo en Austria se situó en 90 000 en 2015, aproximadamente un 1 % de la población. Austria ocupa 83,878 kilómetros cuadrados y su población se estimaba en poco más de 8 millones y medio de residentes en enero de 2015. Los “ciudadanos extranjeros” que viven en Austria ascienden a más de un millón y constituyen alrededor del 13 % de la población total en 2014. La proporción de inmigrantes por 1000 habitantes es de la más altas de Europa, por encima de 10, solamente superada por Luxemburgo, Malta, Chipre y Suecia.
No se trata de un contagio ni un efecto dominó, sino que la región enfrenta problemas comunes acumulados: globalización neoliberal, el carácter supranacional de la Unión Europea, la moneda común y el libre tránsito de personas dentro de sus fronteras. La guerra en el Medio Oriente y la propia participación militar europea, el terrorismo y los desplazamientos masivos de flujos migratorios. Sobre este terreno fértil se alzan los programas políticos de la ultraderecha nacionalista, que plantea entre sus objetivos frenar esos oleadas . Se apoyan también en el creciente rechazo a estas personas reflejado en las encuestas, expresiones de xenofobia o choque civilizatorio.
Al auge de la ultraderecha y la crisis de refugiados se suman otros problemas. La Unión Europea atraviesa por los más diversos retos. Las dificultades del euro, la crisis de la deuda soberana, que tiene el caso más crítico en Grecia. El referendo en Gran Bretaña por el “Brexit” (término resultado de la combinación de Gran Bretaña y “exit” y se refiere a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea). En el plano político aparecen, entre otros, la dificultad del sistema político español para formar gobierno, la insistencia de procesos independentistas, como en Cataluña, por solo recordar un ejemplo.
No obstante, es oportuno confirmar que la victoria política de Van der Bellen en modo alguno afecta las relaciones de Austria con Cuba, por estar fuera de los temas en conflicto. Debe existir continuidad en lo alcanzado hasta ahora entre los dos países. El nuevo presidente busca lograr sus objetivos dentro de la Unión Europea. Las relaciones de Cuba con los países miembros de la Unión Europea ha venido progresando como resultado de negociaciones bilaterales y multilaterales en el plano político y en la renegociación de la deuda con los principales países en lo económico, que abre nuevas perspectivas al comercio y las inversiones.
La visita del presidente Federal de Austria, Heinz Fisher, en marzo de este año, con una delegación de alto nivel, así lo atestigua. La invitación para una visita de Estado al presidente cubano Raúl Castro a Francia, precedida del viaje a Cuba del presidente francés, François Hollande, son otros ejemplos relevantes del excelente estado de las relaciones al más alto nivel.
En las condiciones actuales existe la necesidad y la posibilidad del aumento del comercio, los servicios, las inversiones y el turismo, así como la colaboración cultural y educativa entre las partes para beneficio común de sus pueblos. Tanto Cuba como Austria están urgidas de incrementar el ritmo de su crecimiento económico. La elección del nuevo presidente de Austria, Alexander Van der Bellen, refuerza la continuidad de las positivas relaciones bilaterales en beneficio de sus pueblos. Ese camino está expedito.
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