miércoles, 25 de septiembre de 2024

Balidos en el corral

Sin personería alguna, buena parte de la Unión Europea la retoma contra Rusia...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 03/02/2015
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Bastó el anuncio de Washington de valorar nuevas sanciones contra Rusia por el fracaso de las más recientes operaciones militares de Kiev en el Este ucraniano, para que la obsecuencia de los dirigentes europeos irrumpiera por enésima vez en la palestra pública.

En reunión ministerial citada con urgencia en Bruselas, buena parte de los presentes se pronunció por reforzar las medidas restrictivas de la Unión Europea contra el “agresor ruso”, a tono con el interés geopolítico norteamericano de afianzar sus ínfulas hegemonistas globales y sacar de juego a todo contrincante que entorpezca ese designio.

De manera que por encima de cualquier consideración, incluido el privado interés de las naciones del Oeste del Viejo Continente, sus líderes privilegian las apetencias ajenas para brindar protección y apoyo a los golpistas ucranianos, no importan sus crímenes xenófobos, la burla a las conversaciones y acuerdos relativos a la paz nacional establecidos en Minsk, la capital de Bielorrusia, ni el brutal episodio –bien silenciado en los últimos tiempos- del intencional derribo de un avión comercial malasio sobre suelo ucraniano por una nave militar golpista, de manera de inculpar a los federalistas y al Kremlin.

En pocas palabras, la carga contra “la Rusia de Vladimir Putin”, como gustan decir los halcones estadounidenses, con el evidente propósito de personalizar el nuevo “eje del mal” en contraposición a la “luna de miel bilateral” de los tiempos del beodo Boris Yeltsin, que dio tijera a diestra y siniestra a cuanto quedó del primer Estado de obreros y campesinos de la historia.

“Definición” que intenta además influir en sectores rusos de oposición para que tal vez pretendan ejecutar su propia “revolución de colores” contra el incómodo gobierno del “ex agente de la KGB”, cuyo crimen radica en haber rescatado los valores y la historia nacionales, y hacer nuevamente de Rusia un importante  actor internacional apegado a los principios del multilateralismo más consecuente.

En consecuencia, y como corresponde a todo fiel y manso rebaño, en Bruselas volvieron a sonar las voces para condenar la pretendida agresión de Moscú a la “independencia” de la infeliz y desvalida Ucrania, a la que se le prometieron nuevas partidas de dinero y armas para intentar aplastar a los “invasores y sus aliados internos”.

No obstante, en medio de la obsecuencia no dejaron de traslucirse atisbos que se alejan de la citada unanimidad de pareceres.

Es el caso de Grecia, por ejemplo, que estrena un gobierno de izquierda, y cuyas nuevas autoridades expresaron reservas con la política de confrontación hacia el Kremlin.

En la misma cuerda se había pronunciado horas antes el titular austriaco de exteriores, Werner Feimann, quien en dialogo trilateral con sus homólogos de la República Checa y Eslovaquia, se mostró favorable a evitar nuevas presiones contra Moscú y a privilegiar las conversaciones  y el entendimiento mutuo, sin dudas preocupado por el incierto futuro de los suministros energéticos rusos al Oeste del Viejo Continente y la ya en vigor decisión del Kremlin de recortar sus importaciones desde el Occidente.

Sin embargo, lo cierto es que hasta el presente es la hostilidad la que va llevando la delantera, al punto que en reciente declaración pública, la Duma rusa anunció la suspensión de sus vínculos con la titulada Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, luego de que ese organismo decidiera retirarle el derecho al voto a la delegación de Moscú.

Voceros rusos dijeron que luego de semejante afrenta, que atenta contra las prerrogativas de la Duma a escala regional, es absurda la presencia de Moscú en la citada Asamblea Parlamentaria, de la que incluso Rusia podría solicitar su baja definitiva.

En pocas palabras, que la “culta sapiencia” europea no deja de constituir un mito en estos tiempos en que los líderes del área prefieren seguir siendo simples fósforos en manos de un incendiario ajeno que, vale repetirlo, no tiene socios, sino intereses.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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