La reciente votación en la Asamblea General de la ONU que concedió a Palestina el statu de miembro observador del máximo organismo internacional, expresó además, en el caso latinoamericano, que todavía en el área existen quienes sostienen puntos de vista contrarios en torno a sensibles problemas mundiales.
Ciertamente, un número trascendente de naciones del sur de nuestro hemisferio dieron su apoyo a la solicitud de los patriotas palestinos de integrarse a la comunidad internacional en mayor grado, a pesar de las negativas y presiones ejercidas en contra de ese propósito por los Estados Unidos e Israel.
Se trata, sin dudas, de un signo inequívoco de los nuevos tiempos que viven América Latina y el Caribe, y de su inserción como una fuerza política trascendente y de creciente peso en la arena global.
De hecho, hacer justicia al pueblo palestino, frente a la voluntad aniquiladora de la Casa Blanca y Tel Aviv, era algo impensable en esta parte del mundo decenios atrás, en un universo regional marcado por gobiernos obsecuentes, tiranías militares y lazos estrechos con lo más reaccionario del orbe.
No obstante, es de notar que el asunto palestino todavía no concita criterios concordantes de orden general, a tono con el innegable hecho de las tonalidades políticas que aún persisten en nuestra área geográfica y los intereses e inclinaciones de algunas autoridades gubernamentales.
Así, Paraguay, Guatemala y Colombia, por ejemplo, optaron por la abstención a la hora de pronunciarse sobre el derecho palestino a tener lazos más estrechos con las Naciones Unidas, entre otras cosas, según voceros de esos respectivos países, porque estiman que el reconocimiento a Palestina debe surgir de negociaciones directas con Israel.
Sin embargo, no son pocos los analistas que en ese sentido hacen notar que hasta el presente, luego de largas y tortuosas conversaciones, muy poco han logrado los palestinos en sus encuentros con las autoridades sionistas en materia de legitimidad, y que un apoyo mayor de la ONU a Palestina ayudaría sin dudas a encauzar posibles soluciones a tan prolongado conflicto.
De hecho, hasta hoy, y desde su abrupto surgimiento, Israel consta como nación reconocida por la ONU a pesar de su reiterada indiferencia ante los reclamos del organismo mundial por sus acciones violentas y xenófobas en el Oriente Medio, mientras los palestinos aparecían formalmente como una simple entidad político-militar.
Pero sin dudas la nota aparte en el concierto latinoamericano provino de las autoridades gubernamentales panameñas, que también sobre la base de “propiciar una solución bilateral entre palestinos e israelíes”, optaron sin embargo por convertirse en la única representación del sur del hemisferio en votar contra la solicitud de Palestina y junto a los aislados Estados Unidos e Israel.
Para la cancillería istmeña, según informó la británica BBC, desde la conformación del gobierno del presidente Ricardo Martinelli “hemos estado votando siempre a favor de Israel y en contra de todo aquello que ataque a Israel", aunque "el voto de Panamá no es un voto de simpatía hacia Tel Aviv o de antipatía hacia Palestina.”
Para analistas regionales, sin embargo, no deja de ser contraproducente el adverso voto oficial panameño contra la solicitud palestina, toda vez que, precisamente, la experiencia historica istmeña ha estado marcada, durante largos decenios, por la ocupación norteamericana de la Zona del Canal, y por la invasión militar directa de las tropas estadounidenses casi a fines de la pasada centuria.
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