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martes, 19 de noviembre de 2024

Como antes…y más que antes

La OTAN certifica en Polonia el retorno de la humanidad a la Guerra Fría...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 14/07/2016
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Sesenta y un años después de haber servido  de punto de creación (en 1955) del Pacto de Varsovia -respuesta de las extintas Unión Soviética y Europa Socialista al surgimiento de la provocadora y belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, la capital polaca resultó este julio la sede de la Cumbre de esa entidad hegemonista que acaba de poner el cuño a la vuelta a las tensiones pasadas de rosca entre Occidente y Rusia.

En efecto, cuando la humanidad apenas acaba de acostumbrarse a pensar que al menos una guerra nuclear dejaba de ser un terror cotidiano, Washington y sus aliados, hoy multiplicados hacia el Este del Viejo Continente, se han encargado de recolocar la Espada de Damocles sobre la cabeza del género humano.

Poco duró el sueño, porque mirándolo bien, las sentencias imperiales de fines del pasado siglo acerca de la eternización del capitalismo y de evitar a toda costa la reestructuración o formación de nuevas potencias de sospechoso comportamiento, ya indicaban claramente que la destrucción del “Eje del Mal” no iba a colocar al mundo sobre la ruta de una paz fructífera y estable.

De hecho, los Estados Unidos, empeñado en sus planes hegemonistas globales, ha acendrado el control sobre el aparato militar otanista hasta convertirlo en un dócil instrumento de sus políticas particulares, que nunca abandonaron el sesgo violento.

Vale citar como ejemplos más recientes, y bajo la geoestrategia Made in USA, el papel de la OTAN en la destrucción de Yugoslavia y el desmembramiento de los Balcanes, las guerras de ocupación en Afganistán e Iraq bajo el rótulo “anti- terroristas”, y la “limpieza de incómodos” en el resto de Asia Central y Oriente Medio, sin contar la suma a sus propósitos expansivos de muchas de las ex naciones socialistas de Europa y más recientemente, de Ucrania, de manera de colocar sus fuerzas militares directamente sobre las divisorias rusas.

Y el encuentro de Varsovia no ha logrado otra cosa que consolidar lo hecho y añadir nuevos escalones sumamente peligrosos.

Bajo la dirección oficial norteamericana se acordó en Polonia, entre otras cosas, el despliegue de batallones otanistas de infantería y blindados en las ex repúblicas soviéticas del área del Báltico (Estonia, Letonia y Lituania), así como en territorio polaco, el reforzamiento de las unidades de despliegue rápido en la zona este-europea, y la activación de parte del sistema antimisiles estadounidense ya trasladado a Europa, y cuyo nada oculto propósito es ofrecer al Pentágono la posibilidad de realizar ataques nucleares sin el peligro de una respuesta del agredido.

Además, Barack Obama logró que los socios europeos de la OTAN confirmasen su permanencia en Afganistán y en otros puntos de Asia Central y Oriente Medio, así como que asumieran buena parte de los gastos que esa agresiva presencia conlleva.

Desde luego, algo había que dejar a la “diplomacia”, resumida en esporádicas frases sobre “el interés de la OTAN de dialogar con Moscú”, algo difícil de entender por la mente más simple como no fuera que el Kremlin hipotéticamente asumiese el papel del condenado que aún aspira a serle simpático al verdugo que levanta la espada en el cadalso.

Y como Moscú no tiene nada de santuario de tontos, varios de sus voceros ya adelantaron que interpretan esta nueva Cumbre de la OTAN como una reiterada amenaza a la seguridad y estabilidad de Rusia, y por tanto, cada movimiento bélico de la alianza occidental ante las fronteras del gigante euroasiático tendrá la respuesta adecuada.

Y no se trata, lo ha dicho el presidente Vladímir Putin, de dejarse arrastrar a una loca carrera armamentista a la usanza de los pasados decenios entre el universo imperial y la URSS, lo cual, desde luego, no implica que Rusia no prosiga con los preventivos y sólidos planes de modernización y tecnificación militar iniciados años atrás, y que hoy colocan a las renovadas fuerzas armadas nacionales como un potente puño capaz de frenar toda aventura agresiva externa con elevadísima posibilidades de éxito: una realidad que los hegemonistas conocen bien y que deberán tener muy presente si comenten el desliz de imaginar siquiera golpes directos de cualquier dimensión sobre los vastos espacios rusos.  


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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