domingo, 8 de septiembre de 2024

El “amor” es cosa de dos

Washington requiere de Israel como punta de lanza, y Tel Aviv no repara en nada para sacar sus propias lascas de ese maridazgo

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 11/05/2013
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Banderas de Israel y EEUU
Israel ha sabido arrimar debidamente las brasas a su propia sardina.

Se trata de una pasión ardiente y desbordada. La política oficial norteamericana sencillamente adora sus vínculos pretendidamente paternales con relación a Tel Aviv, entre otras cosas, porque el Estado sionista ha sido, es y será su punta de lanza en una región de tan superlativo valor geoestratégico como Oriente Medio.

Allí Washington se juega, desde trascendentes fuentes energéticas, hasta buena parte de la agresiva empalizada que se esfuerza en levantar sobre las fronteras de Rusia y China, catalogadas por los ideólogos imperiales como dos naciones que no deben acceder bajo ningún concepto a la jerarquía de “potencias retadoras” con relación al hegemonismo Made in USA.

Y Tel Aviv ha sido un arma trascendente desde los tiempos de la desarticulación del controvertido nacionalismo árabe, hasta la actual misión de derechizar todo el Levante colocando fuera de juego a cuanto gobierno local resulte incómodo, contestatario y protestón.

De ahí que la Casa Blanca otorgase su reconocimiento oficial a Israel apenas diez minutos después de su apresurada proclamación como estado independiente el 15 de mayo de 1948 en medio de la violencia contra la finalmente expulsada población palestina, y que, por ejemplo, entre 1972 y 2002, según estadísticas de Naciones Unidas, haya vetado casi una treintena de declaraciones internacionales de condena a las tropelías sionistas, sin olvidar la conversión de Tel Aviv en la quinta potencia nuclear del orbe gracias al directo apoyo de Washington.

Es lo que motiva además que los Estados Unidos justifique con el rótulo de “defensivos” hechos tan ilegales y deleznables como la construcción de un muro racista en los territorios árabes ocupados, las cíclicas masacres de palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza, las guerras contra el Líbano, o acontecimientos como los de inicios de este mayo, cuando aviones israelíes bombardearon impunemente centros científicos sirios alegando que pueden ser usados a favor de acciones terroristas, entre otras chapuceras consideraciones.

Pero lo cierto es que en tan profundo “amorío” los intereses sionistas no se prestan solo a gozar de los arrullos. Por el contrario, han sabido, gracias a los más diversos artilugios, copar cuotas de poder y de decisión dentro del aparato legislativo-ejecutivo norteamericano, y arrimar debidamente las brasas a su propia sardina, al punto de congelar los contados y majaderos intentos de alguna que otra figura política estadounidense de trazar pautas a Tel Aviv.

De hecho, en mayo de 1948, la veloz aceptación oficial que recibió Israel de los Estados Unidos tenía como trasfondo impulsor los dos millones de dólares que grupos sionistas habían “donado” a la campaña de reelección del entonces presidente Harry Truman.

Y con el tiempo las influencias crecerían. En 1963, por ejemplo, una investigación luego trunca demostraba el uso de sobornos y regalías israelíes a funcionarios y legisladores estadounidenses para promover los puntos de vista y apetencias de Tel Aviv, así como la actividad de los organismos judíos de inteligencia en la obtención de información altamente sensible en los archivos secretos de su socio mayor. Práctica esta última que, dicho sea de paso, no ha cesado en nuestros días, según atestiguan recientes revelaciones sobre el actual alcance de tan peculiar actividad de espionaje.

Paralelamente, ha ido en aumento la caza de influencias por entidades sionistas radicadas en los Estados Unidos y ligadas estrechamente a los intereses políticos de Israel.

En ese sentido, el sitio digital Red Voltaire recordaba días atrás que en 2007 los analistas “John Mearsheimer y Stephen Walt demostraron en su libro El lobby israelí y la política exterior estadounidense, que el American Israel Public Affairs Committee, AIPAC, (radicado en territorio norteamericano), y los grupos pro israelíes de cabildeo de menor importancia, fueron los principales impulsores de que los Estados Unidos desatara la guerra contra Irak, y actúan de manera más amplia como factor determinante de la política exterior de Washington en el Medio Oriente.”

En otras palabras, que hablamos de íntimos con mutuos papeles activos como endiablada pareja, a la vez que plena conciencia individual de lo que cada uno desea e intenta obtener del otro.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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