lunes, 30 de septiembre de 2024

El Caribe tiene aún mucho por decir y hacer

La Asociación de Estados del Caribe AEC celebrará la reunión de sus cancilleres en Haití, cita en la que Cuba asumirá la presidencia temporal del bloque...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 15/01/2016
0 comentarios

La Asociación de Estados del Caribe (AEC), fundada en 1994, posee un enorme potencial en distintas áreas económicas y sociales, la principal de ellas es el turismo, pero precisa de un organizado reimpulso y vigorización, justo en una etapa global en el que las grandes naciones hegemónicas intentan engullir a las pequeñas, en su mayoría dependientes de los grandes centros de poder.

De ahí que revista especial importancia la próxima reunión de los ministros de Relaciones Exteriores de ese mecanismo integracionista, que tendrá a Haití como sede, los días 18 y 19 de enero, y en la cual Cuba recibirá la presidencia temporal del bloque, integrado por 25 miembros plenos y 11 asociados, además de numerosos observadores.

Desde su creación en Cartagena de Indias, Colombia, la AEC trabaja bajo el interés de “promover el desarrollo sostenible del Gran Caribe” (según su presentación oficial). Y bajo ese concepto se pretende ahora un mayor fortalecimiento con su entrada a otras entidades de nuevo tipo, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

La AEC, donde se hablan varias lenguas y existen diversas culturas e ideologías políticas, fue concebida como un medio para la consulta, la cooperación y la acción concertada entre sus miembros, así como con otros bloques de la región. Sus actuales posibilidades de desarrollo se pusieron en evidencia a un rango superior luego del último lustro, con mayores acciones en las áreas de comercio, turismo sostenible (sin detrimento de los recursos naturales), transporte y colaboración ante desastres naturales, que tanto afectan cada año a esa área geográfica.

Además, y como uno de los puntos focales de su funcionamiento, mantiene una sistemática labor para la preservación del mar Caribe, considerado como el principal patrimonio de los pueblos de esa extensa zona, y cuyo nombre recuerda a la población indígena que habitaba esas tierras cuando irrumpieron los marineros españoles que intentaban llegar a India.

Mucho se habla de la identidad del Caribe, una región a la que pertenecen un alto número de ínsulas, y también países como México, Colombia, Honduras, Nicaragua, por ejemplo; a quienes une físicamente ese mar.

Una definición de esa identidad la contaba el fallecido presidente dominicano Juan Bosh durante una estadía en España. Bosh viajaba en un taxi hacia el hogar de su amigo, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, y en el trayecto comienza (como no hacerlo tratándose de un dominicano) una conversación con el taxista. Le pregunta de dónde es y el hombre le dice que de un pueblo costeño de Nicaragua. “¿De Nicaragua?”, se asegura Bosh, y le dice: “Pues entonces somos familia”. “¿Familia?”, le pregunta medio asombrado el conductor. “Pues claro que sí, compadre, si somos del mismo mar Caribe. Y posiblemente si seguimos hablando seamos hasta primos”, le responde el exmandatario con absoluta convicción.

La anécdota indica la importancia de ese espacio marino para los habitantes de esos territorios. Se le considera un patrimonio material de la identidad común, más allá de elementos culturales y lingüísticos.

FUTURO PROMETEDOR EN VARIOS ÁMBITOS

Hasta ahora, el Caribe es presentado en el mundo globalizado como uno de los importantes paraísos del turismo internacional. Aunque lo es, pues posee excelentes bellezas naturales y sus economías se tornaron dependientes de ese sector, también es cierto que existen otros renglones económicos que carecen de una adecuada explotación y todavía son bajas las líneas de intercambio comercial entre los firmantes de la AEC y de otros países de América Latina.

Uno de los propósitos de la Asociación es que en las negociaciones con el Caribe se considere la riqueza y complejidad de esa región, generadora de una importante contribución a la cultura mundial, además de sus excelentes posibilidades de insertarse en el comercio internacional de manera más activa, en especial con las naciones latinoamericanas, su destino natural.

La situación que genera el cambio climático generado por los grandes países industrializados hace de la región un elemento vulnerable a los desastres naturales que la azotan periódicamente.

Cuba aportará durante su presidencia —entre otras posibilidades— su experiencia en esa área, en la que ya mantiene colaboración con varios países, pues muestra importantes avances, como por ejemplo, una estructurada Defensa Civil en caso de desastres naturales, unida a un positivo Instituto de Meteorología.

La AEC cuenta actualmente con dos programas básicos para el enfrentamiento a los fenómenos derivados del cambio climático: el Shock, al cual están unidos 16 islas, entre ellas Cuba. Este proyecto está dirigido a hacer más seguras las alarmas tempranas ante la presentación de huracanes y tsunamis.

Con equipamiento de primer nivel facilitado por Finlandia, el Shock plantea una mayor celeridad en cuanto al entrenamiento y capacitación del personal encargado de transmisión de los avisos de las instituciones de meteorología de la región.

México, por su parte, colaboró con cuatro millones de dólares para la conexión de 11 islas al sistema de información geoespacial de Naciones Unidas, como otra manera de proteger esos territorios ante vaivenes de la naturaleza.

En recientes declaraciones a la prensa cubana, Alfonso Múnera, secretario general del bloque, afirmó que “Cuba es un aliado incondicional y entusiasta de las tareas de la organización y entiende perfectamente el potencial de la AEC para la implementación de programas estratégicos en el área del Caribe”.

Aunque el grupo mantiene relaciones con otras entidades de la región caribeña y latinoamericana —como SELA, SICA, entre otras—, Cuba ha defendido en distintos foros la integración de la AEC con la CELAC —que celebrará su próxima Cumbre el 27 de este mes en Quito, Ecuador— ya que este es el único espacio político unitario en el que están ausentes las potencias hegemónicas.

La primera cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la AEC se celebró en Trinidad y Tobago en 1995, un año después de su constitución, y donde está situada su sede permanente. Ese año la nueva entidad regional comenzó sus funciones. La VI y última cumbre ocurrió en México en 2014.

Miembros plenos de la AEC son Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dominica, República Dominicana, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, El Salvador, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, San Cristóbal y las Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Suriname, Trinidad y Tobago (donde se encuentra la sede) y Venezuela.

Como Estados asociados aparecen Anguila, Antillas Holandesas, Aruba, Bermudas, Guadalupe, Guyana Francesa, Islas Caimán, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Martinica y Monserrat.

Clasifican como observadores Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Corea del Sur, Ecuador, Egipto, España, Finlandia, India, Italia, Marruecos, Perú, el Reino de los Países Bajos, el Reino Unido, Rusia, Turquía y Ucrania.


Compartir

Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


Deja tu comentario

Condición de protección de datos