sábado, 21 de septiembre de 2024

La abstención ronda las elecciones presidenciales en Chile

Michel Bachelet y Evelyn Matthei se enfrentan en segunda vuelta por la presidencia de Chile...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 15/12/2013
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Michel Bachelet y Evelyn Matthei
Bachelet y Matthei disputarán la presidencia de Chile en segunda vuelta.

Aunque millares de personas depositan su voto en los colegios electorales de Chile para escoger la nueva presidenta, la sombra del abstencionismo ronda la acción ciudadana, pues en la primera vuelta el 51 por ciento de los 13 millones de convocados prefirieron quedarse en casa, quizás convencidos de que sus opiniones no contarán para la nueva mandataria, sea Michelle Bachelet, como se espera, o la derechista Evelyn Matthei.

El alto nivel de abstención se debe, según analistas, a que —aunque el voto es voluntario desde este año— quienes no acuden a los colegios electorales están convencidos de que Bachelet poco podrá hacer para su anunciada reestructuración nacional, aunque la asistan las mejores intenciones, si las bases económicas están en manos de la oligarquía chilena reacia, como en otros países, a entregar mansamente sus históricos privilegios.

Uno de los criterios manejados por ese estrato social que vivió más de dos décadas bajo la bota de los militares y un pensamiento fascistoide y neoliberal, es que la sociedad chilena, permeada aún en muchos campos por un sistema político anacrónico, precisa de cambios estructurales a fondo que partan de la creación de una nueva Constitución Nacional.

Muchos dudan que la candidata del Partido Nuevo Mayoría —en el que confluyen la mayoría de las agrupaciones de la desarticulada Concertación Popular que colocó a Bachelet en La Moneda entre 2006-2010)— pueda cumplir con sus promesas de campaña.

Además de la instalación de una Asamblea Constituyente afirmó en sus mítines que luchará por la educación gratuita y de calidad (bandera de millones de manifestantes estudiantiles y obreros desde hace dos años), la igualdad salarial y equidad de género, entre otras acciones de carácter social, en discursos que el pueblo precisaba escuchar, mucho más ahora cuando hay varios gobiernos latinoamericanos de carácter revolucionario que ya lograron esas metas.

Para una buena parte de los chilenos el voto carece de significado, pues salga quien salga, hay dos posibilidades: o Chile da un vuelco institucional gigantesco con los retos que ello representa o continúa un sistema en el que la predominante economía de derecha, se mantenga intacta.

Por tanto, si gana Bachelet debe enfrentar el poder de un sistema que ni siquiera rozó durante su primer mandato o saldrá por la puerta de atrás de la presidencia, a pesar de su prestigio político, sin posibilidades de enfrentar al gran capital. La otra eventualidad es que pacte en privado con ese grupo, pero con nuevos ciclos de rebeldía popular.

Para lograr las transformaciones en que dice se empeñará, la candidata de Nueva Mayoría debe maniobrar en una superestructura derechista y si se atreve a desafiarla deberá enfrentar a la oligarquía local y regional capaz de derrocar, como ya hizo, a un presidente constitucional en 1973.   

En las Fuerzas Armadas  —según se constató este año en la discriminatoria acción de un grupo de marines que entrenaba en la vía pública el Viña del Mar— prima aún el pensamiento discriminatorio-fascista. El sistema financiero, bancos, los medios de comunicación —salvo excepciones— supermercados, cadenas farmacéuticas, concesionarias de carreteras y hasta el agua, son de propiedad privada, en tanto la energía y los minerales también fueron vendidos  a multinacionales o trasnacionales de derecha.

Por tanto, la abstención no es más que una expresión del desencanto colectivo que por la política posee una gran masa poblacional, a la cual Bachelet, a pesar de los riesgos de todo tipo que sufriría si de verdad asume sus programas electorales, intenta convencer de que el carácter de su gobierno dará un giro de 180 grados al país.   

Para ella, gobernar ahora será mucho más difícil que en su primer mandato. Los cambios realmente comenzaron en Chile hace dos años cuando millones de adolescentes y jóvenes sin compromiso ni miedo por el pasado se lanzaron a las calles despertando a una sociedad que mantiene los signos de la rebeldía con que se opuso hace 40 años al golpe de Estado de Pinochet contra el presidente Salvador Allende.

Veremos este domingo qué ocurre en Chile, donde en las campañas de Bachelet y Matthei se plantean dos proyectos antagónicos: el de la exmandataria, que acompaña los sueños juveniles de un país mejor y el de una política derechista cuyas intenciones, si ocupara la presidencia, sería mejorar, dijo, a la clase media nacional.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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