Hace más de cuarenta años, un joven soviético viajó por el interior de su país, mucho antes del colapso. Llegó a una ciudad llamada Béregovo, a unos kilómetros de la frontera más occidental. Había unas cuantas cosas que le resultaron extrañas del lugar. La peculiar vestimenta de la gente y las señalizaciones bilingües, en ruso y en otro idioma que desconocía. Preguntó y le explicaron que la ciudad era habitada por húngaros, en un territorio integrado a la Unión Soviética como parte de las redistribuciones territoriales y cambios de fronteras tras las dos guerras mundiales. La zona al que llegó el joven soviético está en la porción más al suroeste de la República Socialista Soviética de Ucrania, una de las 15 que formaban la URSS.
Décadas después de ese viaje, Vladimir Putin le contó esa anécdota personal al periodista estadounidense Carlson Tucker, para ejemplificar cómo personas de otra cultura podían, tranquilamente, quedar separadas de su nación de origen por el reacomodamiento de los límites territoriales a causa de decisiones políticas. El intercambio de dos horas, grabado en el despacho presidencial del Kremlin, ha trascendido por la enciclopédica capacidad del entrevistado para recorrer un milenio de hechos históricos, sin que haya emergido ningún contraargumento de igual notoriedad que lo desmienta o ponga en duda su visión del pasado.
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Aunque el inicio del cuestionario de Carlson iba directo a lo que cualquier reportero estadounidense le preguntaría a Putin, la media hora de repaso histórico, de la alta edad media al final de la guerra fría, le ha dado una visibilidad a la raíz de un problema que comenzó a formarse con el derrumbe soviético de 1991. No hay manera simple de resumir en unos pocos minutos las complejidades territoriales que determinan la historia del país que se gobierna desde Moscú. Aunque el multimillonario suministro de armas a Ucrania no ha impedido los avances de las tropas rusas en dos años de guerra, el esfuerzo de propaganda ha sido mucho más efectivo en ocultar las razones detrás de la conflagración que enfrenta a personas que una vez compartieron una misma ciudadanía.
En más de una ocasión, Putin ha comentado las consecuencias de la creación desde cero de una entidad soviética llamada Ucrania, con extensos territorios habitados por rusos étnicos; el incumplimiento de las promesas no escritas contra una expansión hacia Europa del Este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) después de la desaparición de la URSS y la situación de guerra civil vivida al interior de Ucrania después del golpe de estado provocado por el llamado Maidan de 2014, las protestas antigubernamentales aupadas por Estados Unidos.
Por eso la entrevista conducida un personaje mediático tan polémico como Carlson, un referente de la llamada derecha alternativa, le ha dado visibilidad a cuestiones que Putin ha repetido durante los últimos años, siempre con la misma elocuencia y similar nivel de detalles, pero sin un intermediario. Es ahí donde entra la inusual relevancia del entrevistador: un irreverente periodista que escaló hasta los horarios de máxima audiencia nocturno de la televisora Fox News. Desde allí, se convertirse uno de los referentes informativos que Donald Trump veía en la pantalla de su rascacielos en Nueva York y, luego, en los espacios más privados de la Casa Blanca. Consciente de esa sintonía (literalmente), Carlson intentó influir en los estados de opinión de la persona con la última palabra en la política exterior de su país. Así lo hizo en 2019, cuando daba la impresión de oponerse a los obvios planes para justificar una invasión militar contra Venezuela, fraguados por el asesor de seguridad nacional, John Bolton.
Pero, trumpista hasta la médula, defendió todas las teorías conspirativas sobre el supuesto fraude electoral en favor de Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020, una posición que tres años después le costó 787 millones de dólares a la cadena que emitía su programa. El dinero compensó a Dominion Voting System, una proveedora de máquinas de votación electrónica, acusada sin pruebas por presentadores de Fox News de manipular los resultados. Carlson fue el único que perdió su trabajo por esa causa. El siguiente paso en su carrera lo llevó generación de contenidos para las redes sociales, generalmente entrevistas, y específicamente en X, la antigua Twitter comprada por el empresario Elon Musk, quien ha promovido la entrevista en su perfil, explicando hasta cómo poder verla en un televisor después de la plataforma de su propiedad.
La conversación entre Putin y Carlson tiene momentos donde el presidente ruso hace gala de su sentido del humor incluido para referirse a temas extremadamente serios, como el auge del neonazismo como reacción al pasado soviético: “Tras su independencia, Ucrania empezó a buscar su identidad, como dicen algunos analistas occidentales. No se le ocurrió nada mejor que poner en el centro de esta identidad a falsos héroes que colaboraron con Hitler.” Y hay otros momentos en que brevemente expresa la cuestión detrás del conflicto: “Aceptamos que tras el colapso de la Unión Soviética los territorios debían separarse según las fronteras de las repúblicas soviéticas. Lo aceptamos. Pero nunca aceptamos la expansión de la OTAN…”
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A pocos días de cumplirse dos años del conflicto armado más importante entre antiguos miembros de la URSS, el líder de uno de los bandos tomó una decisión con la esperanza de alterar el curso de la guerra. En Kiev, el presidente Volodímir Zelenski cambió al comandante general de su ejército: Valeri Zaluzhny fue reemplazado por Oleksander Syrski, un ruso étnico cuyos padres se mudaron a Ucrania antes de la desintegración de la Unión Soviética, como otros tantos millones de ciudadanos de ese país.
El otro bando también tomó por esas fechas una decisión igual de estratégica, cuando aceptó la entrevista pedida por Carlson a su jefe. Lejos de las trincheras cavadas en Ucrania y respondiendo preguntas calmadamente desde su despacho, el presidente Vladimir Putin ganó uno de los encuentros más importantes provocados por el conflicto armado que empezó el 24 de febrero de 2022: la guerra comunicacional contra Rusia encontró su Stalingrado.
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