lunes, 23 de septiembre de 2024

La mirilla terrorista

Los extremistas islámicos se rifan Oriente Medio a la sombra de la “victoria imperial” sobre los “enemigos globales”...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 17/06/2014
1 comentarios
irak
Es compleja la situación en Irak.

Ciertamente, el denominado Estado Islámico de Irak y el Levante, ISIL —entiéndase las bandas mercenarias de base sunita que ligadas a Al Qaeda actuaban contra el gobierno de Bagdad y desde hace unos años por el derrocamiento de Bashar el Asad en Siria—, no es un movimiento desligado de los intereses oscuros que se mueven en aquella parte del orbe.

Según analistas, la agrupación armada surgida durante la invasión norteamericana contra el gobierno de Sadam Hussein pasó en 2004 a denominarse Al Qaeda en Irak, con lo que enfatizaba sus fanáticos orígenes, hasta su presencia activa en la guerra de agresión contra Damasco.

Luego, cuando la dirección de la organización armada autora de los atentados del 11 de septiembre de 2001 decidió entregar su favoritismo en Siria al llamado Frente Al-Nusra a la altura del pasado año, y no sin mediar furiosos enfrentamientos armados, el desde entonces titulado Estado Islámico de Irak optó por proclamarse autónomo, sin abandonar sus acendradas y genéticas prácticas extremistas y de inusitada violencia.

A tal punto han llegado los militantes de ISIL en su aplicación de la sharia que ya se contabilizan numerosas crucifixiones y decapitaciones de víctimas a partir de la más mínima violación de la denominada “ley islámica” o de, simplemente, ser identificado como un “impuro” por los verdugos.

Por demás, son muchos los estudiosos que señalan el abierto compromiso de Arabia Saudita y otros estados árabes de derecha con este grupo armado, especialmente en sus ataques contra Siria, y la asistencia, y el apoyo que en esa empresa injerencista ha llegado a recibir incluso de los Estados Unidos y sus restantes aliados de la Organización del Tratado del Atlántico norte, OTAN, capaces de cualquier alianza oportunista que apoye su política hegemónica en Asia Central y Oriente Medio.

Sin embargo, dicen otras fuentes, al valorar la actual situación, que otra vez los cuervos pican la mano de quienes les alimentan, y en materia de cumplir su interés particular de crear el “gran califato mesoriental”, los contingentes de ISIL —en los que se dice militan no menos de cinco mil mercenarios europeos, chechenios y de varios países árabes— parecen aprovechar el caos y la debilidad institucional que dejaron en Irak los largos años de ocupación militar norteamericana, así como el origen chiita del gobierno instaurado en Damasco, bajo la dirección del primer ministro Nuri Al Maliki.

De hecho, ante el rápido avance de los terroristas, personalidades políticas norteamericanas han instado a Al Maliki a intentar un arreglo con los sunitas para evitar la preponderancia de ISIL, mientras en la Casa Blanca, un Barack Obama —que desde su inicial campaña electoral prometió terminar la guerra en aquellos patios— se muestra dubitativo frente a un masivo apoyo bélico a las autoridades de Bagdad.

Una posición que, dicho sea de paso, podría tener costos internos para el presidente. Toda vez que la derecha republicana ya lo acusa de “abandonar lo logrado en Irak”, e incluso de “traicionar la sangre de los militares norteamericanos” muertos en la prolongada y controvertida campaña bélica.

Así, personajes como los congresistas John McCain y Lindsey Graham, ambos de la élite reaccionaria, criticaron la falta de compromiso de Obama con el derrocamiento de Bashar el Asad, que hubiese permitido desviar los golpes de los terroristas a favor de la política de Washington en Siria, a la vez que subrayan la “pasividad” oficial frente al auge sorpresivo de los extremistas y el “peligro” que estos pueden significar para la propia seguridad de los Estados Unidos.

En pocas palabras, que la “explosión yihadista” que ahora amenaza con tomar a Irak por completo, no es más que una de las tantas adversas consecuencias de un desempeño imperialista que, por inconsecuente y mañoso, casi siempre termina con atrapar al pillo en su misma red.

Ello sin contar el riesgo cierto de un incendio regional de incalculables proporciones si al terrorismo confesional se le ocurriese —y hablamos de una posibilidad cierta— extender por la fuerza el islamismo extremo en toda la geografía centroasiática y mesoriental. 


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista

Se han publicado 1 comentarios


Juan Carlos
 18/6/14 17:15

"así como el origen chiita del gobierno instaurado en Damasco, bajo la dirección del primer ministro Nuri Al Maliki........ Damasco? querra decir Bagdad.....

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