lunes, 23 de septiembre de 2024

La noria de la prepotencia

Tel Aviv prefiere desconocer la voluntad global y apuesta a la soberbia...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 03/08/2014
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Que Israel rechace y viole las crecientes solicitudes internacionales para poner fin a la matanza que realiza en la Franja de Gaza a cuenta de su titulado derecho a la defensa nacional, indica el grado de impunidad que han interiorizado las autoridades sionistas a partir del eterno apañamiento de que han sido objeto por Washington y el resto de Occidente.

Un aliado, en el caso de los círculos norteamericanos de poder, que  mientras intenta mostrar un rostro favorable a un cese del fuego humanitario, desembolsa nuevas partidas millonarias para reponer los pertrechos que el sionismo ha utilizado en estos días para matar a miles de palestinos en la Franja de Gaza, y que además se escandaliza y alborota por el presunto apresamiento, por combatientes árabes, de un militar israelí en pleno campo de operaciones bélicas.

Pero en efecto, una  y otra vez Tel Aviv ha dicho que no pondrá freno a su ofensiva sobre la estrecha región costera donde se hacinan más de un millón de palestinos sin medios eficaces de defensa, y que sufren a diario, desde hace casi un mes, los ataques por aire, mar y tierra del país que por demás recibe la mayor ayuda militar exterior que otorgan los Estados Unidos en el mundo, superior a los tres mil millones de dólares anuales.

Un Estado sionista excluyente, poseedor gracias a sus poderosos aliados de arsenales nucleares no controlados, e  implantado en Oriente Medio sin tomar en cuenta a la población de origen árabe que también ocupaba históricamente el territorio palestino, y que fue obligada mediante la violencia y el desalojo forzoso, a enfrentar la mayor diáspora humana que registra la historia moderna.

Y a tono con la tragedia que hoy vive Gaza, alguien decía hace poco que la titulada “comunidad internacional” es solo un mito, afirmación que suma mayor validez cuando se asiste al hecho de que un gobierno genocida hace y deshace contra un pueblo inerme sin que nadie logre frenarle.

Y el hecho es evidente y claro en lo que respecta al ataque sionista a la Franja de Gaza. Tel Aviv sencillamente proclama su presunto derecho unilateral a matar a miles de palestinos indefensos para liquidar, dice, los  pretendidos ataques terroristas a su nación.

En consecuencia, poco importan condenas, declaraciones, discursos y marchas globales de protesta, porque el sionismo se siente lo suficientemente apoyado y protegido para seguir matando.

La prepotencia sionista es tal que ya no se esconde siquiera ante algún que otro tibio reclamo de sus tutores.
Y es el hecho de que – como ya apuntábamos- dirigentes israelíes han hecho abierto caso omiso a los ya citados recientes señalamientos de Washington para atenuar la matanza en Gaza a partir de guardar la  propia imagen pública de Israel.

Los Estados Unidos -han llegado a decir los aludidos- ya no es una potencia que pueda ordenarle nada a nadie, y a tono con sus planes hegemónicos y aspiraciones geopolíticas, tampoco romperá con Israel por mucho que se incomo-de. En pocas palabras, no hay freno al genocidio.

De hecho, el ex embajador sionista en Washington, Michael Oren, declaró en esa cuerda que “ya pasó el momento en que el presidente de los Estados Unidos podía dictar órdenes”, y que el hecho de que esa potencia sugiera un alto al fuego no significa que Tel Aviv tenga que responder enseguida”, enfatizó el ex diplomático.

Solo que a estas alturas las fuerzas invasoras ya acumulan un número importante de bajas  a manos de la tenaz resistencia de los palestinos, y habrá que ver si la sociedad israelí y los propios belicistas están dispuestos a pagar el creciente desgaste humano y material que ello implica.

Destruir al movimiento guerrillero Hamas, que según Tel Aviv es el propósito de la actual agresión, no es una tarea fácil, teniendo en cuenta que si bien esa agrupación no posee la técnica militar sionista, combate en su propio terreno y ya acumula más de una victoria sobre los hostiles vecinos.

Y en ese contexto, ya hay  quienes recuerdan la paliza que finalmente recibieron los invasores a manos de los combatientes de Hezbolah en Líbano años atrás, de donde tuvieron que marcharse literalmente “con el rabo entre las patas”.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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