sábado, 20 de abril de 2024

Lula asume bajo riesgo terrorista de Bolsonaro (+ Audio)

Los últimos días de 2022, comandos de la derecha radical trataron de impedir la toma de posesión presidencial...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 29/12/2022
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Lula Da Silva,asunción Brasil
En ese contexto, 2022 fue un año de lucha del bien representado por Lula contra los ocultos designios de Bolsonaro. (Tomada de Página 12)

Cuando el próximo día 31 los relojes marquen las 00.00 hora, comienza una nueva etapa política en Brasil con la tercera asunción del presidente Luiz Inacio Lula da Silva. Pero desde horas antes, el ambiente político está tenso por las señales de amenazas y terrorismo de los seguidores del saliente ultraderechista Jair Bolsonaro.

La noche de ese último día del año millones de personas vestidas de blanco rinden tributo a Yemayá, santa venerada que celebra su día el 1ro. de enero, en coincidencia con la toma de posesión de Lula. La noche previa, los mares y los ríos se cubren de fiestas, fuegos artificiales y ofrendas a la deidad. Sin embargo, frente a los cuarteles permanecen los llamados “campamentos patriotas” donde seguidores de Bolsonaro piden a las Fuerzas Armadas impidan la toma de posesión del fundador del Partido de los Trabajadores, un político izquierdista que prometió al electorado devolver a Brasil al escenario político mundial.

Lula, de 77 años, quien tuvo dos exitosos mandatos (2003-2010) fue víctima de un complot judicial, ordenado para evitar se postulara a las elecciones del 2018 y darle paso a la ultraderecha. El resultado del amañado juicio fue una condena de ocho años de prisión, de los cuales cumplió 580 días sin que hubiese una sola prueba en la parte acusatoria. El interés era apartarlo de la política –como hicieron con Cristina Fernández, Rafael Correa, entre otros- para fortalecer la presencia conservadora en la región.

Pero Lula fue sobreseído en todas las causas, mientras Bolsonaro, este 2022, dedicó su tiempo casi completo a tratar de lavar su imagen de errores cometidos durante su mandato, entre ellos su negativismo durante la pandemia de la Covid-19 que costó la vida a más de 600 000 de sus coterráneos; las miles de hectáreas perdidas en la Amazonía tras venderlas a madereras extranjeras; el indulto a policías y militares que masacraron 111 detenidos en la Casa de Detención de Carandiru, zona norte de Sao Paulo; el impulso a una campaña de mentiras en redes sociales, que calaron en las masas brasileñas de bajo nivel cultural y político –acusó a Lula de comunista y que prohibiría templos y religiones-, propició en septiembre último un autogolpe de Estado usando a sus seguidores como carne de cañón, mientras buscaba apoyo en las Fuerzas Armadas.

Este fue un año en que el foco político presidencial estuvo puesto esencialmente en los comicios generales del 2 de octubre, con segunda vuelta el 30 de ese mes, en el que se vería la cara con Lula da Silva, quien resultó vencedor en las urnas por la mínima de solo un 1 % de diferencia (unos dos millones de votos).

El movimiento político en torno a quien se hace llamar Mesías –su segundo nombre de pila- es poderoso. Brasil es hoy, y unirlo será una de las principales tareas de Lula, una nación polarizada entre quienes creen por ignorancia las mentiras del exdiputado, y las verdades del nuevo proyecto político.

Bolsonaro estuvo 72 horas sin pronunciarse sobre la victoria de Lula, la que aceptó a regañadientes, y mantiene una postura hostil, sin participar en el traspaso de la administración.

El terrorismo se ha enquistado en los bolsonaristas. La alarma cundió en los cuerpos de seguridad el pasado sábado, en Brasilia, la capital federal, cuando la Policía desactivó un artefacto explosivo ubicado dentro de un camión de combustible en la vía al aeropuerto internacional Presidente Juscelio Kubitschek.

Ante la posibilidad de nuevos hechos de violencia, el nuevo ministro de Justicia, Flávio Dino, anunció un fuerte despliegue policial.

Por esa causa, el pasado día 25 la Policía Civil detuvo a George Washington de Oliveira Sousa, un empresario de 54 años, quien admitió que pensaba volar también la subestación eléctrica de Taguatinga, en el Distrito Federal, para "provocar la intervención de las Fuerzas Armadas y el decreto del estado de sitio".

Según la publicación Gazeta do Povo, las autoridades encontraron un gran depósito de armas, municiones, uniformes y otros equipos en su vivienda, lo que indica que no actuaría en solitario.

Antes, el día 13, y luego de una huelga de camioneros en apoyo a Bolsonaro, decenas de personas intentaron tomar la sede central de la Policía Federal, en medio de disparos y explosiones. Ocho vehículos, entre ellos cinco autobuses, fueron incendiados.

LULA YA EMPEZÓ A GOBERNAR

Lula, que tiene como vicepresidente al dos veces exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Ackmin, de gran influencia en el empresariado nacional (una fórmula muy parecida a la de sus dos gobiernos anteriores), ya designó su Consejo de ministros y empezó, aún sin asumir, el gobierno de centroizquierda que de él se espera, pues ni fue ni es comunista, como confirma su biógrafo, el prestigioso periodista Fernando Morais.

En Brasil es bastante tradicional desde los años 60 del pasado siglo que la extrema derecha utilice el temor hacia el comunismo (fase superior del socialismo) para atacar al izquierdismo e intimidar a la clase media y a quienes carecen de cultura política. Para los partidarios de Bolsonaro, cualquiera que se posicione contra la venta de armas o la violencia policial comulga en esa ideología.

De lo que no hay dudas es que el mandatario, como en sus dos previas experiencias en Planalto, priorizará a lo interno el gasto social, algo inexistente durante el saliente régimen neoliberal, que entregó al capital privado importantes empresas y recursos naturales del país, como el petróleo y parte de la Amazonía.

Aun sin el batón de mando, ya Lula gobierna. A su solicitud, el Congreso Nacional aprobó por mayoría en sus dos Cámaras una enmienda al presupuesto de 2023 que garantiza varios programas sociales, entre ellos el subsidio a los más pobres, aumento del salario mínimo, inversiones en educación y salud y otras promesas que el fundador del Partido de los Trabajadores (PT) hizo durante la campaña electoral.

Tras la inédita aprobación en tiempo récord de la propuesta de un presidente electo, el antiguo sindicalista de Sao Paulo reafirmó su intención de negociar la inclusión en la coalición oficialista de las formaciones de centro y de derecha opositoras.

Lula ya tuvo ocho años de Gobierno con una configuración del Congreso muy parecida, por lo que todo indica que el apoyo en el Parlamento no será problema, declaró a la prensa Marco Antonio Carvalho Teixeira, analista de la Fundación Getúlio Vargas.

El principal punto de la enmienda garantiza el subsidio a los más pobres de 600 reales (unos 115 dólares) mensuales, a partir de enero. Bolsonaro no incluyó en el presupuesto del próximo año las partidas para garantizar esos auxilios.

Cerca de 20 000 000 millones de familias reciben actualmente esa ayuda que surgió durante los anteriores gobiernos petistas, pero que sin el ajuste se reduciría en un 33 % a partir del próximo mes. Según datos oficiales divulgados a comienzos de mes, unos 62,5 millones de los 213 000 000 de brasileños viven en condiciones de pobreza, el nivel más alto en los últimos 10 años.

Al final de su segundo mandato en 2010 Lula había sacado de la pobreza a 48 000 000 de personas.

En ese contexto, 2022 fue un año de lucha del bien representado por Lula contra los ocultos designios de Bolsonaro, quien sigue siendo un peligro latente para la democracia “do país mais grande do mundo”.

Ahora comienza la reconstrucción de Brasil, a pesar de los extremos peligros que rodean al nuevo gobierno.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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