//

domingo, 22 de diciembre de 2024

Mi amigo el sirio

Esta posible guerra me desconcierta, me enfurece más que las demás, porque tengo un amigo allí. Uno no puede evitar pensar cómo se sentirá el sirio, cómo estarán sus amistades, su familia repleta de primos, tíos, hermanos y sobrinos...

Eileen Sosin Martínez en Exclusivo 10/09/2013
1 comentarios
Siria- manos
“No se preocupen”, nos dice a cada rato el sirio, tal vez con el mismo aplomo de David.

Empezando primer año en la universidad, el jefe de brigada nos lo presentó. “Caballeros, este es el nuevo estudiante del aula. Es árabe, y tiene un nombre ‘en candela’, así que todo el mundo le dice Alí”. El coro de risas fue la mejor bienvenida.

Enseguida le caímos a preguntas, queríamos saber del Ramadán, de los derechos de las mujeres, sobre los rezos y Alá. Seguramente más de uno se lo imaginaba con turbante y túnica o cruzando el desierto en camello. Como viajero llegado de tierras lejanas, el sirio se disponía a explicar y contar historias, muchas veces exageradas y fantasiosas, versiones modernas de Las mil y una noches.

Presumía de sus conocimientos de español, siempre adelantado, según él, con respecto a otros extranjeros que compartían su curso, y orgulloso de tantas huellas moras en nuestro idioma. “Por ejemplo: almojada, albajaca, zanajoria...”. A poco aprendió las malas palabras, que en su voz sonaban más simpáticas que obscenas. “Ño, de madre”, “Ay Dio’, qué salación”, decía, tan cubano como cualquiera.

Pronto hubo confianza, y subió el calibre de las observaciones y los chistes. “Yo quisiera saber cuál es la implicación de la princesa Rania de Jordania en el conflicto palestino”, solicitó una muchacha pizpireta. El falso Alí, entre implacable y divertido, no paraba de hacernos reír. “A ver, Claudia, ¿cuándo tu has visto una princesa implicada en algo?”. 

Es que parecía despistado, muy dispuesto a “dar una vuelta” entre turnos y sentarse “a desconectar”en el portal de la Facultad. Pero fuimos descubriendo que el sirio era “un duro”, comprometido con su país, siempre informado del panorama internacional, capaz de explicar las problemáticas de Oriente Medio como el mejor analista político.

Son legendarias sus meteduras de pata, como cuando fue a botar el vaso tras tomar café... porque el vaso era desechable. “No sé qué hacer con usted”, le dijo un día la profesora de Gramática. “Nadie sabe”, concluyó él, que también debía “fajarse” con Economía política, Literatura, Historia de Cuba.

Jugaba fútbol y ping pong en los Juegos Caribe, fue a la escuela al campo a desyerbar y pasar trabajo como los demás, sobre todo porque, a causa de su religión, no puede comer cerdo, ni manteca, ni embutidos de cerdo. De tan respetuoso, el sirio ni siquiera come pellys de jamón.

También nosotros aprendimos, entre otras cosas, que los árabes no son terroristas. Supimos que assalam malecum es un saludo, y que habib significa “amigo”. Bueno, los varones conocían otras palabras, a manera de código secreto para hablar de “sus asuntos”, de los cuales apenas nos enteramos, pero podemos adivinarlos.

Así llegó quinto año y su tesis de licenciatura fue un acercamiento a la compleja situación que ya se urdía en Siria. “Mi país limita al Norte con Turquía, al Este con Iraq, al Oeste con Líbano, al Sur con Jordania y... el mapa dice Israel, pero es Palestina”. Decir que estuvimos muy orgullosos sería un eufemismo, más aún cuando resultó el graduado extranjero más integral de la Universidad de La Habana.

Ahora los Estados Unidos insisten con su disfraz de Quijote, devenidos fiscales universales, gerentes del mundo, matones a sueldo. Obama pisotea el Nobel y el trémulo Consejo de Seguridad es cada vez más inútil.

Esta posible guerra me desconcierta, me preocupa, me enfurece más que las demás. Porque tengo un amigo allí. Son más dolorosas las tétricas escenas de campamentos de refugiados, destrucción y muerte. Uno no puede evitar pensar cómo se sentirá el sirio, cómo estarán sus amistades, su familia repleta de primos, tíos, hermanos y sobrinos.

Este guión tan burdamente repetido hierve la sangre, ofende la inteligencia de cualquiera. A ver cuánta paz y justicia pudieron llevar las potencias occidentales a Afganistán, Iraq y Libia. Otra vez los “chicos malos” conspiran para abusar de los más pequeños. “No se preocupen”, nos dice a cada rato el sirio, tal vez con el mismo aplomo de David, momentos antes de derribar al gigante.


Compartir

Eileen Sosin Martínez

Se han publicado 1 comentarios


Amauris Domínguez Meriño
 10/9/13 15:54

Eileen, así nos conecta la vida con otros que viven más allá en lugares que eran exóticos para nosotros pero cuando convivimos vemos que son humanos de carne y hueso, con los mismos sueños, frustraciones que nosotros. Y el compartir hermana.Y duele que sus países sean o estén sometidos a la barbarie de los poderosos que se creen por encima de todo, por encima de las leyes de los hombres por mandato divino. Conocí a un sarahuí en la UH, Brahim Moulud, de sus derroteros actuales no se, pero me duele cada vez que oigo noticias de abusos y atropellos en su tierra. Apoyo a los hermanos sirios en estos momentos peligrosos.

Deja tu comentario

Condición de protección de datos