lunes, 23 de septiembre de 2024

Nigeria: el viejo camino de las balas

El país más poblado de África no ha dejado de ser un tablado de conflictos...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 06/06/2014
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Boko Haram-Nigeria
“Boko Haram”, organización que apoya abiertamente el terrorismo contra la población civil.

Dicen algunos que el hallazgo de petróleo en suelo nigeriano, iniciada la sexta década del pasado siglo, ha sido en buena medida un problema para una nación donde confluyen infinidad de etnias, y donde los intereses foráneos y los grupos extremistas tienen abundante tela por donde cortar.

De hecho, desde su independencia, justo en 1960, el país, constituido hoy como una república federativa de 36 estados, según la constitución de mayo de 1999, ha sido escenario de numerosos golpes castrenses y conflictos armados, entre ellos, la devastadora guerra de Biafra, entre julio de 1967 y enero de 1970, provocada precisamente por las reticencias regionales derivadas del reparto de los beneficios petroleros, episodio bélico que costó la vida a unos tres millones de personas, muchas de ellas víctimas del hambre y el permanente acoso militar.

El crudo cambió, además, el cuadro económico nacional. La explotación y exportación del energético, de las que toman parte grandes consorcios internacionales, hizo declinar la agricultura y la ganadería, bases claves para la subsistencia de millones de personas.

Con casi 16 mil millones de barriles de petróleo en sus reservas, y cifras también millonarias en yacimientos de gas natural, Nigeria, sin embargo, adolece de un reparto equitativo de los beneficios que recibe de la factura energética, de manera que pobladores de regiones de alta producción, como los del Delta del río Níger, al Sur del país, han sido protagonistas de protestas y alzamientos armados para reclamar su cuota de beneficios, con más razón cuando la explotación petrolera ha significado desplazamientos forzosos de sus lugares de origen, destrucción ecológica y pérdida de sus fuentes tradicionales de subsistencia.

De hecho, la relación de organizaciones y grupos tribales que de una u otra forma se han involucrado en acciones militares en el Delta del Níger supera la decena, según fuentes occidentales, y se suman a la lista de aquellos otros destacamentos que en años anteriores también escenificaron conflictos en otras partes de la nación, incluida la ya mencionada guerra de Biafra.

No obstante, en nuestros días, las noticias en materia de acciones bélicas en Nigeria, ahora con claros tintes extremistas y terroristas, corresponden a la autoría de la agrupación denominada Boko Haram, vocablos cuya traducción es, más o menos, “la educación occidental es pecado”.

Se trata, afirman los analistas, de un grupo de fanáticos islámicos de corte similar a Al Qaeda, que tiene entre sus “sus objetivos declarados el establecimiento de la interpretación y aplicación extrema del Islam en los 36 estados nigerianos, y no sólo en el norte de mayoría musulmana.

"Boko Haram —añaden las fuentes— es considerada una organización que apoya abiertamente el terrorismo contra la población civil, y usa medios violentos y coactivos en la persecución de sus objetivos político-religiosos”.

El grupo fue fundado en 2002 en el estado de Boro, y dos años más tarde su jefatura pasó a la región de Yobo, desde donde se planificaron y ejecutaron numerosos ataques contra puestos policiales federales.

En 2011, las autoridades centrales de Abuja, la capital de Nigeria, decretaron el estado de emergencia en cuatro estados norteños luego de varios atentados atribuidos a los grupos terroristas, pero las acciones continuaron, incluso con masacres en varios centros estudiantiles.

En abril último, esa facción extremista, liderada por Abubakar Shekau, ejecutó el secuestro de 200 niñas escolares, en una acción que movilizó no solo a la sociedad nigeriana, sino a las autoridades de varias naciones vecinas y de otras partes del planeta.

El propósito, según los captores, que han sometido a torturas, violaciones masivas y vejámenes a las pequeñas, es “islamizar” a las rehenes y promover el fin de la “educación occidental” en el país.

Ante este hecho, el actual presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, ordenó la guerra sin tregua contra los secuestradores y sus puntos de concentración, “de manera que se logre el objetivo de expulsar a los terroristas del territorio nacional”.

Las acciones también involucran a las fuerzas de seguridad de países vecinos como Chad, Benín, Camerún y Níger, que pueden ser también blanco de las bandas armadas de Boko Haram.

Como repuesta, los islamistas desataron horas después una ola de ataques armados contra al menos doce poblaciones y aldeas indefensas en la región de Boro.

Vecinos de las áreas afectadas dijeron que los agresores se personaron en vehículos militares y motocicletas y balearon a todas las personas que encontraron en su camino, para luego incendiar buena parte de las viviendas.

Vale indicar finalmente que estas ominosas acciones de los últimos días en Nigeria forman parte de una campaña que se extiende a otros puntos del continente africano, y en las cuales el violento hincapié en las divisiones confesionales  y tribales constituye un punto de apoyo para quienes persiguen  imponer sus dogmáticos criterios al resto de la sociedad.

Pero más allá, contribuyen además a establecer un pretexto para que las fuerzas hegemonistas internacionales estimulen su renovado injerencismo en Africa bajo las ya clásicas banderas de la “guerra contra el terrorismo”, aún cuando, es sabido, esos mismos sectores no vacilan en cerrar oportunistas alianzas con los extremistas islámicos (incluida Al Qaeda) para deshacerse de gobiernos que consideran incómodos, como sucedió en Libia, en pleno Norte de Africa, y han pretendido repetir en Siria.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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