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domingo, 22 de diciembre de 2024

Para no pasar por alto

A una docena de años, los atentados a las Torres Gemelas siguen siendo una muy sospechosa advertencia...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 11/09/2013
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Torres Gemelas
Doce años después Estados Unidos recuerda atentado del 11 de septiembre a punto de invadir Siria.

Doce años después de los controvertidos ataques terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, ocurridos el once de septiembre de dos mil uno, las consecuencias de semejantes actos de violencia resultan un sucio, hiriente y suspicaz legado 

De hecho, los acontecimientos de aquel día están marcados por grandes dudas en cuanto a sus orígenes y desarrollo. 

Y es que mientras el entonces díscolo presidente George W. Bush y su equipo de gobierno no cesaban de hablar de una “agresión externa” contra los Estados Unidos, no pocos testigos y analistas aún se preguntan sobre las misteriosas explosiones seriadas y los meticulosos derrumbes del World Trade Center y de varios edificios aledaños, todo un escenario más cercano a una demolición programada que al producto del impacto de aviones comerciales desviados de su ruta.

O cuestionan como frente al Pentágono no quedó ni una tuerca recuperable de la presunta nave aérea lanzada sobre el edificio del Departamento de Defensa, cuyos motores, por solo citar un ejemplo, están fabricados con aleaciones metálicas que resisten las más elevadas temperaturas. 

Por otra parte, y en el plano exterior, lo cierto es que los sucesos del once de septiembre de dos mil uno sirvieron a la administración de W. Bush para declarar su cruzada mundial contra el terrorismo. 

Un sucio proyecto que ha permitido a Washington las invasiones militares contra Afganistán e Iraq y el derrocamiento del gobierno libio, amén de contar con un manejable y oportunista pretexto para agredir a quien se le ocurra, como sucede hoy con Siria, bajo amenaza de una intervención bélica directa ordenada personalmente por el “Nóbel de la Paz” Barack Obama.

Planes que encierran el propósito multifacético de  imponer el dominio de la Casa Blanca en el amplio y estratégico universo mesoriental y centroasiático, contiguo por demás a las fronteras de Rusia y China, los dos grandes “oponentes” que los sectores norteamericanos de poder han identificado en esta nueva etapa de su puja hegemonista global. 

Asimismo, y de manera hipócrita, se estimuló aceleradamente el espectro de Al Qaeda como enemigo a liquidar, a sabiendas de que se trataba de un viejo hijastro y aliado de la CIA norteamericana en la guerra contra las tropas soviéticas dislocadas en Afganistán decenios atrás, y que a pesar de todo lo que se diga y explique, hoy todavía colabora decisivamente con los empeños expansionistas de los Estados Unidos en Asia Central y Oriente Medio. 

Por si fuera poco, el manipulado fantasma del once de septiembre de dos mil uno ha permitido a las autoridades oficiales norteamericanas darse el lujo de violentar las sacrosantas libertades individuales de las que tanto gusta preciarse la sociedad imperialista. 

De manera que a nombre de “la seguridad nacional y la lucha contra el terrorismo”, cientos de miles de ciudadanos norteamericanos y de otros muchos países, incluidos sus aliados de Occidente, han visto invadida su privacidad mediante el chequeo subrepticio de sus teléfonos, sus cuentas de correo electrónico, o su presencia en sitios de Internet de alta concurrencia. 

Ello sin olvidar que la tortura y los arrestos indefinidos han estado al día en lo que Washington califica como “el gran esfuerzo” por poner coto a la violencia extremista contra “su sistema libre y democrático”. 

Pero, desde luego, para los personeros oficiales que año tras año visitan la “zona cero” para presenciar con fingidos aires de luto el reiterado dolor de los familiares de las víctimas, todo lo oculto y silenciado resulta un pasaje inviolable e intocable…y es que ni Judas lo hizo mejor.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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