lunes, 30 de septiembre de 2024

Sexismo, un inesperado contendiente en las primarias de EE.UU.

El sexismo sube de tono en la carrera por la presidencia de Estados Unidos, y hasta los correligionarios luchan por mostrarse más feministas o más misóginos que nadie...

en Prensa Latina 10/02/2016
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El sexismo sube de tono en la carrera por la presidencia de Estados Unidos, y hasta los correligionarios luchan por mostrarse más feministas o más misóginos que nadie.

El tema de género provoca asperezas en el Partido Demócrata: la ex-secretaria de Estado Madelaine Albright retornó a la palestra para prometer "un lugar en el infierno para las mujeres que no apoyen a las mujeres".

Ocurrió vísperas de las primarias en New Hampshire, donde Hillary Clinton busca repetir su triunfo en el caucus de Iowa, por ínfimo margen con su rival por la candidatura demócrata, el senador Bernie Sanders.

Ambos claman ser la mejor opción para el empoderamiento femenino en un país donde la mujer alcanzó su derecho al voto en 1920, y no escatiman espacios para cuestionar la propuesta del otro.

Las seguidoras de la ex-primera dama alegan que Clinton ha sufrido el sexismo en carne propia, es madre y trabajadora, por eso podría identificarse mejor con los problemas de la mujer.

Pero las votantes que sueñan con una mujer presidente necesitan avales más sólidos que sus cromosomas, y Clinton no las convence pues ha sido parte del sistema que Sanders se propone revolucionar.

Los republicanos han aprovechado esta brecha para reclutar a mujeres que antaño acusaron al expresidente Bill Clinton de acoso sexual, y dañar así la imagen y aspiraciones de su esposa, Hillary,

Nombres como Katheryn Willey o Juanita Broaddrick retornan a la palestra para tildar de hipócrita el discurso feminista de Clinton.

El panorama no es diferente entre los republicanos, cuya única precandidata, Carly Fiorina, admitió recientemente que ha sufrido discriminación frecuentemente durante la campaña.

A la antigua presidenta de la compañía Hewlett-Packard le llaman lo mismo "bombón" que "perra", y cuenta su historia no para ganarse simpatías de género, si no porque el acoso sexista es un hecho.

A su vez, el senador Ted Cruz, sorpresivo ganador republicano en Iowa, generó polémica al oponerse al reclutamiento de las mujeres en el Ejército de Estados Unidos, calificándolo incluso de inmoral.

Punto y aparte merece Donald Trump, quien ha hecho del escándalo y la incorrección política su metodología para ganar popularidad, o al menos hacerse sentir en un electorado ávido de show.

Denuncias de sexismo, discriminación de género y el uso de bromas degradantes lastran al equipo de campaña del acaudalado magnate, que suele canalizar su misoginia atacando a las periodistas.

Por ejemplo, Trump llegó a insinuar que Megyn Kelly, de Fox News, le hacía preguntas difíciles porque estaba menstruando, sin contar que ha llamado "tonta", "payasa" o "terrible" a otras periodistas.

Por lo pronto, la encuestadora Gallup preguntó en un sondeo si el electorado estadounidense estaría dispuesto a votar por una mujer como presidente, y el 92 por ciento respondió afirmativamente.

Tal cambio de perspectiva podría girar la atención a la discusión de acuciantes problemas de género, como la violencia doméstica, la trata humana, la salud reproductiva o la paga igualitaria.


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