lunes, 23 de septiembre de 2024

Siria: injerencia con pies de barro

La celebración de comicios generales en Siria evidencia que la guerra de agresión cojea en serio...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 18/05/2014
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El tema de la ingerencia en Siria no es novedad para el país.

Para el cercano tres de junio Siria planea la realización de elecciones presidenciales, en las cuales todo apunta a un renovado triunfo del actual presidente Bashar El Assad, el hombre que inevitablemente debía desaparecer de la vida nacional según los reclamos de los pretendidos rebeldes y sus cómplices internacionales.

Y es que, ciertamente, en el caso de Damasco, las cosas no han salido a la medida de los planes de Washington, sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, los gobiernos derechistas árabes, y los grupos extremistas islámicos, coaligados en la intención de fortalecer el hegemonismo imperialista en una zona geográfica de enorme valor estratégico.

La realidad es que en Siria todas esas fuerzas, cada una con metas y ambiciones muy particulares a diferentes escalas, no pudieron reproducir el guión que, por ejemplo, terminó con las autoridades de Libia y sembró el caos en esa nación del Norte africano.

Ni la comunidad internacional se tragó en el caso sirio las historietas mediáticas que antecedieron a la agresión armada contra Trípoli, ni la sociedad siria dejó quebrarse su unidad en torno al equipo gobierno que considera responde a los intereses de la nación, y al cual todo indica que volverá a dar su masivo respaldo en los ya citados comicios de este junio.

Baste recordar en ese sentido que en julio de 2013, y en medio de los más crudos episodios de la agresión terrorista contra Damasco, la propia OTAN, en una investigación apenas divulgada públicamente, admitía que “el pueblo está
con Al-Assad y no con la oposición democrática", y añadía que “el gobierno local lleva la iniciativa en la
guerra que se desarrolla en Siria, recupera terreno y pone al borde del caos a los rebeldes.”

Según la entidad belicista occidental, en aquella fecha setenta por ciento de los sirios se declararon a favor del gobierno de Al Assad, veinte por ciento neutrales, y solo diez por ciento simpatizantes de los agresores.

Desde entonces –hace casi doce meses- el contexto local ha experimentado cambios, pero no precisamente favorables a quienes, como es el caso de la monarquía absolutista de Arabia Saudita, consideraban que el tema de Siria sería “resuelto” en apenas seis meses.

Damasco ha jugado importantes cartas que, junto al apoyo de sus amigos sinceros alrededor del planeta, le han permitido asumir posiciones ventajosas frente a los planes destructivos diseñados en su contra.

Al asumir la destrucción de sus viejos arsenales de armas químicas, por ejemplo, desarticuló uno de los “argumentos” de Washington y sus aliados para pintar a Damasco como una “amenaza internacional”.

Políticamente no ha habido además titubeos a la hora de defender el derecho del pueblo sirio a decidir el derrotero de la vida nacional, frente a los intentos externos de imponer cambios internos lesivos a la soberanía y a la autodeterminación.

Mientras, en el  decisivo espacio militar, los combatientes del Ejército Nacional han propinado y siguen propinando duros golpes a los grupos terroristas y a los mercenarios mesorientales, norteamericanos y de varias naciones europeas, que han convergido en la pretensión de desarticular la institucionalidad siria.

De hecho, las elecciones estarán precedidas de las victorias en las estratégicas áreas cercanas a la fronteras con el Líbano, que cortaron importantes fuentes de suministro a los invasores, junto a la expulsión de los agresores de la ciudad de Homs, la titulada “capital de los rebeldes”, que durante dos años estuvo ocupada por los yihadistas, los mercenarios occidentales y sus asesores extranjeros.

Una estampida esta última que se dice comenzó a negociarse desde marzo último, ante el interés de Damasco de evitar mayores derramamientos de sangre en instantes en que los sediciosos nada podían hacer para frenar el inminente asalto de las fuerzas militares que rodeaban la histórica urbe.

Desde luego, no es que todo haya terminado. En los días por venir persistirán las campañas de descrédito a los cercanos comicios a pesar del masivo respaldo popular que de seguro obtendrá El Assad, al tiempo que proseguirán los actos de bandalismo y terrorismo internos junto a la multifacética hostilidad de los promotores de la agresión.

Pero sin dudas, pesará más la valentía política de convocar a elecciones generales en tales condiciones, junto a la predecible respuesta popular en las urnas. Algo como para que la OTAN confirme de sobra los datos que tan celosamente manejó en julio de 2013.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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