domingo, 22 de septiembre de 2024

Siria: paz en espera

La titulada oposición siria no termina de lograr un acuerdo interno, en tanto nuevos fantasmas se erigen aceleradamente...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 15/01/2014
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En Siria, la paz cada vez resulta algo más complejo de conseguir.

Mientras delegaciones oficiales de Rusia y los Estados Unidos insisten en los preparativos de la titulada conferencia Ginebra II sobre un posible acuerdo de paz para la agredida Siria, programada para este enero, los grupos armados que intentan defenestrar al gobierno de Bashar Al-Assad  dan rienda suelta a sus rencillas e interponen condicionantes inaceptables a todo diálogo.

En efecto, Moscú y Washington, con sus respectivas diferencias, actitudes e intereses sobre el tema, se muestran inclinados a darle una oportunidad al diálogo en un conflicto que, azuzado por Occidente (incluidas en primer lugar las propias autoridades norteamericanas), el Israel sionista, las satrapías árabes y el islamismo extremista, pretende para la nación siria la misma suerte que ya corrieron Afganistán, Iraq y Libia.

Rusia actúa como amigo del pueblo sirio y de la institucionalidad en esa nación árabe, a la vez que como agente diplomático de esencial importancia. En tanto, los Estados Unidos lo hace como representante de las inclinaciones hegemonistas de una potencia acostumbrada a imponer sus designios, incluso con la utilización de la violencia más extrema, y empeñado en lo más profundo en convertir a Asia Central y Oriente Medio en una trascendental zona de influencia.

Y en esa nociva actitud todo es admisible, hasta la alianza con la propia organización terrorista Al Qaeda, promotora de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

De hecho, justo semejante plan de recurrir a quien sea para utilizarlo como instrumento en la agresión contra Siria, es uno de los factores que dificulta ahora la identificación entre aquellos que se autotitulan rebeldes.

Según la propia prensa occidental, hace unos pocos días, y bajo la cobija del gobierno español encabezado por el derechista Mariano Rajoy, representantes de las bandas mercenarias que operan contra Damasco —sin dudas presionados por sus progenitores externos— intentaban llegar a un consenso para presentar cierta mascarada de convergencia en la anunciada conferencia de paz.

No obstante, precisaban las propias fuentes, “tras casi tres años de conflicto, la oposición se ha fracturado en grupos que compiten entre sí con distintos apoyos regionales”, y, aunque “Occidente está presionando para crear un organismo unificado” las perspectivas de que acudan de acuerdo a Suiza “parecen escasas”.

Mientras, el gobierno de Bashar Al-Assad asistiría al cónclave respaldado por importantes avances militares, en medio de las luchas intestinas entre los titulados rebeldes, y con el rechazo tajante a las ilógicas demandas de dimisión de una oposición debilitada que solo pretende de Ginebra II una suerte de convite para cortar un pastel que no han podido conquistar a pesar de sus actos criminales, incluido el uso de armas químicas contra la población civil.

Por otro lado, un peligro adicional a todo arreglo, y que seguramente ya está causando alarma entre muchos de los que impulsaron la aventura agresiva contra Siria, es el papel creciente que en la guerra contra esa nación están asumiendo los extremistas islámicos, desempeño agresivo que parece extenderse a otros países del área donde Washington quiere enseñorearse sin obstáculos.

En pocas palabras, que los cuervos empiezan a mostrar su capacidad para dejar atrás los pivotes que les impulsaron de forma oportunista, y plantearse la materialización del alocado propósito de “islamizar” bajo sus cánones de fanatismo a todo un universo en disputa.

Y, ciertamente, ante esas características y variables, derivadas en primera instancia de las apetencias imperiales y sus métodos y formas de actuar, tal vez la paz resulte una tarea cada vez más compleja y difícil de conseguir.

 
 


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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