No hay acuerdo ni se ha avanzado un ápice entre los Estados Unidos y Rusia en torno a frenar la pretensión de la potencia capitalista de desplegar, junto a sus aliados europeos, el titulado Sistema de Defensa Antimisiles, DAM, en el territorio del Viejo Continente.
Así lo aseguró recientemente Nikolai Makarov, jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas rusas, quien recordó el contrasentido de que, luego de realizada en mayo últi-mo una conferencia entre Washington y Moscú sobre tan espinoso tema bilateral, la Casa Blanca y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, dieron a conocer sus planes de desplegar el DAM en Europa.
De hecho ya no se trata de simples proyectos. Por estos días un grupo de congresistas de ambos partidos políticos norteamericanos viajaron a España para visitar la base naval de Rota, en el puerto de Cádiz, donde fondearán cuatro naves estadounidenses de guerra con artefactos relacionados con la titulada sombrilla antimisiles.
Por demás, la propia OTAN, en medio de una crisis económica europea que cobra un ele-vado precio social en casi todas las naciones del área, informó de un próximo gasto de mil millones de dólares para la instrumentación del DAM.
En pocas palabras, Washington y sus aliados no repararán hasta concretar el ambicioso y peligroso proyecto de contar con un artilugio que permita a los círculos belicistas de los Estados Unidos la dudosa posibilidad de propinar golpes nucleares a sus pretendidos enemigos sin el riesgo de una contundente respuesta.
Sería, sencillamente, el haber alcanzado la cima desde la cual expandir el total hegemonis-mo militar gringo sobre el resto mundo, a la vez que materializar el “principio” de que, una vez desaparecida la Unión Soviética, los Estados Unidos no puede permitir la aparición de nuevas potencias globales, mucho menos opuestas a sus aspiraciones absolutistas a escala planetaria.
Solo que para la actual dirigencia rusa semejante plan es hoy más claro y evidente que nun-ca, y entre las altas esferas del Kremlin no existe la menor inclinación a favorecer tales designios imperiales.
De hecho, y como medida de advertencia, Rusia ha desplegado modernas baterías coheteriles de diferente tipo destinadas especialmente a batir blancos relacionados con el sistema antimisiles que se erige en Europa, y ha puesto en funcionamiento potentes medios de rastreo espacial y terrestre.
Incluso Moscú ha sido enfático al advertir que se reserva el derecho de golpes preventivos contra todo artilugio de guerra que, ubicado en las cercanías de sus fronteras, se considere una amenaza inminente contra su seguridad e integridad territorial.
Todo ello implica, al decir de los analistas, el peligro del retorno a una aguda carrera armamentista incentivada, para peor, en medio de la severa debacle económica capitalista que estalló en los Estados Unidos en 2008, está devastando virtualmente a la “flamante” Unión Europea, y se ceba violentamente en las naciones dependientes del Tercer Mundo.
Carrera belicista que además estimula la desconfianza internacional, enciende chispas peli-grosas por doquier, y puede derivar en una hecatombe militar de carácter definitivo para la ya precaria existencia del género humano.
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