En fecha no muy lejana, el Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, general Nikolai Makarov, advirtió que la expansión hacia el Este de la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, eleva “considerablemente” el riesgo de que Moscú llegue a un conflicto con esa entidad belicista.
En ese sentido, el oficial no excluyó “que los conflictos locales y regionales se desarrollen hacia una guerra a gran escala, incluido el uso de armas nucleares.”
Y no le falta razón al alto cargo militar ruso, toda vez que en los últimos tiempos, y pese a advertencias e intentos de un diálogo bilateral constructivo, los sectores ultra conservadores norteamericanos siguen imponiendo al mundo una neta agenda militarista.
Y no se trata de conjeturas. A contrapelo de que Moscú ha denunciado el carácter agresivo del titulado sistema antimisiles Made in USA, diseñado para propinar golpes nucleares por Washington sin posibilidad de respuesta presuntamente enemiga, continua el despliegue en Europa de semejante artilugio bélico, y se instrumenta su prolongación hasta Israel y varios Estados árabes controlados por autoridades de corte reaccionario.
Por si fuera poco, el Pentágono ha declarado a la zona Asia-Pacífico como “prioritaria” para su seguridad nacional, mientras persisten las agresiones contra Iraq y Afganistán, y la guerra sucia destinada a propiciar un cambio de gobierno en Siria al estilo del ya impuesto de forma violenta en Libia.
En consecuencia, aquellos que se sienten amenazados, y en primera instancia Rusia, no tienen otra alternativa que solidificar su defensa, en una obligada espiral militar que amenaza con avivar una carrera armamentista del corte de los aciagos años de la Guerra Fría.
De hecho, según reciente informaciones, el Kremlin ha dispuesto la inversión de mil 200 millones de dólares para la acelerada modernización de las instalaciones que producen los sistemas coheteriles Iskander-M, un arma capaz de inutilizar el escudo antimisiles de la OTAN en Europa
Según afirmaciones del primer ministro Dimitri Medvédev, se decidió asignar esta cantidad en una reunión dedicada al desarrollo de la industria militar rusa hasta el año 2020, debido a que “el Iskander-M es -sin dudas- el arma más eficaz de su clase y a nuestro juicio supera a las similares de otros países. En consecuencia, deberá formar parte del núcleo de las fuerzas misilísticas de tierra”
Vale recordar que tiempo atrás, el Kremlin había ordenado el despliegue de los Iskander en el territorio de Kaliningrado, frente al anuncio gringo de colocar partes de su sombrilla anticoheteril en la República Checa y Polonia.
Por añadidura, Rusia acelera la entrega a sus fuerzas navales, esencialmente las submarinas, del misil Bulavá, un artefacto que, según sus constructores, “está dotado con ojivas nucleares que siguen una trayectoria imprevisible a una velocidad hipersónica, lo que dificulta su intercepción.”
Asimismo, añaden las fuentes, el Bulavá posee un sistema de objetivos aparentes que le permite superar al escudo antimisiles.
Así, las ojivas nucleares dispersan esos objetivos falsos y vuelan en medio de la nube que forman los blancos artificiales, lo que neutraliza toda actividad de detección efectiva.
Se trata, en suma, de necesarias respuestas frente a la peligrosidad que emana de los círculos norteamericanos de poder, de sus ínfulas hegemonistas a escala global, y de su declarado propósito de evitar a toda costa el resurgimiento o la formación de nuevas potencias.
Un declarado enemigo de los pueblos que acumula 43 por ciento del gasto militar mundial a pesar de la aguda crisis económica que le afecta desde 2008, y que acapara buena parte de las 20 mil 530 ojivas nucleares que aún existen en el planeta, de las cuales más de 5 mil están listas para su uso inmediato.
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