miércoles, 15 de mayo de 2024

Un tren a no sé dónde

Barak Obama y Francois Hollande tienen algo en común: prometieron transformaciones, pero se limitan a darle continuidad a las políticas de sus antecesores, pese a haberlas reprobado antes...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 11/11/2013
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François Hollande
Hollande tiene en mente el criterio de disipar sus malas huellas estampadas en el país.

¿En qué se parecen  Barak Obama y Francois Hollande? La respuesta a este prototipo de pregunta, suele ser jocosa, solo que no es así en esta oportunidad. El dictamen a formular es tan simple como abrumador: ambos prometieron trasformaciones, pero se limitan a darle continuidad a las políticas de sus antecesores, pese a haberlas reprobado antes.

El presidente norteamericano, quien ya transita por la segunda travesía al frente de Estados Unidos, quiso hacer y no se lo han permitieron, un par de movimientos tácticos internos buscando borrar algo el desencanto que sembró en los 4 años anteriores, comportándose tan  Bush como el mismo Bush Jr.

Es posible que el mandatario francés, por su parte,  tenga en mente -o le inserten ahí-, el criterio de disipar las malas huellas que a su vez está dejando estampadas en el país. Hacia adentro, al no cumplir con sus promesas de promover empleo, obligar a los ricos a que den según tienen y emplearse en la economía real promoviendo crecimiento.

Y en materia de política exterior quizás, solo y simplemente quizás,  en lo adelante se plantee no parecerse tanto a la crispada y exasperante administración de Nicolas Sarkozi.

Por ahora tiene un buen record. Inició el 2013 con intensos bombardeos sobre Mali, a partir de vagas excusas, posiblemente escondiendo que, con el operativo bélico, pusieron bajo control los accesos al norte de Níger, donde una empresa gala opera las reservas de uranio de las cuales dependen las electronucleares francesas. Hay otros etcéteras, la mayor es la reconquista de una de sus ex colonias.

No le faltó lógica al ex primer ministro y es canciller,  Dominique de Villepin, al reprochar el paso dado por Hollande a inicios de año, estimó que  “estos conflictos son un engranaje, porque cada uno prepara las condiciones para el siguiente, y su resultado más palpable ha sido inundar el norte de África de armas y contrabando”. Cierto. Los tuareg malienses hostigados se armaron en la ordalía que destruyó la Libia moderna.

Otro momento pendenciero ocurrió con la aparatosa disposición  del gabinete francés a sumarse al ataque que EE. UU. armaba contra Siria. Ahora se suma la actitud del ministro de exteriores  Laurent Fabius en las negociaciones sobre el programa nuclear de Irán, indicando que no es casual  la predicha postura conflictiva.

La misma prensa francesa titulaba en las últimas horas diciendo que la representación nacional a Ginebra 2, trabajó más a nombre de Tel Aviv que de Paris. Israel pretende privar a los iraníes de su industria atómica civil. Alegan que tendría usos militares futuros.

Los sionistas no quieren competencia. Procuran convertirse en la potencia regional determinante en el área. Ellos sí poseen armamento ofensivo. No pidieron permiso para obtenerlo y tampoco nadie les pide cuentas.

El virtual alineamiento de Francia se materializó en esta ocasión con otro dudoso pretexto: les “preocupa” el destino que tendrían los residuos nucleares de la industria persa. ¡Oh, la-lá!

Resumiendo lo que todavía tiene bastante por revelar: lejos de barrer el camino de los entendimientos (parecían algo cercanos), pusieron nueva impedimenta. Los iraníes han instado a que no se deje ir un tren que bien pudiera no tener retroceso. ¿Les escucharán?

 


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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