miércoles, 25 de septiembre de 2024

Yemen: la otra hoguera

Al complicado panorama mesoriental y centroasiático se añade otro violento proceso...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 31/03/2015
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La desestabilización parece ser la palabra de orden el Asia Central y Oriente Medio.

Cruenta tragedia que, vale recordar, resulta sumamente conveniente a los intereses hegemónicos que en los últimos decenios han colocado su mira en una zona de altísimo valor geopolítico y energético, a la vez que espacio de amplio trasiego regional e internacional.

Un área que, mientras más fragmentada, resultaría menos complicada de dominar, a la vez que, a nombre de pretendidas “metas sagradas” -bien sean la “lucha contra el terrorismo”, la eliminación de “regímenes antidemocráticos y brutales”, o la “destrucción de arsenales prohibidos”, entre otros ardides mediáticos- justifica una sostenida injerencia imperial apoyada por la fuerza de las armas.

De ahí que cuando se destapan nuevos sangrientos acontecimientos como los que hoy afectan a Yemen (y que en este caso se tribuyen a luchas intestinas entre grupos confesionales y poblacionales ligados a  los intereses de las sub potencias” de la región), no pocos se remitan de inmediato al criterio de que siguen siendo las aguas revueltas las preferidas por los oportunistas e insaciables “pescadores” globales.

Según los informes de prensa, las batallas que se suceden en Yemen enfrentan a los denominados hutíes, de ascendencia chiíta (cerca de 47 por ciento de la población local), y a una mayoría sunnita (53 por ciento de los habitantes), que hasta ahora controlaba el gobierno en la persona del en fuga presidente Abd Rabo Mansur Hadi.

Hay que recordar en esta historia que Yemen fue un país dividido históricamente, con su porción sur ocupada colonialmente por Gran Bretaña hasta 1967, y con la ulterior existencia de dos naciones independientes, la República Democrática Popular de Yemen, en el territorio antes controlado por Londres, y La República Arabe de Yemen, al Norte, fundada en 1962 luego de derrocada la monarquía nativa implantada en aquella zona.

No fueron pocos los conflictos internos desde entonces   hasta la reunificación nacional en mayo de 1990, a lo que siguieron la deposición en 2011, mediante la titulada “primavera árabe”, del entonces presidente Alí Abdullah Saleh, y la elección del hoy derrocado Hadi.

Una inestabilidad que, entre otras consecuencias, permitió a grupos islámicos extremos como Al Qaeda, irrumpir de lleno en Yemen y ejecutar acciones, no solo en todo el escenario regional, sino también-y de forma preferente- contra la minoría chiíta.

El desarrollo de los nuevos primeros enfrentamientos, permitieron a los hutíes ocupar Saná, la capital, y avanzar sobre el Sur en dirección al estratégico puerto de Adén, creando un escenario que ha motivado la reacción frenética de Arabia Saudita (un santuario sunnita), que evidentemente no estaría dispuesta a permitir el triunfo de los rebeldes sunnitas, a quienes que considera proclives a Irán, un “rival”, según Riad, en su empeño por lograr la hegemonía en el área.

En consecuencia, la monarquía petrolera saudí ha iniciado bombardeos aéreos contra los sublevados y ha promovido el surgimiento de una coalición militar regional a la que se suman Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Kuwait, Marruecos, Qatar y Sudán.

También Egipto ha prometido ayuda militar, mientras Washington se dedica al rastreo por satélite de las posiciones insurgentes para favorecer la efectividad de los ataques aéreos de los coaligados.

Por demás, la coyuntura ha resultado favorable para que los gobiernos derechistas árabes revivan la idea de crear una agrupación castrense regional que actué a favor de sus intereses, que no difieren en mucho de los trazados geopolíticos imperiales para la zona.

En consecuencia, los episodios en Yemen encajan, ya lo decíamos, en los planes de no solo seccionar Asia Central y Oriente Medio en partículas carcomidas por rencillas que favorezcan  el dominio externo, sino además de caracterizar el área como un candente y explosivo espacio donde no pueden faltar la vigilancia y la “pronta” mano fuerte extranjera y de sus aliados, que restablezca el orden  y la cordura entre “los estados maléficos y  los fanáticos sedientos de violencia.”

Como si no fuesen, el colonialismo primero, y los regímenes entreguistas, sectarios y totalitarios, junto a sionistas y  a los extremistas islámicos de hoy, las cartas fomentadas por los poderosos que siguen asidos a la perspectiva de dominar los cuatro costados de un área geopolítica esencial a escala de sus turbios designios planetarios.

Por lo demás, miles o decenas de miles de vidas yemenitas, más allá de sus tendencias religiosas o sus orígenes tribales, valen un bledo si se trata de favorecer una férrea, punzante y controladora injerencia.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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