Vargas podrá decir todo lo contrario, y acaso, vestido como está de timonel, al frente de la nave azul, está obligado a no dar su brazo a torcer. Pero la verdad es una: Ciego de Ávila puso entre rejas a Industriales y está en situación envidiable para ceñirse la corona de la pelota cubana por vez primera en la historia.
Dos victorias, incontestables las dos, 3x2 y 8x3, pusieron a los Tigres camino al reino y torcieron el rumbo de los Leones, señalados por la mayoría como favoritos para ganar su título 13 en Series Nacionales.
Apenas dos triunfos más, en los siguientes cinco desafíos, le valdrían a los avileños para celebrar una conquista que se les negó en la Serie de Oro, cuando cayeron ante Pinar del Río en el pulso por el título. Y, de esos supuestos cinco desafíos, tres, los próximos tres, se disputarán en el José Ramón Cepero de la capital avileña.
Peor, imposible. Para Industriales, digo. Ciego de Ávila está en la situación perfecta.
De modo que los Leones sí están contra la pared. Por muy manida que suene la frase. Por mucho que el estelar ex tercera base se empeñe en no querer escucharla. Ahora, hoy miércoles 23 de mayo de 2012, está contra la pared Industriales. Sí, ahora, no cuando pierdan el duelo por el título de la Serie 51, si es que en definitiva lo pierden (engancho la coletilla solo porque el discurso del DT Roger Machado y los peloteros avileños, si no es mentiroso, es demasiado obsequioso).
Y, para borrar la escena que acabamos de ver (los tigres le rugen en la cara a los leones en su propia madriguera), Industriales tendrá que sudar mucho y rendir más.
Tienen los Tigres su mejor tono ofensivo desde el 27 de noviembre. Se desempeñan por estos días con el equilibrio soñado, la homogeneidad querida por cualquier técnico para un equipo de béisbol. Y, para colmo de bien, ya no son el grupo talentoso pero timorato que tropezó, ni se sabe ya cuántas veces, con la misma piedra. Acaban de demostrarlo en el Latinoamericano.
Su fisura es, quizás, la poca profundidad de su banca. Abdel Civil y Rubén Valdés son los únicos hombres para donde puede virarse el DT, sin esperar, eso sí, muchas nueces. Pero, a cinco fechas del final del campeonato, con todo el grupo en perfecto estado físico, a mitad del camino a la cima, ese no es un lastre infranqueable.
¿Digo con esto que la final de Cuba ya está decidida, exenta por cierto, de la emotividad de la semifinal entre Industriales y Matanzas?
No, claro que no. Los mismos avileños, con su verbo mojigato, hacen pensar en una remontada (una cosa es la arrogancia y otra bien distinta la falsa modestia, que muchas veces define la falta de confianza y, en otras, también, deviene petulancia).
Industriales puede ganar dos veces en la capital avileña, regresar y ganar dos partidos más en su comarca, dicen los más industrialistas, los más sensatos, los menos entusiastas. Y yo, que no estoy en ninguno de esos grupos, les doy el margen de la duda y digo que en el béisbol puede pasar de todo y la historia azul es grande. Nadie lo pone en duda.
Ahora bien, ¿cuántos apuestan porque eso suceda en estos momentos, cuando Ciego de Ávila luce tan sólido e Industriales no tanto? Vamos, levante la mano.
Ello sería un milagro. Y yo no los desecho a priori. Un milagro convirtió a Matanzas en contendor, un milagro lo llevó al tercer puesto. Sí, sí, hubo esfuerzos, ganas de jugar, disciplina, corrección táctica y juicio técnico, entre más. Pero fue un milagro. Por donde se le mire fue un milagro.
Otros hubo, y habrá, en la pelota cubana, claro. Quise referir apenas el (mayor) que ocurrió en la Serie a punto de concluir. Los milagros, sin embargo, no son la regla. Y, en este punto del duelo por el título, no creo que estemos presenciando otra excepción de la Serie 51.
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